Recostada en su cama, con la mirada en el techo y las extremidades extendidas sobre las sábanas, Taylor se resignaba a sus circunstancias. Había recibido advertencias –o más bien dicho, amenazas– por parte de su propio padre y estaba realmente consternada por aquel suceso. No tenía idea de que Massimo fuese capaz de llegar a esos extremos. "Si descubro que alguien ajeno a nosotros conoce tu secreto, me encargaré de que no viva para contarlo." Estaba muy asustada. No quería creer que en verdad lo haría, que se atrevería a acabar con la vida de una persona para mantener el secreto a salvo. Sin embargo, siendo honesta consigo misma, no tenía intenciones de ponerlo a prueba. No deseaba que los demás estuviesen en peligro por su culpa ya que, si Massimo solo la amenazó para asustarla, aun así, podría recurrir a otros métodos para castigar a Taylor por su descuido o indiscreción. Se sobó la cara y exhaló ruidosamente. Creía que contaba con varias opciones, pero su padre acababa de cortar
¿Qué debía hacer? La pregunta se repetía una y otra vez en su cabeza. Ansiaba hallar una solución, un camino que no la llevara a hacer cosas de las que después se arrepentiría. ¿Y si hablaba con su abuelo? ¿Si le decía la verdad y le imploraba que le tendiera una mano? Era cierto que Nathaniel lo adoraba, pero no podía predecir cuál sería su reacción una vez que se enterara de que su nieto no era el hombre que le hicieron creer todos esos años. ¿Y si elegía huir y le pedía auxilio a Maximiliano? Aunque sonaba tentador, su padre ya le había dejado en claro que lo buscaría hasta encontrarlo, y si descubría que su primo le brindó ayuda, podría tomar medidas en su contra y Taylor jamás se perdonaría a sí mismo si Massimo llegaba a lastimar a Max. ¿Y si… se sinceraba con Roger? Era el último recurso, pero no confiaba para nada en el temperamento del CEO. Lo estuvo tratando con mucha amabilidad en aquellas semanas, sin embargo, era imposible adivinar cómo reaccionaría tras enterarse de q
Mientras que Taylor se hacía cargo del papeleo del hotel, Roger y Josh preparaban todo para la fiesta de esa noche, la cual se llevaría a cabo en el lujoso salón de I’ll Castello. Al llegar la hora anunciada, empezaron a llegar los empleados que ocupaban el turno diurno junto con sus familias, y Roger los recibió. Los del turno nocturno debieron permanecer pendientes de los huéspedes, por lo tanto, la celebración para ellos se realizaría en otro horario. A medida que avanzaba la noche, el salón se iba llenando. El CEO también invitó a Héctor y a Clarisse, por lo tanto, se encontraban presentes. Un rato después, llegó Taylor. En cuanto Roger lo divisó, se acercó a éste y le dio un fuerte abrazo. —¡Estás aquí! —exclamó, dando unas palmadas a su espalda—. Ven, mi familia desea verte —lo tomó de la muñeca y lo llevó hasta donde se hallaban su hermana y su abuelo, quienes lo acogieron con calidez y lo felicitaron por todo el trabajo de calidad que ha hecho en el hotel. —Bebe un poco, T
—¿Porqué tanto alboroto? —la exprometida del hombre acababa de llegar a la fiesta y caminó hacia el sitio de donde provenía el escándalo—. Roger, tu voz se escucha desde la entrada —añadió. —¡Ah! Qué bueno que ya estás aquí, mi amor —el CEO envolvió la cintura de la mujer y la aferró a él para besarla en los labios. Tal acto dejó a todos en suspenso, así como también a Mónica, quien no supo cómo reaccionar ante la iniciativa de Roger. Por otro lado, una vez que las pupilas de Taylor captaron el beso entre ambos, su corazón se quebró en millones de pedazos. No fue capaz de emitir sonido, solo permaneció con la vista fijada en la pareja. El CEO despegó su boca de la de Mónica y dirigió los ojos hacia el chico. —No son los únicos novios presentes en esta fiesta —dijo, colocando la mano en la espalda baja de su ex—. He decidido darme una oportunidad con la única mujer que he amado en toda mi vida. Sus palabras no eran sinceras, pero para Taylor fue más que suficiente para sentir que
