Capítulo 16. Alegría ausente.
Días después…

Seminario americano, Los Ángeles.

Un ligero murmullo se cuela por la ventana de Elijah, junto con los feroces gritos silentes de la culpa. Es imposible para él ver a su padre a los ojos, se siente culpable de aquel sencillo beso que Zoé le propinó, considera que ha traicionado su confianza. A pesar de ser un joven ecuánime y centrado, es un hombre sencillo que todavía desconoce lo complicado del mundo, donde el deseo y las bajas pasiones se ciernen equivocadamente hasta aturdirlo por completo.

Llega el padre Tomás y le dice:

—Elijah, tienes visita.

—No quiero ver a nadie, padre.

—Es tu madrastra—asienta el padre con seriedad, debido a que conoce todo lo que acontece entre ellos.

—A ella menos que a nadie quiero ver, padre.

—Recíbela, hijo. Y aclara tus sentimientos, es mejor tomar el toro por el cuerno y no huirles a los problemas. Como futuro sacerdote, tienes que armarte constantemente de valor para enfrentar situaciones complicadas, no dejes que un desliz te desvíes de
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