Capítulo 40

Después del almuerzo Henry llevó a su esposa a un pequeño parque que hacía tiempo no frecuentaba. Se sentó en uno de los tantos bancos y Layla a su lado, la joven tiritaba de frío, al caer la tarde el frío se intensificó, la rubia se acercó aún más al cuerpo de su esposo, Henry sonrió, se quitó tu saco y lo colocó con cuidado sobre los pequeños hombros de la chica.

—¿Y este milagro? ¿Por qué de la nada me cuidas tanto? —Pregunta, colocando de forma correcta el abrigo sobre sus hombros.

—Tú misma lo dijiste, lo mejor es llevar la fiesta en paz. —sus brazos se estiraron a lo largo del respaldo del banco. —Si te trato bien y te cuido, será más fácil fingir que...nos amamos.

Layla agachó la mirada, sus ojos pasaron del suelo a su esposo, trago y dejó ir un suspiro, los ruidos de los vehículos pasando a sus espaldas era lo único que  podían oír, la rubia abrió la boca para hablar pero no estaba segura de qué palabras usar. Su cabeza se apoyó en el hombro del
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