Desde ese momento, Roger no pudo disfrutar de la fiesta plenamente. No podía sacar a Taylor de su cabeza y el hecho de que haya renunciado solo lo ponía aún más nervioso. La música, la gente y el sitio mismo se volvieron un fastidio, por lo tanto, se retiró temprano de allí, dejando a Josh a cargo de todo. Taylor, por su parte, no pudo conciliar el sueño. Se pasó la mayor parte de la noche derramando un mar de lágrimas, recordando las veces en que su amado lo trató con tanta amabilidad, para luego terminar de esa forma, siendo pisoteado por él sin reparos. Creyó que ya no volvería a ver a Roger, que su relación amistosa-laboral se había acabado en el instante en el que decidió renunciar. Sin embargo, el chico no sabía que su exjefe no tenía ninguna intención de izar su bandera blanca. No iba a darse por vencido. En la mañana siguiente, el timbre del departamento de Taylor empezó a sonar, lo cual lo despertó. Hizo un esfuerzo por despegar los párpados que estaban hinchados y enrojeci
—¿Viste eso, Taylor? ¡La puse en su lugar! —manifestó Berenice, orgullosa de su reciente pelea, de la cual salió victoriosa. —No estoy a favor de la violencia, pero… admito que se lo merecía —sonrió el chico—. Gracias por defenderme. —¿De qué hablas? Sin importar qué pase, siempre estaré de tu lado —expresó—. Lo que no logro entender es por qué se empecinaba en decir que tú buscabas seducir a Roger. —No tengo idea —se encogió de hombros—. Fue él quien dijo que se dio otra oportunidad con la señorita Mónica, la única mujer que amó. Lo dijo frente a ella, así que no comprendo el motivo por el que insinuó que quería robarme a su novio. Además, soy un muchacho, ¿cómo se le ocurre que Roger podría fijarse en mí? —Mónica sabe algo que nosotras no —asumió Berenice—. Es frustrante no poder ver lo que pasa por la mente de las personas. Si eso fuese posible, ya sabríamos cuál es el verdadero problema y podríamos adelantarnos a una solución. —Quizás solo está cegada por sus celos, luce como
Roger se dirigió al hotel en el que su ex se alojaba y, en cuanto encontró su habitación, comenzó a golpear la entrada con la palma de la mano. —¡Mónica! ¡Ábreme, ahora! —exclamó, furioso. La mujer abrió la puerta y miró al CEO con espanto. —¿Qué te pasa, Roger? —cuestionó, muy desconcertada. —¿A qué fuiste al departamento de Taylor? —reprochó sin perder tiempo. —N-No sé de qué me hablas —fingió demencia. —Por supuesto que lo sabes y ni siquiera intentes evadir esto, porque no tendrás manera de huir —ingresó a la habitación sin esperar invitación. —¿De dónde sacas que fui al departamento de ese chico? Es simplemente absurdo —se defendió ella—. Déjame adivinar. Lo inventó él, ¿cierto? —Mejor dime cómo conseguiste su dirección —impuso el CEO. —Por favor, Roger, date cuenta de lo que está haciendo —señaló Mónica—. Quiere ponerte en mi contra para que nos separemos… —Tú y yo no tenemos nada —aclaró él. —Eso no fue lo que dijiste delante de tu familia, y Taylor también estaba pre
Massimo empezó a caminar y Taylor siguió sus pasos. Se detenían a platicar con algunos grupos, para después continuar recorriendo. El salón era enorme, había demasiadas personas, lo cual abrumaba al chico. Quería salir corriendo de allí, pero sabía que era imposible. Se sentía perdido entre la multitud cuando, de pronto, vio una silueta que le resultó familiar. Se quedó mirando a la figura hasta que reconoció su identidad. Era Berenice, quien también lo había reconocido desde la distancia. —¡Taylor! —vociferó, agitando la mano en el aire. Se aproximó a él sin dudarlo y lo rodeó con los brazos—. ¡¿Qué estás haciendo aquí?! Se supone que eres mi novio, no puedes estar en una fiesta de solteros —reprochó. —No puedes reclamarme si estás en este sitio —le bromeó. —¡Oh! ¡No lo malinterpretes, jamás te sería infiel! —declaró—. Unas amigas me arrastraron a esta reunión. Para ser honesta, no quería venir. —Pues creo que es una gran oportunidad para que encuentres al tipo ideal para ti —ins