22 años atrás.
Una niña camina entre las sucias calles de Nueva York, descalza y con el pelo sucio, carga una recién nacida en brazos, a penas es capaz de cargarla y caminar al mismo tiempo. Camina sin parar de voltearse hacia todos los lados como si tuviese miedo de que alguien la estuviese siguiendo, primero mira hacia su derecha, luego a su izquierda, atrás y delante de forma sigilosa. En altas horas de la madrugada pocas personas se pasean, prostitutas, borrachos y algún que otro obrero son lo único que le hace compañía junto a un amanecer que está por nacer.Finalmente llega a su destino, el orfanato, una sonrisa victoriosa se forma en el rostro de la pelirroja al saber que su sacrificio había valido la pena.Para ella no había salvación pero para su hermana sí, pensó.Ella probablemente volvería a Rusia o tal vez a Alemania pero su apreciada Meredith debía tener otro destino. Era una recién nacida no había hecho nada por nacer en ese mundo tan cruel y despiadado, nadie se merecía un destino así y ella no iba a permitir que su pobre hermanita acabara en el agujero donde estaba sabía que pagaría caro con Asilah Klein lo que estaba a punto de hacer pero valdría la pena. Valdría la pena por darle una oportunidad a Meredith de vivir. Haría el sacrificio que la madre de ambas, Asilah era incapaz de hacer.Besó la frente de su hermana por última vez, tal vez para siempre. Meredith se aferró al dedo de su hermana con fuerza.— Wir sehen uns bald wieder, das verspreche ich—susurró con dolor sabiendo que tal vez su promesa sería difícil de cumplir, en el fondo así lo deseaba, quería mantenerla lejos de ese mundo.Dejó a la bebé en la puerta para poco después llamar con un par de golpes a la puerta para desvanecerse antes de que la luz del sol se apodere de la ciudad.En la parte oscura de esa misma calle, esperándola estaban los hombres de Asilah y ella misma, no dudan en tomar el cuerpo de la niña con fuerza recibiéndola con puñetazos que la dejan inmediatamente inconsciente.—Maldita mocosa—la voz de Asilah se hace latente, suena asqueada y profundamente enfadada—Hoy vas a aprender las normas del juego—susurra ella terminando con una sonrisa llena de maldad.Meredith empieza a llorar como si la vida le fuera en ello pero su hermana ya no volvería a por ella, pronto es atendida por una señora rechoncha que la toma en brazos acunándola para poco después llevarla dentro lo suficientemente rápido para que los hombres de Asilah no la vean.Pronto un coche negro se los lleva al darse por vencidos en la búsqueda de Meredith mientras una prácticamente moribunda Malak sonríe en medio de los golpes sintiendo que había hecho lo correcto.Pronto el coche pasa de conducir por las largas y finas autopistas de Nueva York a ir por una carretera abandonada que les lleva al nuevo nicho de los Klein. Asilah aprovecha el trayecto para llevarse una botella de vodka a la boca y bebérsela en cuatro tragos mientras los hombres cargan a la niña para tirarla como si fuese un saco de patatas en el motel.Malak traga saliva con fuerza al reconocer las otras niñas y chicas que habían traído nuevas los hombres de los Kaiser.—Desnudate—afirma contundente poco después Asilah, a penas es capaz de mantenerse de pie. Se pasa una mano por el pelo perfectamente liso para acabar colocándola en su desnuda cintura, lleva su clásico conjunto de cuero, camiseta de tirantes, mini falda y botas altas.—No—la voz de Malak sonó contundente y las otras niñas la miraron con caras de horror, ellas ya llevaban trajes de encaje demasiado cortos.—Malak, obedece a tu madre—sonríe con diversión mirando de reojo a los hombres que pronto se ríen junto a su jefa.—Una madre no abandona a sus hijas y menos aún las prostituye—afirma entre dientes la pelirroja, a pesar de no levantar ni dos palmos del suelo, a sus diez años Malak era mucho más espavilada que muchas niñas de su edad. La vida que le había tocado le había obligado a serlo. Aunque en este caso le hubiese proporcionado una bofetada por parte de Asilah.—Eres una insolente. Nuestro mejor cliente está por venir, pagarás por haberle dejado sin su plato estrella—responde asqueada la mayor sin sentimiento alguno.—¿Una bebé? ¡Ese degenerado…—no es capaz de terminar, Asilah le da un puño que deja su nariz sangrando.—Desnudate para nosotros—afirma ella con una sonrisa.Malak con lagrimas en los ojos mira a su alrededor en busca de alguna respuesta pero lo único que obtiene son las risas de los incompetentes y miserables de los ayudantes de su madre. Habían organizado un prostíbulo en un motel en cuestión de días, aunque sabía que no durarían mucho en Estados Unidos. Su madre se aburría rápidamente de los sitios igual que de las personas.Se limpió las lagrimas y la sangre con la manga de la camiseta.