No sabía cómo explicar o qué pensar de lo que acababa de pasar. Eliel en serio esperaba algún comentario despectivo o algo por el estilo por parte de su compañero y…—Supongo que hay algo de razón en lo que dices, pero yo no soy la mayoría de las personas —Soltó un pequeño suspiro de alivio—. Eliel, lo que menos me importa de ti es de quien te enamores. Es tu vida y eso está más que bien para mí. Solo, trata de que no me mate, ¿de acuerdo?—No, no lo hará —imperó, esbozando una sonrisa sincera—. Él es como un tierno cachorrito que está aprendiendo a ladrar. Te da más ternura que miedo.—Hazte a un lado —Se sobresaltó en su lugar y levantó la mirada—. Córrete más allá. ¡Ay!, no lo dije en ese sentido —Abrió y cerró la boca… —. Tienes que hacer espacio para mi silla —A regañadientes, se puso de pie y deslizó su silla—. Muy bien, ahora nos traerán otra ronda de té y café para Melo.—Es Milo —corrigió su compañero.Debía ser alguna clase de sueño porque no podía ser verdad que tenía al mo
Eliel no era de esas personas que se irritaba con cualquier cosa o situación. En teoría. Suponía que tampoco era de esas personas que sentían celos por cualquier nimia situación que —ante los ojos de los demás— era tan normal, teniendo en cuenta el tipo de trabajo de la otra persona que se supone estaba conociendo como algo más. Sí, Eliel se consideraba una persona centrada y racional o eso creyó hasta hace un par de semanas atrás.Se juró a sí mismo que no vería cosas que no eran, que no comenzaría a cavilar ante cualquier anomalía que disparara en la rutina de cada día del chico del cual se estaba apegando cada un poco más. Se prometió que continuaría siendo la misma persona de siempre, un chico trabajador, un poco nerd, amante del té de miel y limón, responsable, centrado y… ¡A la mierda! Ni siquiera recordaba cómo había sido su personalidad antes de conocer al chiquillo insolente. Noam presionaba los botones correctos para transformarlo en una persona completamente distinta a como
El silencio que siguió fue intenso, pero no incómodo. Eliel repasaba las palabras dichas por Milo en su mente. ¿En qué momento se enamoró? ¿Era amor o simplemente atracción lo que sentía? Aunque si fuera solamente atracción ya hubiese hecho algún movimiento, pero algo siempre lo detuvo. Reconoció que no quería únicamente una aventura de una noche. Si ese fuera el caso, lo hubiese hecho hace mucho, cuando invitó a Noam a su departamento. Por lo tanto, si no era eso, era…—Oh, carajo. Mierda —bramó por lo bajo.—Ahí lo tienes —profirió Milo, con una amplia sonrisa—. Te acabas de dar cuenta. Eso es bueno.—¡Dios! —exclamó entre dientes—. No puedes decírselo, te lo prohíbo. Por ningún motivo Noam debe enterarse de…—¿De qué no me tengo que enterar?Ahogó sus palabras. Luchó contra el impulso de salir huyendo. No, él no era un maldito cobarde, pero…—Eliel acaba de tener una revelación —profesó Milo.Amplió los ojos y negó casi histérico con la cabeza en torno a Milo. Milo se encogió de ho
¿Por qué no podía hablar? ¿Por qué de pronto sentía un nudo en su pecho? Le dolía y no…—Yo, de alguna u otra manera, siempre supe que esto no funcionaría, pero con mi personalidad, un tanto retorcida, quise convencer a Eliel de algo que, bueno, no tiene caso. E incluso me convencí a mi mismo de que podría tratar de… —La sonrisa triste en los labios rojizos del chiquillo lo empujó más lejos de todo—. De tratar de enamorar a Eliel. No funcionó. Y pasará, está bien. Con el tiempo mis sentimientos se irán disolviendo, es solo que…—No, aguarda, Noam —espetó, casi inaudible—. Qué se supone que eso significa esto. No entiendo lo que…—Significa que eres un chico libre, Eli —La tristeza acaparó el semblante sonriente de Noam—. No te molestaré, no diré nada fuera de lugar, serás un cliente más. El mismo cliente que fuiste antes de que yo apareciera por la cafetería.—Mocoso insolente, eres…—No, ya no más mocoso, Eliel —Se encogió en la silla y en nudo en su pecho comenzó a crecer—. Ahora, s
