Capítulo 26

La vida no es siempre una cuestión de tener buenas cartas, sino, a veces, de jugar bien una mala mano.

Jack London

Fue un milagro que Theresa pudiera dormir algo la noche anterior tras haberse acostado tan furiosa. Menuda desfachatez la del desquiciado de Leopold venirle a exigir sus derechos de esposo, pero al recordar la forma que se había hecho respetar hizo que se le pasara la mayor parte del enfado, una sonrisa apareció en su rostro al recordar el miedo que miró en el Barón al ver su mano bañada en sangre clavada con la enorme aguja de tejer

— Eres una maldita — soltó confundido y a la vez furioso, pero sin atreverse a acercarse.

— Ya no soy la misma, tú me cambiaste, te aconsejo que no vuelvas a venir a esta habitación porque la próxima vez no será tu mano la que pague las consecuencias.

El hombre creyó cada palabra que ella le decía al ver la repulsión y determinación con la que le hablaba.

No se atrevió a decir nada más y salió de su habitación.

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