—No delante de ellos, quiero intimidad—respondió resignándose a la idea de recibir su castigo. Las otras niñas empiezan a abandonar la entrada para empezar a colocarse según las ordenes que les van dando, uno de los hombres de Asilah entra y con él un sequito de mujeres jóvenes que miran horrorizadas a las niñas. Llevan vestidos cortos y maquillaje digno de las Jenner, también esa expresión de haber perdido toda esperanza.Pronto las niñas y las adultas se empiezan a colocar siguiendo las ordenes de los hombres de Asilah Klein, algunas suben a las habitaciones, otras se quedan encima de las mesas y otras en los sofás.Malak sabía muy bien lo que significaba eso, los clientes estarían a punto de llegar. En los ojos azules de su madre observa rabia que pronto se convertiría en ira.—Está bien niñita a Vittorio Ricci no le gusta que le hagan esperar—afirma ella con una sonrisa torcida—Le encantan las pequeñas—añade mientras la niña sube las escaleras en busca de una habitación libre.Su corazón va rompiéndose al sentir cada vez más ajetreo a bajo, y el horror de los gritos de algunas niñas ser silenciado por la música suena, las luces se apagan, se encienden los focos de neón, el show empieza. El burdel de Asilah Klein ha llegado a Estados Unidos…Malak no recordaba con exactitud a sus diez años cuando había empezado a darse cuenta de todo esto pero poco le importaba. Empezó a desnudarse y se colocó el traje de encaje que le había asignado Asilah, sabía que una relación sexual a su edad era mortal pero lo era mucho más para una recién nacida.Se colocó en la habitación esperando a que Vittorio Ricci, la bestia que quería poseer su hermana entrara a por ella. Probablemente moriría esa misma noche ya fuese de forma literal o figurada, su madre lo sabía bien. La había vendido por un par de miles de dólares porque los hombres que vienen al burdel de Asilah no son hombres comunes, son hombres poderosos, capaces de hacer temblar países, borsas enteras por eso eran intocables. Cuando se tiene dinero se puede hacer lo que se les venga en gana.Los gritos y sollozos de las habitaciones que estaban a un lado y al otro hicieron que el estomago de Malak se encogiera. Tomó aire con fuerza cuando vio la puerta abrirse y aparecerse el que sería el monstruo de sus pesadillas, Vittorio Ricci.—Hola corderito—esa apodo que más tarde se grabaría a fuego en Malak, Vittorio a sus treinta años se mantenía joven y atlético, tenía la mirada propio del zorro y desalmado que era. Caminó dentro con la niña a pesar de que en los ojos de Malak el miedo y el asco eran tangibles.Tomó el cuerpo de la niña y sin piedad se apoderó de ella, ambos sabían que probablemente no sobreviviría y probablemente de hacerlo no sería ya la misma niña que fue. Ahora los gritos y sollozos de Malak acompañaron los de sus semejantes, el burdel de Asilah era la casa de los horrores.Un vestido violeta, elegante, y hermoso es llevado por una figura femenina y esbelta, parecía sacada de un catálogo de modelos de alguna alta firma de moda. Poseía una cintura que sería fácilmente rodeada por unas manos grandes de hombre, el hombre en cuestión era el de sus sueños, Adriano Caruso. Su eterno amor.Ostentaba una cabellera negra, lo suficientemente lisa y larga como para escurrirse entre los dedos en una caricia, unos ojos azules cautivadores que miraban con inocencia y ternura sin esconderse, y unos labios pequeños, finos y rojizos sin necesidad de maquillaje. Esa era ella, Bianca.De todas las maneras que hay en este mundo de asesinar a una persona, la más dolorosa o al menos una de las más dolorosas es no poder compartir tu alegría con tus seres queridos. Eso ella lo sabía bien. La incertidumbre tintaba de vez en cuando su alegría de dolor y tragedia.Bianca Lom
Meredith se despertó en el reducido dormitorio de paredes verdes, acostada encima de una cama que se le quedaba pequeña. Abrió los ojos a pesar de las pocas ganas o mejor dicho inexistentes que tenía al apreciar que definitivamente su vida se había convertido en un sin sentido. Poco importaba el doctorado, su trabajo, su carrera o si quiera la mismísima Vivianne si lo que estaba en juego o al menos así lo había sentido durante los últimos días era nada más ni nada menos que su cuello.John Cuervo le sonrió de par en par al verla reaccionar, el pelirrojo, hizo su mayor esfuerzo por vendar y curar sus heridas a pesar de que aún y no siendo muy alta Meredith, él a penas rozaba el metro treinta.Lo único que podía hacer por esa mujer era compadecerse, no podía evitar apiadarse de ella pues era obvio que a Meredith ese mundo le quedaba tan grande como a los Cue
