Continuación inmediata del capítulo anterior.Bueno, era realmente sugestivo percatarse del cambio en el rostro y voz del chiquillo.—¿Y tú sí? —preguntó, solo… por mera curiosidad.—¡No! —Oh, ¿y ahora qué bicho le pico al mocoso?—. Bueno, sí, pero no es como lo estás pensando. Él es…—No me interesa —interrumpió—. Me voy. Ya desperdicié mucho tiempo aquí.—¿No puedes quedarte un poquito más? —Se colgó la mochila en el hombro derecho—. Puedo traerte otra taza de té y será por cortesía de la casa, ¿qué dices? Además, yo, como que quería hablar contigo.—Pero yo no quiero hablar contigo —replicó—. Escucha, si no fuera porque estuviste toda la tarde alrededor de ese chico, posiblemente me hubiera quedado un poco más. Te lo perdiste.Ups, lo último no era necesario decirlo en voz alta… Error. Y vaya que tremendo error. Una sonrisa descarada esbozó el chiquillo. Todo rastro de escepticismo o lo que fuera, se esfumó del rostro salpicado de pecas. Esas mismas que parecían constelaciones que
—Es insolente, metiche, molesto, grosero y dice las cosas sin filtros —imperó con desdén mientras gesticulaba con las manos al aire—. No lo soporto. Se la pasa diciendo que gusta de mi y encima de todo tiene la desfachatez de soltar sus perversiones —Exhaló un largo suspiro—. Me saca de quicio, pone al límite mi paciencia. Es descarado. ¿Y sabes qué dijo el otro día? —preguntó, yendo de un lado al otro, paseándose por el living—. Me dijo que tocaría sus cositas mientras gime mi nombre. Qué se cree, ¿eh?—Pues, creo que…—«Oh, sí, sigue así, Eliel, no pares, no pares» —espetó, imitando la voz chillona—. Y después me dice pervertido —Fregó las manos a su rostro—. Me dijo pervertido, ¡a mí! Él es el jodido pervertido, no yo. Maldito mocoso insolente.—¿Acabaste de maldecir y despotricar contra ese chico?—¡No! —exclamó enervado—. Al niño le hace falta mano dura. Le hace falta una estricta educación; alguien capaz de enseñarle modales apropiados, alguien que, de ser necesario, le dé unos
No pudo concentrarse en el trabajo, al menos no del todo. Cometió un par de errores al hacer una lista con pedidos de insumos. Era como si su mente se hubiese dividido en dos partes desiguales. Sí, desiguales porque el treinta o cuarenta por ciento de sus pensamientos se trataban de dar lo mejor de sí para realizar un buen desempeño laboral y el restante de sus pensamientos eran referentes a centenares de imágenes del chiquillo insolente y de todo lo que imaginaba hacer si tuviera… No, nada de cavilaciones inmorales, en lo absoluto.Carajo, él era un chico centrado y eficiente. No necesitaba distracciones… Algo así.Como pudo, despejó la cabeza. Lo nefasto era que pensar en los cachorritos lindos ya no funcionaba porque, de alguna retorcida manera, ahora comparaba lo tierno y bonito de esos perritos con la actitud dulce del mocoso insolente y...—Eliel, mandaste la misma lista dos veces al departamento de ventas.La voz de su jefe lo sacó de sus reflexiones.—Lo siento, no volverá a o
Continuación inmediata del capítulo anterior.En serio, ¿acaso era mucho pedir al Señor que le permitiera beber tranquilo una taza con té y leer su libro sin que nadie lo molestara? Porque Eliel solo quería eso… Y ahora su mente estaba imaginando cosas que no eran de Dios y todavía podía sentir las palmaditas contra su espalda.—¿Estás bien? —No, no lo estaba—. Ay, fue mi culpa. Lo siento.—Tú… ¿Cuál es tu jodido problema? —preguntó, sosegando la tos.—Que yo supiera ninguno. ¿Por qué? —cuestionó el chico.Eliel inhaló hondo. El chico volvió a sentarse frente a él, sin quitar la mirada jocosa ni borrar la sonrisita socarrona.—No puedes decir esas cosas así porque sí —Negó con la cabeza, su paciencia llegando al límite—. Agradece que nadie lo escuchara porque, por el contrario, tendría serios problemas. Además, ¿qué es eso de señor? En serio, no digas cosas como esas. Alguien puede malinterpretar.—Bah, nadie está prestándonos atención —Descarado chiquillo—. Estamos alejados de todos,
