Esas mujeres.

Capitulo 67

—Señor Montiel y señora Scott, quiero pedir la mano de su hija… Mi pequeña Doctora. Mi preciosa mujer —menciona Julio César arrodillándose ante ella, sonriendo nerviosamente—. Ella quedó sorprendida al verlo allí, con una cajita de terciopelo abierta, mostrando un hermoso anillo de compromiso con un diamante púrpura en el centro—. ¿Sabes qué te amo? —susurra tomando su mano con amor—. Con tu terquedad y ternura me robaste el corazón. Le diste luz a mi oscuridad y una razón por la cual vivir —el salón ha quedado en completo silencio.

Christopher abraza a su esposa. El brillo de los ojos de su yerno refleja las lágrimas que lucha por contener.

—La decisión es de mi princesa —manifiesta el padre, orgulloso de su hija, acercándose y brindándole un cálido beso en la frente.

—¡Oh, por Dios! — exclama Margaret, llevándose una mano a la boca, mientras las lágrimas brotan incontrolables de sus ojos, ante la emoción.

—No puedo vivir sin ti, trajiste luz a mi vida. ¿Quieres ser
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