La figura de un hombre alto y fornido se pasea inquieta como si en lugar de un hombre fuera una bestia, y como si en lugar de encontrarse en lo que era su hogar, estuviera en una jaula. Así se sentía Adriano en la casa de los Caruso, como una bestia enjaulada.—Bienvenido a casa, soy Sasha, la mano derecha de Dominik —sonrió el rubio con su clásico encanto, extendiendo su mano para luego estrecharse a sí mismo, al ver que el castaño no estaba para la labor.Adriano lo escanea de arriba a abajo con indiferencia.—¿Dónde has estado la última semana?—pregunta Adriano fulminando con la mirada a Ezra.—¿Perdón?—preguntó Ezra sin poder camuflar su sorpresa.—Sé quien eres—espetó Adriano con su clásico tono de voz tenue y apagado—Por eso mismo sé que desapareciste justo después de la boda de mi
—Con una condición—añade seria.—¿Cuál?—Prometeme que mi integridad física no estará en juego ni tampoco la de los Cuervo—añade la última palabra mirando a los hombrecitos que la miran confundidos como si no creyeran que Meredith hubiese pronunciado esas palabras. Ella ignoró ese gesto, prefirió no mirarlos.Ezra hizo un par de intentos por entonar pero finalmente tan solo le salieron un par de muecas, la castaña lo había tomado desprevenido. Por muy lógica que fuese la petición Ezra sabía que no podía prometer algo así cuando no era capaz ni garantizar ni la suya propia, estaban en territorio peligroso aún así formuló su mejor sonrisa en un intento de tranquilizar los ojos de los presentes que lo miraban serios.—Te doy mi palabra que haré mi mejor esfuerzo por protegeros—afi
—¡Demonios!—la voz y la mirada penetrante de Ezra al otro lado de la pantalla hizo que los Cuervo y Meredith intercambiaran un par de miradas cómplices, victoriosos, ante el resultado.Igor, Iván y Daniel no habían dudado en atracar la tienda que Igor usaba para espiar señoras en sus vestuarios. Aún podían sentir a las dependientas perseguirlos con dos palos de escobas. Al menos no habían sido audaces de llamar antes la policía. Así le habían conseguido el vestido, los tacones y algo de maquillaje que en seguida dejaron ver que Meredith Klein y Malak Kaiser compartían talla de pecho. Y en cuanto a físico no tenían nada que envidiarse la una a la otra.—¿Parezco ella?—pregunta Meredith refiriéndose a Malak fingiendo una tierna sonrisa, Ezra y los Cuervos asienten de forma contundente, ella tuerce la sonrisa en una mueca—Pues que pena p
—Dominik, hay personas detrá…—la voz de Malak no sirvió para alertar a Dominik. No fue suficiente incentivo para que el líder de los Caruso la tomase en serio. Es más ni siquiera pudo ver su miedo o preocupación.—¿Estás de broma?— torció una sonrisa burlona—Pues claro que hay personas detrás de nosotros María, soy el cabeza de los Caruso—explicó con diversión tomando uno de los mechones dorados de ella para mirarla serio—Ahora dejanos disfrutar de nuestra luna de miel—formula como si no esperara una respuesta por su parte y así era.—Todo está bien. He planeado todo para que mi hermano regrese a Milano por fin después de tantos años, él se casará con la hija de los Lombardo y por lo tanto estará obligado a permanecer en Italia…—aclara sin poder esconder su emoció
—Puedo ser muchas cosas pero jamás el juguete momentáneo que un hombre compra una mujer para satisfacer su deseo sexual—añade mirándolo con asco.Adriano con los ojos fuera de órbita no duda en hacer una señal con las manos a sus hombres para que no intervinieran dado que ya estaban a media trayectoria de dispararla se retiran. De pronto una melodía invade la habitación, era Claro de Luna de Beethoven.—Adriano…—llamó Ezra sin poder esconder su preocupación por la cabeza de Meredith—¿Escuchas Beethoven?¿Qué tienes noventa años?—añade sin poder evitar fruncir el ceño disgustado.—Mide tus palabras—espetó el moreno sin perder de vista ni las distancias con Meredith, tenía colocados cada mano en un lado del asiento y ella en lugar de mostrarse sumisa y echarse para atrás se mantuvo inm&
Cada familia poseía un sello, un lema que capturaba la escencia de sus valores, los Caruso la serpiente, los Bellucci el halcón y los Lombardo el lobo. Mientras que los Caruso velaban por el honor, los Belluci por el poder, los Lombardo lo hacían por la familia.La mansión de los Lombardo estaba ubicada cerca de uno de los monumentos más visitados de Milano aún así estaba custodiada por una entrada totalmente blindada, con un lobo en la entrada, muchos al pasar se paraban para tomarse fotos incluso alguno se había intentado colar para poder apreciar el hermoso camino de frondosos árboles que había dentro, estaba construido de tal manera que cualquiera que se acercara sintiera la necesidad de acercarse a admirar el hogar de los dueños de la zona.Los Lombardo habían sido mucho más propensos a estar rodeados que vivir alejados del resto o al menos había sido así antes del