El Motel Elkton era una reliquia de ladrillos de los años cincuenta. Con su techo de hojalata, y las caravanas instaladas en el perímetro para proporcionar alojamiento extra durante la temporada alta de turismo, parecía un refugio para los grupos de motociclistas que recorrían Blue Ridge. El centro de mando móvil del FBI, grande, elegante y plateado, se veía tan fuera de lugar como un Ferrari en un aparcamiento lleno de escarabajos Volkswagen.Después de alcanzar el plano de la parcela de la propiedad de Calhoun desde el asiento de al lado, Michael salió del Taurus y se acercó a la caravana con pies de plomo. No solo no sentía ningún respeto por su jefe, sino que le caía muy mal.Al entrar, Hebert se puso un dedo en los labios y señaló hacia la sala de sonido. Su supervisor estaba hablando por el móvil, con un dedo metido en la oreja.Michael lo oyó decir «lo que usted diga, señor», y supo que Kurt estaba lamiéndole el culo a Bloomberg, otra vez. Se volvió hacia el bar para tomar un t
—¡Maldita sea, lo perdimos! —Kurt miró desde su ordenador portátil hacia el largo camino rural bloqueado en el otro extremo por una montaña—. Es demasiado tarde. Han vuelto a su propiedad.Hebert, que conducía el Taurus, soltó el acelerador, y el cinturón de seguridad que sujetaba a Michael en el asiento trasero se movió con fuerza. Tuvo que quitárselo para volver a ajustarlo.Era solo otra señal de lo ineficaz que era su enfoque. Ni siquiera podía decir si estaban del lado de la ley.Como marine, Michael había sido uno de los buenos. Claro, había hecho algunos actos sucios en el cumplimiento del deber, pero nunca había disparado a mujeres, niños u hombres honrados. Y, por lo que a él respectaba, Isaac Calhoun era un hombre recto. Cualquier soldado de operaciones especiales era un héroe a sus ojos, independientemente de que los hombres bajo su mando murieran o no.—Date la vuelta. —Kurt hizo un gesto de enojo, y Hebert se lanzó a un camino de entrada para realizar un giro.—No te preo
Kamila permaneció en el porche, escuchando el gorjeo de los pájaros. Mike y el perro se habían ido. Su corazón se contrajo. ¿La habría abandonado?No, él no haría eso. Además, el Durango aún estaba estacionado debajo del árbol. Debía de estar paseando al perro, dándose tiempo para reflexionar sobre lo que fuera que Dwayne le había dicho. Con suerte se daría cuenta de que podía contárselo a ella. No lo mataría compartir sus preocupaciones. Tampoco la llevaría a entrar en un pánico sin sentido, no mientras ella aún tuviera su protección.Para distraerse, decidió que prepararía otra de sus recetas especiales. Una comida para dos sobre la mesa podría inducir a Mike a hablar. Si eso no funcionaba, otro beso bastaría. Solo que, esta vez, ella sabía que tendría que hacer el primer movimiento.Sus brazos estaban llenos de harina cuando oyó a Mike llamar a Terry. Con un suspiro de alivio, Kamila desenrolló la masa y la cortó en tiras, que puso encima del contenido del pastel de carne. Metió el
—Kamila, no eres... —se cortó a sí mismo, temiendo ofenderla de alguna manera o que lo tomase por un depravado.Para variar, ella se mantuvo absolutamente muda mientras él intentaba ordenar sus pensamientos. —Mira, no voy a traicionar la confianza de tu padre. —Al final, decidió que esa era la excusa más segura—. Él espera que yo te cuide, no que... «Que te joda la vida», pensó con ironía.—¿Qué te aproveches de mí? —sugirió ella.—Exacto. —Mike se metió las manos en los bolsillos para disfrazar su erección.Kamila le dirigió una sonrisita, que a él le aceleró el pulso. —Lo entiendo —dijo ella ruborizada—. No tienes que castigarte, Mike. Si te sirve de consuelo, no me opongo a que se aprovechen de mí. —Su voz se arrastró hacia un susurro ronco mientras sus pestañas ocultaban su mirada.No lo estaba ayudando. Si ella se deshiciese en ese instante de la sábana, él saltaría al otro lado de la habitación para enterrar su cara entre sus muslos.Mike apeló a sus últimas reservas de conten
