Ariadna abrió sus ojos de par en par, observó la cara de desconcierto de Fernando.
—¿Disculpe cómo llamó a Fernando? —preguntó Ary y caminó hasta quedar frente a ella.
—Mi hijo —respondió Eugenia observando con curiosidad a la señora Grimaldi.
Ariadna soltó una risa irónica.
—¿Su hijo? —cuestionó bufando—. Después que lo abandonó a su suerte, a él, a su padre y a su hermano menor... ¿No le da vergüenza venir a buscarlo? ¿Qué clase de ser humano es? —investigó a manera de reclamo la señora Grimaldi, colocando sus manos a ambos lados de la cintura.
—Usted no es nadie para juzgarme —increpó Eugenia con seriedad.
—En efecto no tengo derecho a recriminarle, sin embargo, para Fernando, yo soy su madre —declaró Ariadna, llena de orgullo—. Yo lo encontré cuando era niño vendiendo en la calle, exponiéndose a tantos peligros, mientras uste
Esperemos que con terapia, estos chico superen sus traumas. ¿Esperaban que Kate perdonara a Fer?
En la mansión Blake, el señor de la casa sentado en el gran sillón de su escritorio en su despacho, observaba la fotografía de aquella mujer a la que en el pasado había amado, mientras permanecía sumido en los recuerdos de su juventud fue interrumpido por su hombre de confianza, el agente Smith: —Señor ya tengo el informe que me pidió —indicó el agente. Damián lo observó en silencio a espera de respuestas—: La persona a la que usted buscaba está muerta, falleció varios años atrás —pronunció Smith—. De la niña nadie sabe nada, al parecer la madre de la señora cumplió al pie de la letra con las órdenes que le dieron —informó el agente. Damián bebió de golpe un sorbo de whisky que minutos antes se había servido, su azulada mirada se volvió gris, su respiración se acortó. Se llenó de rabia y resentimiento, apretó con fuerza sus puños, ni siquiera podía expresar con exactitud lo que sentía en ese momento, ahora ya no tenía con quién des
Tiempo después. Varias semanas habían pasado desde que aquella mujer escapó del auspicio donde llevaba encerrada casi más de doce años. No recordaba nada, únicamente el rostro de su hija. La pobre mujer deambulaba por las calles, a su memoria no se veía el lugar donde vivía antes. Algunas personas al verla en esas condiciones se compadecían de ella, le regalaban monedas. No tenía un lugar para dormir, se reunía con el resto de indigentes que andaban por las calles, se arropaba con cartones y así pasaba las noches. Caminaba sin rumbo, soportando los terribles rayos del sol que cubrían esa mañana el cielo de la ciudad. Se sentía débil, no había comido bien en días, aunque ya estaba acostumbrada a eso, en el psiquiátrico la dejaban sin alimentarse varias veces. —¡Hey! —exclamó un joven—. Señora no puede estar aquí —gritó—. Estamos trabajando —soltó en tono molesto. —Solo q
Katherine, caminaba a paso lento, su enorme vientre no le permitía tener la agilidad de meses atrás. —¿Podrías apresurarte? —preguntó Fernando, pues iban retrasados a su primera charla, con la psicóloga que atendía en el centro comunitario. La doctora Paola Santillana, era una mujer de casi cincuenta años, de mirada dulce, siempre transmitía paz, calma, desasosiego, todas las tardes dos veces por semana, brindaba charlas. A la que asistían Kate y Fernando, hablaba de: Cómo curar las heridas emocionales de la infancia. —Fernando García, si quieres adelantarte... ¡Hazlo! —gruñó Kate, muy enojada, andaba muy irritable por su embarazo—. Eres un desconsiderado —resopló ella. —¡Dame paciencia, señor con esta mujer por favor! —exclamó él mirando hacia el cielo. Katherine resopló al escucharlo, frunció los labios.
