A pesar de hallarse en la sala, Taylor logró escuchar y reconocer la voz de su padre al instante y corrió a la habitación de Roger. ¡No podía permitir que Massimo la viera vestido de mujer por nada en el mundo! Se quitó las extensiones y se cambió de ropa, colocándose la del CEO. Poco o nada le importaba que le quedaran enormes, era mejor que llevar puesta sus prendas femeninas. Mientras tanto, Roger escrutó a Massimo con detenimiento. ¿Cómo supo que Taylor estaba allí? ¿Acaso Nathaniel se lo dijo? A decir verdad, no estaba del todo convencido, ya que fue él quien ayudó a su nieto a salir de la mansión. Entonces, ¿quién pudo haber sido? Debía ser alguien que conociera su dirección. —Massimo —pronunció, ahorrándose las formalidades. Ya no sentía nada de respeto hacia él, así que empezó a tutearlo sin reparos—. No sé quién te habrá dado esa información, pero es errónea. —Taylor y tú se volvieron muy cercanos, ¿no es así? —comentó Massimo—. Mi hijo salió de la casa sin mi autorización
—¿Porqué tanta tensión? —cuestionó Massimo tras regresar y notar que Berenice y Taylor no estaban teniendo una conversación muy agradable. —Solo le estaba dejando algunas cosas claras a su hijo, señor Bizzozzero —alegó la chica, cruzándose de brazos. —¿Ah, sí? —la miró suspicaz—. ¿Tú qué opinas de esta situación, Taylor? —¿De verdad importa mi opinión? Ustedes ya decidieron lo que harán conmigo —riñó. —Creí que Berenice era la chica con la que querías casarte, tú mismo la habías mencionado —expuso su padre. —Eso era antes, ahora todo ha cambiado —refunfuñó. Massimo permaneció observando a su hijo durante unos segundos, para luego colocar la mano en su hombro. —Taylor, hablemos a solas un momento, ¿de acuerdo? —propuso—. Berenice, quédate aquí —impuso, a lo que la joven chasqueó la lengua. Solo caminaron unos cuantos metros de la chica, pero lo suficiente para que ella no alcanzara a oír la plática. —Taylor, sé que ahora debes estar muy enojado por pensar que accedí a ese matri
Todo lo que se ubicaba a su alrededor, empezó a desaparecer. Los árboles, la casa e incluso la figura de su padre se desdibujó, en lo que sus ojos se enfocaron solo en el cuerpo de la chica que yacía en el piso. Taylor se levantó como pudo y caminó hasta ella con lentitud, con los ojos desorbitados y respirando a través de la boca. Estaba tan horrorizado que no escuchaba el sonido del viento ni la voz de Massimo, sino que solo podía oír sus propios latidos, los cuales resonaban fuertemente en su pecho. Al llegar al sitio en donde la joven se encontraba tendida boca abajo, se puso de rodillas y la tomó entre sus brazos. —¿Berenice? —pronunció en un estado de shock—. Háblame, por favor… El líquido rojo se escurría de su espalda, lugar en el que había impactado la bala. Berenice traía los párpados cerrados y no era posible oír ni percibir sus palpitaciones. Taylor no quería creerlo al principio, no quería aceptar que eso realmente estaba pasando, pero el peso del cuerpo que sostenía
Durante la medianoche, Massimo se dirigió a la habitación de Taylor. Quería ver si ya se hallaba más calmado y conversar con él sobre cómo serían las cosas de ahora en adelante, sin embargo, lo encontró recostado en su cama. Supuso que se quedó dormido, así que salió nuevamente con la intención de dejarlo descansar, pero en cuanto éste se retiró, el joven abrió los ojos. No tenía ni el más mínimo deseo de verlo o de escucharlo después de haber sido testigo de su crueldad, lo cual, al recordarlo, lo llevaba a romper en llanto otra vez. Aquella noche fue de insomnio para Taylor. La expresión aterrorizada de Berenice, su grito y su desesperación, todo lo atormentaba. Tenía miedo de dormir, no podía pegar los párpados pues la veía a ella en la oscuridad. Al llegar el amanecer, la fatiga se apoderó de él y no pudo evitar quedarse dormido. Se sumió al sueño por unas horas hasta que el sol iluminó completamente su habitación. De pronto, empezó a removerse entre las sábanas. La imagen de Be