Gracias a Google Maps, Farshad pudo ver la calle cuya dirección el informante le había dado a Shahbaz. «Su padre cree que ella está más segura aquí con su amigo, el Coronel», escribió Shahbaz en su cuenta en línea compartida.¿Más segura? ¿Cómo? Farshad se burló mentalmente. La vivienda estaba situada en un vecindario a poca distancia de la casa de piedra rojiza donde vivía con sus primos segundos. El terreno era profundo, con muchos árboles y arbustos donde un asesino podía esconderse. Las ventanas eran amplias y estaban descubiertas.«Tan cerca, tan fácil», pensó Farshad. El comandante tenía que estar jugando con él. ¿Acaso su hija no había estado a punto de perder la vida dos veces ya? ¿Qué le impedía poner aquí otra bomba como la anterior? ¿Esperaría a que ella estuviese cerca y luego la detonaría? Habría poca satisfacción en eso.Olía como una trampa, incluso más que la otra casa segura. ¿Podría el FBI, ahora sospechoso de una filtración de inteligencia, haber diseminado informac
Ella le lanzó una mirada reprobadora. —Se supone que no debes hacerme daño —le dijo.Su mirada parpadeó sobre ella con preocupación. —¿Estás herida?—No. Pero mis sentimientos sí lo están.Mike suspiró. —Mira, no hay una forma agradable de enseñar a alguien a luchar por su vida. No puedo ponértelo fácil, Kamila. Tu padre tiene enemigos que te quieren muerta.Su piel pareció encogerse ante el recordatorio.Se agachó en el escalón junto a ella. Durante mucho tiempo, se sentaron en silencio, en un punto muerto. —Te protegeré todo el tiempo que me necesites —prometió Mike al fin con fervor—. Pero no puedo estar contigo para siempre.Kamila miró su perfil y se preguntó por su repentina sensación de pérdida.—Incluso si los terroristas son capturados, el mundo está lleno de depredadores. Quiero que seas fuerte, Kamila. Me.... me molesta pensar en lo indefensa que estás —añadió entre dientes.Ella sintió cómo se le desencajaba la mandíbula. ¿Amer Len acababa de confesar sus sentimientos?
La niebla que cubría la cabaña arrojó una luz etérea sobre la cara de Kamila. Parecía un ángel. Nadie diría al mirarla que lo había pateado de esa manera. Mike tenía moretones por todo el cuerpo para probarlo.Anoche, él necesitó toda su fuerza de voluntad para no ofrecerle su cama. Para su alivio, ella había subido las escaleras sin preguntar. Oyó crujir brevemente los resortes de su colchón y luego todo quedó en silencio. Para variar, ella se había quedado dormida como un lirón.Dado lo duro que había trabajado ese día, él se lamentó de tener que despertarla, ya que solo había descansado unas pocas horas. Pero no podía arriesgarse a dejarla sola y dormida.—Kamila. —Le dio un suave empujón en el hombro.Ella abrió los ojos, aterrada y lo agarró con fuerza con ambas manos.Sus reflejos ya eran más rápidos. —Soy yo —dijo él con una sonrisa.—Mike. —Ella cayó sin fuerzas contra su almohada y parpadeó—- ¿Llevas una gorra?—Sí. —Era un pasamontañas, pero lo había enrollado para que pare
Una serie de ladridos confirmó los peores temores de Mike. Se reprendió a sí mismo por no anticiparse a la estrategia del FBI. Como excomandante de Operaciones Especiales, lo habían entrenado para tener en cuenta todas las opciones. En ese sentido, le había fallado al Comandante esta noche.Volvió por el camino traicionero, y se acercó a la cabaña a una velocidad que sabía que era imprudente. ¿Pero cómo se redimiría ante los ojos de Stanley si dejara que se llevaran a Kamila?A punto de llegar al claro, se apoyó en un árbol, recobró el aliento y observó su entorno.La luz vacilante de una linterna iluminaba las pequeñas hojas de los bosques que lo rodeaban. La voz de un hombre, engreída, pero teñida de desesperación, pronunció el nombre de Kamila.«Ella es mía», pensó Mike, levantando su rifle de francotirador. Al enfocar a través de la mira, se dio cuenta de que su objetivo estaba en el patio. Era el tercer agente, el hombre negro de piel clara, joven y en buena forma física. Mientra