V

Córdoba y yo nos dispusimos a darle un seguimiento a Tatiana Pérez, la bailarina, en parte porque de momento aparentaba ser la sospechosa más potencial y porque no habíamos logrado encontrar aún la dirección de Natalia Valverde. Así que la misma noche en que una joven adolescente era iniciada dentro de un culto satánico mediante un encuentro orgiástico inaugurado por el sacerdote, observamos desde nuestro vehículo encubierto la salida de la hermosa meretriz del burdel donde trabajaba.

 Abordó uno de los numerosos taxis que esperaban a la salida del local el cual arrancó de inmediato, y tras él nosotros.

 —¿Crees que vaya a ver a su novio mafioso importado de República Dominicana? —me preguntó Córdoba.

 —A lo mejor. Al fin y al cabo está saliendo de trabajar y debe estar cansada. A donde quiera que vaya es

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