Roger tenía una cita pendiente con su psicólogo, pero hizo una llamada para cancelarla. Quería ir, pero el trabajo en el hotel era demasiado así que era imposible. De todos modos, ya no estaba tan desesperado como al principio. Se había acostumbrado a sus sentimientos, ya no lo sofocaban ni lo martirizaban. Había aprendido a aceptarlos. La estadía de Cristóbal llegó a su final el día viernes, quien regresó a su ciudad muy satisfecho con los servicios que le habían sido brindados. En cuanto el hombre y sus socios abandonaron el hotel, Roger solicitó que todos los empleados se reunieran en la recepción, dedicándoles unas palabras de agradecimiento. No acostumbraba hacer actos como ese, pero el hecho de que Cristóbal lo haya felicitado por la excelente atención de I’ll Castello solo podía significar que todos habían realizado un buen trabajo. También dio un agradecimiento especial al secretario que lo había apoyado sin quejarse, pero esto prefirió hacerlo a solas. —Enhorabuena, pequeñ
Cuando Taylor fijó la vista en el rostro de Roger, quien no llevaba puesto ningún antifaz, se le heló la sangre. La máscara de la muchacha escondía su rostro, pero no le daba mucha seguridad. Quería salir corriendo, sin embargo, sus tacones eran su más grande impedimento. ¿Cómo debía actuar frente a él? ¿Había alguna garantía de que su jefe no la reconocería? La joven retrocedió unos pasos, alejándose de la cercanía del hombre y se aclaró la garganta para agudizar su voz. —E-Estoy bien, n-no se… no te preocupes —respondió. —¿De verdad? Parecías estar sufriendo de un malestar. ¿Te cayó mal la comida? —en la fiesta había algunos aperitivos, así que Roger pensó que quizás consumió alguno que le hizo daño. —N-No me pasa nada —bajó la cabeza para evitar que el CEO la mirara directamente a la cara—. C-Con permiso, regresaré hacia el frente —empezó a caminar, pero su jefe la detuvo. —¡Espera! —la tomó de la muñeca, pero Taylor no giró hacia él—. Tú… me resultas muy familiar. ¿Nos conoce
Roger quedó sorprendido por el inesperado ataque de la joven y se paralizó ante su determinación. Sin embargo, en cuestión de segundos, se recuperó del pasmo y correspondió al beso. Taylor, por su parte, fue poseída por un fuerte deseo y la temperatura de su cuerpo se elevó considerablemente. Siguió rozando los labios del CEO, en lo que sus manos se tornaron traviesas y pasearon por el torso del hombre para luego bajar a su abdomen. La fina camisa no era impedimento para percibir la firmeza de sus marcados abdominales y ya se había imaginado a sí misma tocándolos hacía un tiempo atrás, así que estaba realmente complacida por cumplir ese sueño. La joven besaba a Roger con muchas ansias, tomándolo del rostro y presionando sus labios contra los suyos. De pronto, los besos dejaron de ser suficientes y empezó a anhelar aún más, por esa razón, rodeó su cuello con los brazos y subió al regazo del hombre, quien la recibió sin chistar. Roger pensó en que quizás debía detener lo que estaba pa
Taylor comenzó a respirar con dificultad. El secreto que había estado ocultando con tanto recelo había sido descubierto por nada menos que por la mujer más incontrolable que había conocido. Estaba a punto de hiperventilar, pero no era el momento de entrar en pánico, por lo tanto, se obligó a sí mismo a mantenerse fuerte. —No puede ser... ¡¿cómo es posible?! —Berenice aún procuraba procesar lo que acababa de descubrir. Retrocedió unos pasos y sus ojos se tornaron inquietos—. Yo… no he bebido un solo trago de alcohol esta noche, sé que no me estoy imaginando cosas… ¡no hay ninguna duda! ¡Eres una chica! —exclamó, apuntándole con el dedo. Taylor caminó hacia ella y colocó la mano en su boca para sellar sus labios. —¡Shhhh! ¡No lo digas tan fuerte! —le susurró—. ¡Nadie sabe que estoy aquí vestido de esta manera! —Mmm, mmm… —Berenice no podía hablar debido a la mano que se lo impedía. —Te soltaré, ¡pero no armes un alboroto! —agregó Taylor, para luego liberarla. —A-Aún no puedo creerl
