En serio, no quería enojarse con su compañero… Pero Milo estaba agotando su paciencia y...—Ya, no hace falta que te lo tomes tan a pecho, Etiel, fue una broma y…—A la mierda —bramó, perdiendo toda la paciencia que le quedaba—. Me has hecho enojar en serio —Se acercó peligrosamente a Milo—. Pon atención a esto —Hundió un dedo en el pecho del chico, sin importarle si ejercía mucha presión y habló entre dientes—: No vuelvas a pronunciar mal mi jodido nombre, lo haces a propósito. Y otra cosa, haz tu maldito trabajo de una buena vez.Empujó a Milo contra la pared más cercana, notando cómo el color abandonaba el rostro del chico, tornándose pálido de pronto.—Bien, bien. Cálmate… —balbuceó Milo—. No era mi intención hacerte enojar. Lo siento. Por favor, discúlpame.Inhaló hondo… Exhaló lento, dejando que el enojo se desvaneciera lentamente de su sistema.—Vete de una buena vez y trae esas grapadoras —demandó.Sin emitir una palabra, Milo se alejó a pasos rápido en dirección al depósito.
Las puertas del elevador se abrieron. El trayecto esta vez le resultó muy corto. Bueno, no estaba mal. Caminó a la par de su compañero y salieron del edificio. Una paz se adueñó de Eliel. Era… agradable.—Bueno, supongo que nos vemos maña…—¿Quieres ir a por un té? —preguntó súbitamente.La pregunta se le escapó sin pensarlo. Miró de soslayo al chico, el rostro de Milo estaba lleno de asombro. Supuso que no era para menos, hasta él se sentía un tanto sorprendido ante semejante pregunta. ¿Qué tan descabellado sería ir a tomar un té con su compañero de trabajo? De hecho, de descabellado no tenía nada; lo que sí era descabellado era que se trataba de Milo, ¡Jesús! Debió pensar antes de soltar semejante pregunta.—Eh… ¿Seguro?Dudó, pero ya no podía dar marcha atrás.—Sí, vamos —enunció. Comenzó a caminar, Milo a su lado—. Conozco la mejor cafetería. La única que sirve una gran variedad de exquisitos tés. En lo personal, me gusta solo uno.—Eso suena bien para mí —alegó Milo.Asintió. No,
Continuación inmediata del capítulo anterior.Bien podría aprovechar esta oportunidad y comenzar desde cero. Eliel estaba empezando a darse cuenta de muchas cosas; de detalles que antes no le fueron relevantes. Bueno, ahora era un buen momento para sí dar importancia a esos detalles. Milo le había contado cómo fue su vida y era un poco mucho diferente a la suya.—¿A qué se dedican tu padres? —preguntó, con una pizca de curiosidad.—Ambos son antropólogos —replicó Milo, con algo de orgullo en su voz—. Puede que ya no se la pasan viajando, pero ahora mismo están colaborando para una ONG de no sé dónde ni investigando qué.—Oh, una profesión bastante, eh, ¿ajetreada? —inquirió. No sabía qué decir y sintió algo de pena para consigo mismo.—Se podría decir que sí —concordó Milo. Eliel dio otro sorbo de té—. La cuestión, como que tuve un momento de lucidez algo retorcida y quise vengarme de alguna forma por todo lo que pasé en mi adolescencia. Misma razón del por qué soy, bueno, un cotilla
No sabía cómo explicar o qué pensar de lo que acababa de pasar. Eliel en serio esperaba algún comentario despectivo o algo por el estilo por parte de su compañero y…—Supongo que hay algo de razón en lo que dices, pero yo no soy la mayoría de las personas —Soltó un pequeño suspiro de alivio—. Eliel, lo que menos me importa de ti es de quien te enamores. Es tu vida y eso está más que bien para mí. Solo, trata de que no me mate, ¿de acuerdo?—No, no lo hará —imperó, esbozando una sonrisa sincera—. Él es como un tierno cachorrito que está aprendiendo a ladrar. Te da más ternura que miedo.—Hazte a un lado —Se sobresaltó en su lugar y levantó la mirada—. Córrete más allá. ¡Ay!, no lo dije en ese sentido —Abrió y cerró la boca… —. Tienes que hacer espacio para mi silla —A regañadientes, se puso de pie y deslizó su silla—. Muy bien, ahora nos traerán otra ronda de té y café para Melo.—Es Milo —corrigió su compañero.Debía ser alguna clase de sueño porque no podía ser verdad que tenía al mo