En el departamento de Fernando, Tefa seguía tomando las fotos para el álbum de Ángela.—Una fotografía más y acabamos —afirmó la jovencita.—Ya estoy cansada —reclamó Kate. —¿Qué tantas fotos nos sacas?—Bueno después no se estén quejando de que no tome bien las imágenes— recriminó Tefa—, que te ves muy gorda Kate y bla bla bla —dijo la joven, y luego se dirigió a Fernando. —¿No tienes que irte a trabajar o hacer algo de provecho con tu vida?El agente García dejó sobre el desayunador el vaso con jugo de naranja que estaba bebiendo, entonces su mirada se clavó en la de la jovencita.—Para tu mala suerte Tefa, tengo algunos días libre. —Sonrió Fernando—,
Minutos después escucharon que le cantaron a Fernando el feliz cumpleaños, y él no tardó casi nada en aparecer en la alcoba. —Ya se fueron todos —indicó acercándose a Kate, le secó las lágrimas con un pañuelo—. Vamos al hospital —sugirió Fernando nervioso. Katherine gracias a la compañía de Ary, se sentía un poco más tranquila, sin embargo, el dolor era cada vez más fuerte. — ¿Puedes ponerte de pie? —preguntaron a la vez Tefa y Fernando. —Si me ayudan creo que si —respondió la joven. Los dos la apoyaron a ponerse de pie. Entre tanto Ary sacó la maleta de la chica y la pañalera. Fernando la sostenía de la cintura, casi al llegar a la puerta de la habitación Katherine sintió otra contracción tan fuerte que dobló su cuerpo, entonces la joven se quedó paralizada, y se asustó cuando percibió un líquido correr por sus piernas.
En la sala de espera Tefa caminaba impaciente, junto a sus padres y Leo.—¿Por qué se tardan tanto? —indagó la adolescente, preocupada.—No lo sé —respondió Leo.—Suele demorar —repuso Ary.En ese momento llegó el padre de Fernando algo agitado:—¿Ya nació mi nieta? —averiguó—No lo sabemos aún —expuso Tefa, dejando caer su cuerpo sobre un sillón.Fernando apareció sonriente, como jamás antes lo había hecho. Tefa de inmediato se puso de pie y caminó hacía él.— ¿Qué paso Fernando? ¿Cómo está Kate? ¿Ya nació? —indagó Tefa.—Ya pueden felicitarme —expres&
Kate, aún no había pensado en lo que iba a pasar después que saliera del hospital, lo más lógico era regresar a la casa del Padre Fausto, la joven se quedó pensativa al igual que Fernando.De pronto, risas y una voz muy singular se hicieron presentes, era Tefa, que llegaba a visitar a Kate.—A ti no te han enseñado que en un hospital se debe guardar silencio — regañó Fernando—Y tú ni siquiera por el nacimiento de tu hija, puedes dejar de ser tan amargado —recriminó Tefa—. ¡Quítate Grinch! —dijo pasando por delante de él—. Quiero conocer a tu hija, espero se parezca a Katherine, porque si salió a ti pobre niña. —Soltó una sonora carcajada.— Tefa, estás hablando de mi hija —recriminó Kate.&
Fernando, temeroso, nervioso tenía que preguntarle a Katherine que iba a pasar con ellos, él no iba a soportar separarse de ambas, así que ser armó de valor y hablo: —Katherine, te quería preguntar: ¿Qué va a pasar con nosotros? ¿Te vas a regresar a la casa del padre Fausto? —indagó con la voz temblorosa, observaba a la pequeña con nostalgia, no quería separarse de su hija. El corazón de Kate tembló, miró a su hija y luego elevó sus ojos hacia él: —Fernando, yo no sé qué hacer —declaró—. No quiero depender de ti, en la parroquia tenía mi trabajo, me gustaría volver a mis actividades y mi propio dinero —comentó—. Por otro lado, sé que es muy pronto para regresar a mis labores, Ángela está todavía muy pequeña y yo no tengo experiencia en esto de ser madre, si vuelvo a la casa del Padre Fausto, las señoras que trabajan en el centro me pueden ayudar, pero no siempre tienen tiempo disponible. <