Inhaló y exhaló hondo y comenzó a caminar rumbo al mostrador. Se colocó su mejor cara de póker; por nada del mundo dejaría que los sentimientos se apoderaran de sus acciones o reacciones, no por ahora y menos delante de la chica. Eso lo reservaba para Noam.—Noam —llamó, con tono serio y adusto.El niño borró todo rastro de alegría de su rostro y alzó la barbilla, pretendiendo meterse en el papel de gerente. A su percepción, no lo consiguió.—¿Puedo ayudarte en algo? —preguntó Noam.Já, como si de pronto ese tono profesional provocase algo en Eliel. Bueno, de hecho, sí provocaba algo, pero tan rápido llegaron ciertos pensamientos a su mente, los alejó. Nada de cosas raras, no cuando tenía otra cosa más importante que decir.—Sí, me puedes ayudar en algo —espetó entre dientes—. ¿Tienes algunos minutos? Necesito tratar un asunto privado contigo.—Ve, Noam —alentó la chica.«Sí, ven, Naom», pensó, con un toque de ironía.—Está bien, me tomaré cinco minutos —Bueno, tiempo suficiente para…
Continuación inmediata del capítulo anterior.Inhaló y exhaló hondo varias veces, sosegando el enojo. Miró fijo los ojos del mocoso y se percató del tenue miedo emergiendo de ellos. Se maldijo una y otra vez.—Jamás te haría daño, Noam —musitó—. Seré un tipo malhumorado, un idiota enojón, un maldito espurio que es incapaz de darse cuenta de muchas cosas, pero nunca te lastimaría del modo que pensaste.—Eliel, ¿qué…?—¿Te estoy haciendo daño? —cuestionó, en un susurro.—No, no de esa manera —Había algo brotando en su interior, algo tomando forma, algo que necesitaba decir, hacer… —. No entiendo. No te entiendo, Eliel. Pensé que después de todo tú…—No quiero sentir esto, mocoso —susurró, paseando los ojos por cada recoveco del rostro ajeno—. No quiero sentirme celoso, no quiero sentirme posesivo, no quiero ser así. De hecho, no soy así y luego llegas tú y modificas todo. Y lo detesto porque ya no hay manera de volver atrás.—Me gustas, Eli —¡Ay, por amor a todo lo jodido! Eliel estaba
Se dirigió hacia la misma mesa, retiró la silla y se sentó parsimonioso. Dio una mirada fugaz al entorno, todo seguía igual a como lo recordaba. Inhaló gustoso el intenso aroma a café que parecía venir de cada rincón de la estancia. Y no, a él no le gustaba beber café, pero no necesariamente significaba que no le agradara el aroma. Él optaba por algo mucho más…—Disculpe la demora, aquí tiene su té —espetó alguien.Asintió, sin quitar la mirada de la persona que se marchaba nuevamente a retomar las tareas cotidianas de su trabajo.Inhaló el perfume que desprendía la humeante taza. Sí, esa esencia era mucho más gustosa que la del café.Esbozó una sonrisa nostálgica antes de dar el primer sorbo. Y mientras degustaba el té de miel y limón, en su mente comenzaron a brotar los recuerdos. Recordó la primera vez que entró a la cafetería y de cómo había quedado hechizado por la tranquilidad de esta; de cómo prefirió la mesa más apartada del bullicio de los demás clientes, de la voz suave de l
Su teléfono vibró dentro del bolsillo del pantalón. Echó una mirada hacia la izquierda; Luisa lo observaba con una ceja arqueada.—Como que tengo que ir al…—Sin excusas. Ve y atiende el teléfono —Una sonrisa de disculpas esbozó en torno a la chica—. Quita esa sonrisa mal disimulada. Ahora ve y habla con tu novio, gerente irresponsable.—¡Hey!, soy un buen gerente —espetó, arrugando la nariz.Luisa rió por lo bajo, negando con la cabeza. Se llevaban más que bien, al punto de confirmar que eran buenos amigos y cómplices cuando necesitaban cubrirse las espaldas por ciertos asuntos nada referente a la cafetería.Imitando un intento de puchero, cruzó las puertas vaivén, rumbo a la zona más alejada del bullicio de las personas y del personal.~*~El calor trepó por sus mejillas mientras contemplaba la imagen en su teléfono. Já, luego Eliel tenía el descaro de llamarlo insolente a él.«—Quiero mi té de miel y limón» —espetó en un susurro el mensaje al pie de la fotografía.Era injusto que s