Ha pasado un año desde que todo comenzó a cambiar.Descubrieron que Cristen era prima de Santiago; sin embargo, ella no reclamaba ninguna participación en la empresa, y él seguía siendo el jefe. Ahora eran muy buenos amigos, compartiendo lazos familiares y laborales.Santiago y Elizabeth estaban más unidos que nunca. Él le había pedido que se mudara con él, pero ella había solicitado tiempo hasta que finalizara el contrato de arrendamiento de su departamento, necesitaba ajustarse a los cambios de manera gradual.Los proyectos de salud infantil que Santiago había iniciado en honor a su hermano estaban a punto de dar frutos. Habían formado una sólida asociación y varios hospitales estaban involucrados. Santiago afirmaba que ese proyecto era lo mejor que le había pasado en la vida y se sentía profundamente orgulloso de él.Habían pasado un fin de semana maravilloso juntos: un día en el parque de diversiones seguido de una noche de intimidad que fortaleció aún más su vínculo.Ahora era lu
Cristian había llegado al aeropuerto.Escuchar a Elizabeth llorar le desgarró el corazón. Se preguntó dónde se había metido su amigo. No podía creer que hubiera desaparecido tan repentinamente.«Vuelo 201 con destino a Canadá, favor de abordar por la puerta 7» anunció la bocina. Al escuchar la bocina, supo que ese era su vuelo. Eran las 5 de la tarde y el vuelo llegaría a Canadá a las 8 de la noche. Entró al avión y reclino su cabeza en el asiento.Antes de que el avión despegara y le ordenaran guardar el celular, envió un mensaje a Elizabeth.—Eli, trata de descansar. Cuando llegue a Canadá y sepa algo de tu amado, te hablo, ¿ok?Guardó su celular y se acomodó, poniendo una película en la pantalla del asiento de enfrente para que las horas pasaran más rápido.«Pasajeros del vuelo 201, favor de abrochar sus cinturones. Vamos a aterrizar en el aeropuerto de Canadá.»En menos de lo que pensaba, ya estaba abajo del avión.Se dirigió a la posada donde se hospedaba Santiago.—Hola, buenas
La enfermera a cargo del cuidado de Santiago informó a Cristian con preocupación:—Si gusta, puede irse. Él no se despertará hoy —dijo con un tono suave pero cargado de seriedad, mientras ajustaba con delicadeza las almohadas que sostenían la cabeza de Santiago.Cristian asintió, sintiendo una preocupación palpable por el estado de su amigo. Observó cómo Santiago yacía en la cama, su rostro tranquilo pero pálido, conectado a varios monitores que parpadeaban con cada latido de su corazón. El aroma a desinfectante y el suave murmullo de la maquinaria médica llenaban el aire, creando una atmósfera de tensa espera en la habitación.Al salir del hospital, Cristian se sumergió en su rutina nocturna. El frío viento de la noche soplaba, haciéndolo temblar ligeramente mientras caminaba por las solitarias calles iluminadas por las farolas. Tras una ducha reconfortante que apenas logró calmar sus nervios, revisó sus correos electrónicos, pero su mente seguía atormentada por la imagen de Santiago
Santiago, con un gesto de desdén, pronunció: —Otra vez esta m*****a comida de hospital, realmente odio estar aquí —arrugando la frente al contemplar el desalentador plato frente a él, carente de cualquier atisbo de apetito.—¿Cómo estás hoy, Santiago? Hoy te darán de alta —dijo Isabel con una sonrisa forzada, tratando de infundir ánimo en la situación.—Sí, amor. Hoy regresamos a Estados Unidos —respondió él, tratando de sonar más convencido de lo que realmente está.—Sí, amor... Oye, me da mucho gusto que estés bien —pronunció Isabel mientras se acercaba y lo besaba, sus labios presionados contra los de él con una frialdad que no pasaba desapercibida para Santiago.«¿Por qué sus besos no me saben bien? Saben amargos», reflexionó Santiago mientras se separaba de ella, con una extraña sensación de vacío en el pecho.—Amigo, ya recogí tu alta, ya puedes irte a cambiar. No me gusta estar viéndote el trasero —dijo Cristian, bromeando como siempre, intentando aligerar el ambiente con su hu