Max la escrutó paralizado, con los labios ligeramente separados. —¿Enamorada? ¿Tú? —le apuntó con el dedo—. ¿En serio? —¿Es tan difícil de creer? —hizo un puchero. —Es la primera vez que lo dices, nunca te vi interesada en alguna persona. —N-No sé si se trate de eso en realidad, jamás me he sentido de esta forma. Sin embargo, puedo afirmar con certeza que es un sentimiento muy profundo. —Pero ¿porqué ese hombre? ¿No lo detestabas? —Así era al inicio, pero después de conocer su lado gentil y amable, he empezado a apreciarlo y ese cariño comenzó a transformarse en algo más —manifestó, con las mejillas ruborizadas. —Ya veo —Max lanzó un suspiro—. Para ser honesto, me resulta extraño escucharte hablar de ese modo. Aún recuerdo cuando te quejabas de su carácter y lo describías como un patán… —¡Nunca pensé que terminaría gustándome tanto! —gimoteó Taylor, ocultando de nuevo su rostro. —Nadie elige de quién enamorarse, ya te lo había dicho —sonrió—. Entonces, ¿planeas decirle la verd
El tiempo transcurrió y el acercamiento entre Taylor y Roger era cada vez más evidente. Se dedicaban sonrisas tímidas y miradas de soslayo, algunas que otras bromas inocentes y ligeros empujones con la intención de sentirse el uno al otro. Se anhelaban en silencio y disfrazaban su amor con la amistad. El CEO, por su parte, hizo las "paces" con Mónica, quien fue insistente en volver a verlo. Asumió que fue su error haber perdido la compostura y que estuvo mal el hecho de haberlo reclamado a pesar de que él lo había dejado todo claro: Entre los dos no había nada serio, lo cual significaba que no se debían fidelidad. Mientras tanto, Taylor tenía la responsabilidad de lidiar con Berenice, quien lo llamaba casi todas las noches. La mujer estaba curiosa por saber ciertos detalles, y el chico saciaba solo una porción de su intriga, ya que no podía ser imprudente y hablar de todo lo demás tan abiertamente. Era muy temprano en la mañana cuando Roger llegó al hotel y se encontró con Taylor e
—¿Qué… es lo que haré ahora? —articuló Taylor, con la vista en la nada. Max la escrutó con compasión luego de que la joven le comentara los resultados de las pruebas. Odiaba ver a su prima en aquella difícil encrucijada. Las cosas se habían salido de control y, aunque contaba con algunas opciones, en todas debía correr un riesgo. —Taylor —pronunció y se acercó a ella para colocar la mano en su hombro—. Deberías… hablar con el tío Massimo. —¿C-Con mi papá? —su rostro palideció—. ¿Me sugieres que le diga que estoy esperando un bebé? —No, eso no. No se lo cuentes aún —indicó—. Lo que propongo es que le digas que ya no quieres seguir viviendo como hombre, sino que deseas llevar una vida como lo que realmente eres. —Yo… yo nunca… —Sé que jamás se lo has insinuado, pero esto ya no se trata solo de ti. Te convertirás en madre, tienes que pensar en quien crece dentro de ti. Con el paso del tiempo, ocultar tu barriga se hará complicado. Para entonces, ¿cómo se lo explicarás al tío Massimo
Massimo lo observó con detenimiento, descolocado por la súbita declaración de Taylor. —¿“Lo que realmente eres”? —resaltó—. No comprendo de qué hablas. Tú eres mi hijo y eso no va a camb… —No —alegó casi por impulso, interrumpiendo a su padre como jamás lo había hecho—. No soy tu hijo, soy tu hija. He vivido todos estos años siendo el hijo que tú querías, pero ya no puedo más, papá. «Ya no puedo porque ya no se trata solo de mí, tal y como lo dijo Max», pensó. —¿Planeas volverte rebelde? ¿A tu edad? —dejó escapar una risa—. Quizás sea normal, fuiste muy calmado durante tu adolescencia. Esperaba que te revelaras, pero nunca lo intentaste. Y ahora, precisamente ahora que estoy tan desprevenido, vienes a mí para lanzarme esta bomba —continúa riéndose. —No es rebeldía, se trata de lo que quiero ser y hacer, de mi futuro… —Tu futuro es Traveling, lo sabes. Heredarás la agencia en unos años, serás el presidente de esta empresa. —Puedo heredarla y manejarla siendo mujer —enunció el chi