Jackson se acercó a aquella rubia que con sus bonitos ojos buscaba una rápida salida para alejarse de la persona con la que se encontraba hablando. Sin quererlo escuchó las palabras de la anciana que, aunque trataba de usar un tono bajo de voz, no logró su cometido pues, no solo Jackson se había vuelto en su dirección, varias miradas lo hicieron y cuchicheos se oyeron.
Layla no esperaba demasiado de su indiferente familia, pero su abuela había comenzado a enloquecer al no oír la respuesta que esperaba por parte de la joven, los padres de su esposo se acercaron a ella y de forma algo brusca su suegra la jaló del brazo.—¿No estás en cinta?— Sus ojos serios y fríos la miraban fijo, si su boca soltaba la respuesta que la mujer no deseaba escuchar lo más probable sería que la colgarían ahí mismo.—No.Una respuesta que salió por si sola, Layla fue arrastrada con furia del brazo hasta la vacía cocina, detrás de ellas venía media familia, la rubia lo qLayla se soltó del agarre de Jackson mirándolo con el ceño fruncido, el castaño agachó la mirada, si la rubia se enojaba con su persona tenía toda la razón, acababa de ser un completo idiota, sin darse cuenta, creyendo que sería una simple broma había, tal vez, herido sus sentimientos. Jackson no pensó en que sería incómoda para Layla la situación, él no tenía idea de hasta donde llegaba la cercanía con su esposo, pero estaba seguro de que sabía que Lucille no era nada más que una simple amiga. Los ojos negros no lograban ocultar sus sentimientos por completo, Jackson pudo notar el cambio en ellos al ver a la bella castaña que se encontraba con Henry, varias emociones se encontraban revueltos en ellos. Hasta ese momento Layla trató de respirar con calma, no podía flaquear en esos momentos, debía cerrar su corazón y apagar la parte de su cerebro que provocaba tales emociones confusas en su interior. Henry observó como su esposa desaparecía de su vista, siendo arrastrada por
—Tu esposa fue capaz de drogar a su propio hijo—Henry se sentó junto a su padre, sin poder creer la información que sus mucamas le habían dado. —Si no fuera por las cámaras de vigilancia que captaron sus actos, — su padre miraba a su alrededor con preocupación, nervioso. —me cuesta creerlo pero, viendo todo lo que han estado haciendo últimamente no es para nada extraño. —No se de que lo que estás hablando, hijo. —el hombre volvió su vista al libro en sus manos, tratando de quedar fuera de ese asunto entre su esposa e hijo. —Tú sabes muy bien de lo que estoy hablando, ella puso drogas en aquella cena haciendo que...que no pensara. —habla con seriedad, recordando la noche con su esposa. —Tu madre solo quiere que tengan una mejor relación con Layla. —Henry estaba aguantando las ganas de lanzar todo lejos, cada día toleraba menos el comportamiento desinteresasado que su padre mostraba. —Ella y todos ustedes lo único que quieren es dinero, que no d
El día del encuentro llegó, los esposos no habían vuelto a hablar luego de la fiesta de cumpleaños del abuelo, Layla no contestaba a las llamadas de Henry, mucho menos leía o respondía a sus mensajes. Henry quería explicar lo que había pasado esa noche, que todo había sido un accidente, que su madre los había drogado de una forma de no creer, el castaño estaba desesperado por verla, pero no encontraba oportunidad, era como si el destino se empeñara en arruinar sus encuentros. Lo maximo que había llegado a ver de su esposa en los ultimos días era su bella y pefecta espalda que era cubierta por la puerta principal siendo cerrada con fuerza, cada que salian llegaban en destiempo, no lograban coincidir para lograr dar su explicación.Bastante cansado se sentó en una de las sillas de la gran mesa de la sala de reuniones de su nueva compañia, mirando el reloj que no parecía correr los minutos, Henry creía que desde hace veinte minutos que el reloj se detuvo en las catorce con cua
Henry se pasó las manos por su rostro con frustración, no lograba concentrarse, tenía la imagen de su esposa en la cabeza, las palabras tan extrañas que sus labios soltaron, de solo imaginar no volver a verla su corazón dolía, sentía una opresión en el pecho que le dificultaba respirar, nunca se había sentido así, esperaba verla todos los días, por las mañanas se levantaba temprano para encontrarse con ella en el pasillo, trataba de sacar conversación a la hora del almuerzo cuando se reunian con los demás socios y empleados de su empresa, pero no había forma de hacer que Layla le prestara de su atención fuera de horario laboral y él se sentía invisible, por primera vez en sus casi veinticinco años de vida, se sentía invisible. Lorenzo se sentó justo frente a él, bebiendo un té de color verde que a simple vista a Henry le causaba nauseas, pero a su mejor amigo parecía gustarle de forma increible. El chico de mirada brillante y alegre sonrió de lado, entregando un sobre a su
