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Un hombre llegó a saludarlos y Marissa se quedó un poco asombrada al verlo. Era alto, unos centímetros más que David, de cabellos oscuros, ojos claros y tez canela; una barba poblada y cerrada que le quedaba perfecta. ¿Qué le ponían al agua de este barrio? Se preguntó.

—Creí que ya no llegabas –dijo el hombre sonriendo y dirigiéndose a David, y Marissa elevó ambas cejas cuando la miró a ella significativamente—, pero ahora entiendo que te demoraras.

—Sí, tuve mucho trabajo en la oficina –respondió David sonriendo también—. Feliz cumpleaños, Maurice.

—Ah, ¿eres tú el que cumple años? –Preguntó Marissa.

—Treinta años, mi querida –contestó él poniendo en sus manos una bebida—. Bienvenida, estás en tu casa.

—Gracias&

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