—¿Qué tienes que decirme que no podía esperar? —refunfuñó Massimo. Estaba molesto porque Bruno lo sacó de la habitación de Taylor y tuvo que dejarlo solo con los médicos. —Cuando fui a la ciudad a traer al doctor, compré el periódico y supuse que esto le interesaría —comentó, entregándole el que tenía en las manos. Al fijar la vista en la primera hoja, Massimo abrió los ojos tan grandes que casi cayeron de sus cuencas. —¿Qué es esto? —articuló con indignación. Habían publicado en primera plana una foto de la rueda de prensa que había dado I’ll Castello, pero en la imagen excluyeron a Josh, apareciendo solo Roger y Taylor. En la nota principal, escribieron que probablemente había un romance entre ambos. Massimo arrugó el periódico y lo aventó al piso con fuerza. —¡Están difamando a mi hijo! —exclamó, furioso—. ¡¿Quién fue el infeliz que se atrevió a escribir semejante estupidez?! —En el artículo debe estar su nombre —lo levantó y lo extendió para hojearlo, encontrando la página en
Félix Agüero fue el redactor responsable de ese artículo en el periódico. Sin embargo, ¿cómo llegó a esa conclusión? Ni siquiera tenía pruebas ya que, si las tuviera, las había publicado sin dudarlo. Además, durante la rueda de prensa, Taylor y Roger fueron muy profesionales, sin dar indicios de que su relación cruzara los límites de lo laboral. Entonces, ¿de dónde sacó esa deducción? A decir verdad, al CEO ya no le importaba que la gente pensara que era g-ay debido a que no solo sabía que Taylor era una chica, sino que la amaba con todo el corazón. Pero, a pesar de ello, no pudo ignorar aquel suceso. Roger estaba al tanto de que la joven ya estaba pasando por momentos bastante difíciles como para tener que soportar que los periodistas también pusieran en duda su orientación sexual. Para ser exactos, estaba harto de que no la dejaran en paz. El CEO se deshizo del uniforme de hospital y solicitó a Samuel que empacara sus maletas pues lo enviaría a vivir al extranjero por un par de me
El escándalo que había armado Roger en la editorial en la que trabajaba Félix dejó a los demás funcionarios tan atónitos que empezaron a correr la voz y, en cuestión de horas, llegó a los oídos de Massimo. Lo llamaron de la agencia para comentarle lo que el CEO de I’ll Castello había hecho después de haber visto en el periódico que insinuaban un amorío entre Taylor y él. Tras terminar la llamada, desató una corta risa. Roger acababa de dar un paso en falso y tal suceso le venía como anillo al dedo. Por esa razón, le dijo a Bruno que ya no era necesario que montara la escena de Félix como un caso de suicidio, sino que simplemente se deshiciera de él y que la policía haría su trabajo. No le dio más detalles, por lo tanto, Bruno no pudo notificar a Roger sobre lo que el señor Bizzozzero planeaba. Massimo sabía que el alboroto de la editorial llevaría a los policías a considerar a Roger como el principal sospechoso y, también era consciente de que, al no hallar pruebas en su contra, lo d
Aún era de noche cuando Massimo se sentó frente a Taylor, al otro lado de la mesa del comedor.—Me alegra verte comiendo —expresó, con un tono calmado y paternal.La joven permaneció en silencio y siguió en lo suyo, aunque en realidad no tuviese apetito. Solo lo hacía para alimentar a su bebé.—¿Hasta cuándo continuarás con esa actitud, Taylor? —preguntó, angustiado—. Tú y yo no deberíamos tener conflictos entre nosotros, deberíamos ser un equipo. Quiero que volvamos a tener la misma relación de padre e hijo que solíamos tener.—¿Y luego qué? ¿Me pedirás que mate a alguien también? —insinuó, con la vista en su plato.—Nunca te pediría eso. Tú no tendrás que mancharte las manos con sangre jamás, de eso me encargo yo —manifestó—. He decidido cargar con esos pecados con tal de protegerte.—Deja de mentir. No lo haces por mí, lo haces por ti —declaró, incrustando los ojos en su rostro.—Lo hago por los dos, Taylor, porque mis éxitos son los tuyos —replicó—. Por cierto, he estado pensándolo