Layla despertó luego de dormir tres horas, había llegado tarde a casa la noche anterior y demasiado cansada, pero todo eso había pasado a segundo plano cuando vió a su esposo, se sentía horrible al casi besarlo, odiaba que Henry se adueñara de sus emociones de aquella forma, de sus acciones como esa noche, odiaba que la mirara de esa forma dulce a la que no estaba acostumbrada, odiaba que su tonto corazón bombeara a lo loco de solo recodar lo cerca que habían estado, pensó en lo que pudo haber pasado si el anciano de los Harper no hubiera estado ahí, lo que hubieran hecho si nadie los interrumpia.-Debo estar loca.Se levanta con peresa, algo mareada, dormir poco en pleno trabajo pesado no era algo bueno. Tenían que presentar este proyecto antes de un mes y solo tenía una oportunidad, no podía darse el lujo de tener distracciones en esos momentos, estaba cerca de graduarse y cumplir con su objetivo de tomar todo de su familia y los Harper, ahora no era momento para
Ambos jovenes se volvieron cercanos, Henry logró ayudar con el proyecto con el que su esposa y compañeros tanto luchaban, medio mes había transcurrido hasta el día de hoy; Layla se encontraba hablando sobre sus ideas implementadas en el proyecto, esperando poder hacer entender sus palabras a sus compañeros y demás socios, Henry se encontraba maravillado con la persona frente a él, la joven se veía tan inmersa en su trabajo que le parecía increíble, no entendía como era que se veía tan perfecta simplemente hablando, tal vez era debido a esa gran sonrisa en su rostro o la pequeña mueca que se le escapaba sin darse cuenta cuando alguna persona la interrumpía. Lorenzo pasó su atención a su mejor amigo sentado a su lado, la mirada azul no se despegaba de la chica rubia frente a ellos, Henry tenía una cara algo tonta según su amigo, Lorenzo notaba ese comportamiento extraño en el castaño, su respiración pesada y lo embobado que quedaba al ver a su esposa, aunque el hombre se lo
Layla despertó debido a las náuseas esa mañana, su esposo se encontraba durmiendo a su lado pero gracias a los ruidos se despertó yendo hacia el baño en el cual su esposa no dejaba de vomitar, tocó la puerta con preocupación, la rubia se estaba esforzando mucho en el trabajo, se le notaba cansada y con sueño. —Déjame entrar. —pidió el hombre tocando la puerta con suavidad. —Estoy bien, ya pasó. —dijo Layla mientras enjuagaba su boca. Abrió la puerta del baño para ver la cara de su esposo, el hombre estaba a centímetros del rostro ajeno, Layla le sonrió y la palma de la mano del hombre con el que se encontraba casada se posó sobre su frente, ambos corazones latiendo con rudeza, tan rápido que dolía. Henry bajó la mano con lentitud hasta la mejilla sonrojada de la chica de ojos negros, la mano pasó a la nuca y sus frentes se juntaron, Layla no sabía que hacer, se encontraba helada en su lugar, el comportamiento de su esposo cada día era más extraño y le d
Henry aún no procesaba las palabras de su amigo, le dolía lo que había escuchado, ¿hasta donde su propia familia era capaz de hundirlo? Tragó antes de que su temblorosa mano buscara su celular en el bolsillo interior de su saco, marcó el número de Layla y avisó que no llegaría a la reunión que tenían programada para esa tarde, necesitaba calmar sus nervios antes de volver al trabajo. —Maldita sea. —susurra en cuanto su pierna golpea el escritorio, deja ir un suspiro volviendo a sentarse. —¿Que debo hacer ahora? Layla se sostuvo de la mesa, un mareo terrible hizo su mundo dar vueltas, observó a su alrededor, su respiración era agitada, la sentía pesada. Las náuseas volvieron a ella, sus ojos se volvieron vidriosos y casi no podía mantenerse de pie, algo asustada llamó en susurros a su esposo pero este no se encontraba en la sala, recordó que hacía un rato había llamado para avisar que no podría asistir, no resistió más tiempo, se preparó para el golpe contra el su