Continuación inmediata del capítulo anterior.¿Por qué ese tono de voz rota le estaba haciendo algo dentro de sí, justo en su pecho? No lo sabía, pero tampoco quería saberlo… Aun así, era mejor ser directo y sin filtro, ¿verdad?—Ya te lo dije —profirió exasperado, su santa paciencia siendo colmada—. No soy el chico indicado para ti, tengo… Tengo cosas que no… —Inhaló y exhaló hondo y continuó—: No soy para ti, Noam.—Déjame decidir eso por mi —Bueno, adiós tono quebradizo, hola tono de voz severa—. No puedes decirme qué es lo que me conviene. No puedes decidir por mí y en lo que a mí respecta, tú me gustas mucho, Eliel. Sí, es cierto, tengo esta personalidad extrovertida, pero puedo ser mejor persona, puedo…—¿Qué es lo que quieres, Noam? —preguntó—. ¿Qué quieres conseguir con todo esto? Ya te di mi punto de vista, ¿por qué tendría que cambiarlo? Además, no deseo que modifiques tu personalidad. Es solo que no va conmigo, eso es todo.—Que tal conocernos, comenzar de nuevo —propuso Noa
Continuación inmediata del capítulo anterior.Lo había dicho en voz alta, ¿verdad? Sí. Ahora no había manera de dar vuelta atrás y no es como si quisiera dar vuelta atrás… Además, no creía que hubiera algo de malo en…—No dejo que me toquen en la primera cita —Sí, había algo… Oh, Dios, ¿estaba a tiempo de arrepentirse? Quizá… —. Ay, Diosito, ¿me llevarás a tu casa?—Ya me estoy arrepintiendo —bramó entre dientes.—Bien, bien —Vio de soslayo al chiquillo incorporarse de la silla—. Iré a terminar mis obligaciones de gerente.—Gerente irresponsable —espetó, con una pizca de humor en la voz.—Pero te gusta —Miró fijo al mocoso. Bueno, sí, le gustaba—. ¿Después de la tercera cita puedo comenzar a llamarte Daddy?—Noam —enfatizó.—Ya, está bien. Dios, que humor tan ácido como un limón —Inevitablemente, dibujó una sonrisa. Maldito chiquillo—. Ay, una sonrisa, me gané una sonrisa. Fui alabado con una sonrisa.El chico se paró a su lado.—Noam —enunció—. Vete de una vez a cumplir con tus oblig
Las cosas no podían ir de mal en peor o… Bueno, quizá sí.No sabía cómo denominar a la nueva etapa que estaba experimentando, no sabía cómo ni de qué manera explicar las emociones que nacían en su pecho cada que lo tenía cerca y, la realidad —por ahora—, tampoco quería saber. Él estaba bien, se sentía bien y mientras continuara de esa forma no tenía por qué razón buscar la quinta pata al gato.Desde de que aceptó conocer al chiquillo fuera del entorno común de ambos (la cafetería), había descubierto un par de cosas que antes las pasó por alto o que no le había dado mucho interés.Aquella tarde-noche que lo invitó a cenar a su casa, no esperó llevarse más de una sorpresa. Primero, si antes creía que Noam era el niño más bonito que había visto en su vida estado vestido con el uniforme de trabajo, verlo vistiendo ropa casual, bueno, digamos que contener la respiración ante semejante vista fue poco. El chico era la viva imagen de inocencia, a simple vista y percepción, pero luego de que a
En serio, no quería enojarse con su compañero… Pero Milo estaba agotando su paciencia y...—Ya, no hace falta que te lo tomes tan a pecho, Etiel, fue una broma y…—A la mierda —bramó, perdiendo toda la paciencia que le quedaba—. Me has hecho enojar en serio —Se acercó peligrosamente a Milo—. Pon atención a esto —Hundió un dedo en el pecho del chico, sin importarle si ejercía mucha presión y habló entre dientes—: No vuelvas a pronunciar mal mi jodido nombre, lo haces a propósito. Y otra cosa, haz tu maldito trabajo de una buena vez.Empujó a Milo contra la pared más cercana, notando cómo el color abandonaba el rostro del chico, tornándose pálido de pronto.—Bien, bien. Cálmate… —balbuceó Milo—. No era mi intención hacerte enojar. Lo siento. Por favor, discúlpame.Inhaló hondo… Exhaló lento, dejando que el enojo se desvaneciera lentamente de su sistema.—Vete de una buena vez y trae esas grapadoras —demandó.Sin emitir una palabra, Milo se alejó a pasos rápido en dirección al depósito.