Capítulo 41

En cuanto Layla cerró la computadora, su celular sonó.

Al ver el nombre en la pantalla maldijo por lo bajo, su plan se había complicado un poco y lo que menos necesitaba en esos momentos era que su suegra la llamase. Apoyó su cabeza en el asiento, con sus ojos cerrados atendió.

—¿Hola? —habló.

—Pasa por casa temprano, tenemos que comprobar todo para la fiesta de mañana. —Layla se sentó recta de golpe.

Había olvidado la maldita fiesta de cumpleaños, sus ojos miraron a su primo, llorosos, lo que menos quería Layla era salir a planear cosas con esa gente. Lo peor de todo era que debía de felicitar y ver que todo salga perfecto para una de las tantas personas que arruinaron su vida, fingiendo una voz alegre contestó:

—Claro, nos vemos en un rato.

La rubia colgó la llamada, Matías, con mucho cuidado de no despertar a su bebé, lo metió en su sillita. En cuanto su esposa se sentó en la parte trasera junto a su hijo el hombre tomó su pu
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