Eliel no era de esas personas que se irritaba con cualquier cosa o situación. En teoría. Suponía que tampoco era de esas personas que sentían celos por cualquier nimia situación que —ante los ojos de los demás— era tan normal, teniendo en cuenta el tipo de trabajo de la otra persona que se supone estaba conociendo como algo más. Sí, Eliel se consideraba una persona centrada y racional o eso creyó hasta hace un par de semanas atrás.Se juró a sí mismo que no vería cosas que no eran, que no comenzaría a cavilar ante cualquier anomalía que disparara en la rutina de cada día del chico del cual se estaba apegando cada un poco más. Se prometió que continuaría siendo la misma persona de siempre, un chico trabajador, un poco nerd, amante del té de miel y limón, responsable, centrado y… ¡A la mierda! Ni siquiera recordaba cómo había sido su personalidad antes de conocer al chiquillo insolente. Noam presionaba los botones correctos para transformarlo en una persona completamente distinta a como
El silencio que siguió fue intenso, pero no incómodo. Eliel repasaba las palabras dichas por Milo en su mente. ¿En qué momento se enamoró? ¿Era amor o simplemente atracción lo que sentía? Aunque si fuera solamente atracción ya hubiese hecho algún movimiento, pero algo siempre lo detuvo. Reconoció que no quería únicamente una aventura de una noche. Si ese fuera el caso, lo hubiese hecho hace mucho, cuando invitó a Noam a su departamento. Por lo tanto, si no era eso, era…—Oh, carajo. Mierda —bramó por lo bajo.—Ahí lo tienes —profirió Milo, con una amplia sonrisa—. Te acabas de dar cuenta. Eso es bueno.—¡Dios! —exclamó entre dientes—. No puedes decírselo, te lo prohíbo. Por ningún motivo Noam debe enterarse de…—¿De qué no me tengo que enterar?Ahogó sus palabras. Luchó contra el impulso de salir huyendo. No, él no era un maldito cobarde, pero…—Eliel acaba de tener una revelación —profesó Milo.Amplió los ojos y negó casi histérico con la cabeza en torno a Milo. Milo se encogió de ho
¿Por qué no podía hablar? ¿Por qué de pronto sentía un nudo en su pecho? Le dolía y no…—Yo, de alguna u otra manera, siempre supe que esto no funcionaría, pero con mi personalidad, un tanto retorcida, quise convencer a Eliel de algo que, bueno, no tiene caso. E incluso me convencí a mi mismo de que podría tratar de… —La sonrisa triste en los labios rojizos del chiquillo lo empujó más lejos de todo—. De tratar de enamorar a Eliel. No funcionó. Y pasará, está bien. Con el tiempo mis sentimientos se irán disolviendo, es solo que…—No, aguarda, Noam —espetó, casi inaudible—. Qué se supone que eso significa esto. No entiendo lo que…—Significa que eres un chico libre, Eli —La tristeza acaparó el semblante sonriente de Noam—. No te molestaré, no diré nada fuera de lugar, serás un cliente más. El mismo cliente que fuiste antes de que yo apareciera por la cafetería.—Mocoso insolente, eres…—No, ya no más mocoso, Eliel —Se encogió en la silla y en nudo en su pecho comenzó a crecer—. Ahora, s
Inhaló y exhaló hondo y comenzó a caminar rumbo al mostrador. Se colocó su mejor cara de póker; por nada del mundo dejaría que los sentimientos se apoderaran de sus acciones o reacciones, no por ahora y menos delante de la chica. Eso lo reservaba para Noam.—Noam —llamó, con tono serio y adusto.El niño borró todo rastro de alegría de su rostro y alzó la barbilla, pretendiendo meterse en el papel de gerente. A su percepción, no lo consiguió.—¿Puedo ayudarte en algo? —preguntó Noam.Já, como si de pronto ese tono profesional provocase algo en Eliel. Bueno, de hecho, sí provocaba algo, pero tan rápido llegaron ciertos pensamientos a su mente, los alejó. Nada de cosas raras, no cuando tenía otra cosa más importante que decir.—Sí, me puedes ayudar en algo —espetó entre dientes—. ¿Tienes algunos minutos? Necesito tratar un asunto privado contigo.—Ve, Noam —alentó la chica.«Sí, ven, Naom», pensó, con un toque de ironía.—Está bien, me tomaré cinco minutos —Bueno, tiempo suficiente para…