Cristian, con el corazón apretado ante las lágrimas de Elizabeth, la rodeó con sus brazos con ternura, sintiendo el temblor de su cuerpo mientras la sostenía firmemente.—No llores, Eli, estoy aquí contigo —susurró, su voz era suave y reconfortante, mientras acariciaba suavemente su cabello, tratando de calmar su angustia, temiendo que se desmoronara en cualquier momento, especialmente frente a Isabel.—¿Por qué, Cristian? No es para tanto. Solo le pedí que tratara con respeto a su jefe y que no se pasara de confianzuda con mi novio, o le mostraré su lugar —intervino Isabel, con su tono de voz cargado de autoridad.A pesar de la ira que hervía en su interior hacia Isabel, Cristian se aferraba con más fuerza a Elizabeth, como si temiera que si la soltaba, todo se desmoronaría a su alrededor.—Eli... Así que tú eres Elizabeth —comentó Santiago, observando la escena con curiosidad y un dejo de confusión en sus ojos.—Sí, y parece que tu memoria me ha jugado una mala pasada —respondió Eliz
Elizabeth temblaba ante la simple pregunta de Santiago, preguntándose cómo podía afectarle tanto una simple interacción.«Te amo, Santiago. Realmente te amo» pensó para sí misma, sintiendo un nudo en la garganta por tener que ocultar sus sentimientos. Deseaba desesperadamente que él la besara, pero sabía que debía mantener las apariencias.—¿Eli, estás bien? —preguntó Cristian, notando la angustia en los ojos de Elizabeth.—Sí, Cristian, estoy bien. Santiago me preguntó si me había acostado con él y no supe qué responder. No sé si ser honesta o mentir —confesó Elizabeth, luchando por controlar las emociones que amenazaban con desbordarse.—Ya verás que poco a poco las cosas se irán acomodando. No pierdas la esperanza —le aseguró Cristian, colocando una mano reconfortante en su hombro.—Eres un gran amigo. Volveré a mi oficina —respondió Elizabeth, forzando una sonrisa mientras se alejaba, llevando consigo el peso de sus emociones.Cristian reflexionó sobre la situación mientras se diri
Santiago se encontraba sumido en un mar de pensamientos confusos mientras la puerta de su oficina volvía a recibir un golpe. La secretaria anunció la presencia de un joven llamado Marcos.—Hazlo pasar —ordenó Santiago, sintiendo un intenso dolor de cabeza que parecía empeorar con cada momento que pasaba.El joven ingresó con cautela y saludó a Santiago, quien le devolvió el saludo con una expresión sombría.—Hola, Santiago —dijo Marcos, buscando una señal de bienvenida.—Hola, Marcos. Por favor, toma asiento —respondió Santiago, invitándolo a sentarse mientras trataba de mantener la compostura a pesar de la tormenta de emociones que lo invadía.—Gracias. ¿Para qué querías verme? —preguntó Marcos, mostrando cierta curiosidad.—Sabes, he escuchado varias veces rumores sobre Isabel y tú... —comenzó Santiago, luchando por encontrar las palabras adecuadas para expresar su preocupación.—¿Acaso no lo recuerdas? —interrumpió Marcos, sorprendido por la aparente falta de memoria de Santiago.—P
Santiago salió de la oficina, dejando a Elizabeth dormir plácidamente.Se sentía exhausto, a pesar de que apenas eran las 2 de la tarde. Apoyó la cabeza sobre el montón de papeles que cubría su escritorio, intentando dejar todo preparado para su partida al día siguiente.Al abrir uno de los cajones con llave, encontró una foto familiar. En ella, Elizabeth sonreía radiante en un parque, con Santiago a su lado, su brazo rodeando sus hombros.—¿Por qué no puedo recordarte? —se preguntó en voz baja, sintiendo una punzada de frustración.Decidió salir de la oficina en busca de aire fresco, y se encontró con Cristian en el recibidor.—¡Cristian, has vuelto! —saludó Santiago con sorpresa.—Así es, Santiago. ¿Quieres ir a comer? —propuso Cristian.—Tú solo piensas en comida, amigo mío —bromeó Santiago, tratando de ocultar su pesar.—Ya no estás tan de malas, Santiago —observó Cristian, notando el cambio de ánimo de su amigo.—Ya no hables... vámonos —respondió Santiago, decidido a cambiar de a