¡No exageres!

—¡Ay! ¡Ay! No te detengas —le grita Montse a su esposo con la respiración entrecortada mientras siente cómo las sensaciones se apoderan de su cuerpo. En esos fugaces encuentros, donde lo único que necesitan es un poco de privacidad, se entregan sin reservas, dejando que el deseo tome el control y sus almas se fundan en medio del desenfreno de la pasión.

—Montserrat —llama Sarah a su puerta, pero no hay respuesta. Gira sobre sus tacones y se dirige al escritorio de la secretaria, Astrid—. ¿El señor Reimann está aquí? —La mujer sonrojada y con incomodidad, asiente, imaginándose la batalla candente que sus jefes deben tener. Hace unos meses insonorizaron la oficina, ya que los gritos de sus encuentros se escuchaban en todo el piso. —Creo que pronto veremos a otro, Reimann Walton —murmura Sarah, alejándose de la puerta.

Le envía un mensaje a Montse.

"Me adelantaré para almorzar con mi esposo y luego iré al castillo para ultimar los detalles de la decoración de la boda. Puedes seguir cop
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