Una vez pasado un intenso entrenamiento en el gimnasio, Chiara se tomó un tiempo para hacer algunas compras en una boutique cercana. Mientras caminaba por la calle con sus bolsas, su teléfono sonó. Era Marco, invitándola a cenar en un restaurante italiano cercano.Chiara aceptó con gusto, y se encontraron en el restaurante unas horas más tarde. Mientras comían pasta y bebían vino, hablaron sobre sus vidas y sus sueños. Chiara se sentía cómoda con Marco, y se daba cuenta de que estaba empezando a sentir algo por él.Cuando terminaron la cena, Marco insistió en llevar a Chiara a casa en su coche. Mientras conducían por las calles de la ciudad, Marco le cogió la mano y la acarició suavemente con el pulgar.—Me gustaría verte de nuevo—, dijo Marco con una sonrisa.—A mí también me gustaría verte—, respondió Chiara, sintiendo cómo su corazón latía más fuerte.Se despidieron con un beso, y Chiara entró en su apartamento, sintiéndose feliz y emocionada por lo que estaba por venir.(***)Hab
Cuando llegaron al restaurante, Chiara no podía sacudirse la sensación de que algo estaba mal. Marco notó su preocupación y le preguntó qué sucedía. —Es solo que… ¿y si alguien nos sigue o nos vigila?— dijo Chiara, nerviosa. —No te preocupes, cariño. Estamos a salvo aquí. Además, ¿quién querría seguirnos? Somos solo dos personas normales y corrientes que van a cenar— respondió Marco, tratando de tranquilizarla. Pero mientras estaban comiendo, el teléfono de Marco sonó. Él vio el número y suspiró. —Es mi socio de negocios— dijo. —Tengo que tomar esta llamada. Chiara asintió, pero podía sentir la tensión en el aire. Mientras Marco hablaba por teléfono, ella jugaba nerviosamente con los cubiertos. No podía evitar escuchar algunas de las palabras de la conversación. —Ya lo sé, es una situación difícil— dijo Marco. —Pero tienes que entender que yo tengo una vida aquí. No puedo simplemente dejar todo atrás por eso. La voz del hombre al otro lado de la línea no era audible, pero Chiara
Pero antes de que Marco pudiera terminar de explicar, Chiara se sintió abrumada por la confusión y la incertidumbre. Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos y retrocedió unos pasos, alejándose de Marco.—No puedo creer que me hayas ocultado esto—, sollozó Chiara. —¿Cómo pude enamorarme de alguien que está involucrado en actividades ilegales?Marco se acercó a ella, tratando de tomar su mano, pero Chiara se apartó.—Lo siento—, dijo Marco, con la voz entrecortada. —Nunca quise que te lastimaran, pero hay cosas en mi vida que no puedo cambiar fácilmente.—¿Y qué pasa conmigo?— preguntó Chiara, con dolor en su voz. —¿Soy solo un peón en tus asuntos turbios? ¿Debo aceptar vivir con el temor de ser abandonada en cualquier momento?Marco bajó la cabeza, sintiéndose culpable por el dolor que le había causado a Chiara. Sabía que no podía cambiar quién era, pero también sabía que no quería perderla.—Chiara, entiende que no quiero dejarte en medio del camino—, dijo Marco, sinceramente. —T
Chiara estaba en shock. No podía creer lo que acababa de escuchar. ¿Ella y la reina de la mafia eran hermanas? ¿Cómo era posible? Se sentía confundida y perdida. No sabía qué hacer ni a quién recurrir. Miró a Marco, buscando apoyo y consuelo, pero él parecía igual de sorprendido y confundido que ella.La reina de la mafia se acercó a Chiara y le tomó la mano, su rostro reflejando una mezcla de determinación y preocupación.—Lo sé que esto es abrumador, pero tienes que escucharme—, dijo con voz firme. —Hay mucho que necesitas saber sobre tu pasado, sobre quién eres en realidad. Yo te puedo ayudar, pero necesitas venir conmigo.Chiara sintió un torbellino de emociones chocando dentro de ella. Por un lado, el deseo de descubrir la verdad y desentrañar los misterios de su origen la llamaba. Por otro lado, no sabía si podía confiar en la reina de la mafia. Ella era una criminal, una mujer peligrosa que había estado huyendo de la justicia durante años.Marco se acercó a Chiara y la rodeó co
Hay en el mundo dos clases de seres que se estremecen profundamente: la madre que encuentra a su hijo perdido, y el tigre que encuentra su presa.(...)En esta situación de espíritu, nada se le escapaba, nada le engañaba, y descubría a cada instante el fondo de la vida, de la humanidad, del destino. ¡Feliz, incluso en la angustia, aquél a quien Dios ha dado un alma digna del amor y de la desgracia! Quien no ha visto las cosas de este mundo, y el corazón de los hombres bajo esta doble luz, no ha visto nada verdadero y no sabe nada.El alma que ama y que sufre se halla en estado sublime.Por lo demás, los días se sucedían y nada nuevo surgía. Le parecía únicamente que el espacio sombrío que le quedaba por recorrer se acortaba a cada instante. Creía ya entrever distintamente el borde del abismo sin fondo.- Los miserables, Victor Hugo.
—¿Señor Tom?—la voz de Meredith sonó horrorizada en medio de la habitación, bajo sus ojos un rastro imparable de lágrimas que no habían dudado en salir.Su estado era deplorable, el que solía ser una larga y sedosa melena negra se había convertido en un mata de pelo desordenado, lo que solía ser un hermoso rostro ovalado había sido adornado con moratones, lo que había sido un cuerpo envidiable había sido decorado con algún que otro golpe que había dejado alguna que otra herida en consecuencia de la brutalidad de los movimientos que le habían llevado a esa habitación con esos conocidos, que no tenían nada conocido ya.No creía lo que sus ojos observaban, o al menos no quería creerlo. El señor Tom había sido como un padre de ella. Del señor Keynes, siempre la había enviado en el departamento, no la veía valida, se lo podía haber imaginado, era creíble al menos pero de Tom… De Tom si que no entendía nada. Tantas noches en el bar riendo, hablando, sintiéndose especial para
Adriano nunca fue la alegría de la huerta, precisamente lo contrario. Adicto a la literatura clásica, secretamente aficionado a la poesía, siempre había resultado un chico de naturaleza sensible.A sus casi, aún le quedaban un par de años para cumplirlos, treinta años, jamás había probado el calor de una mujer, totalmente por cuestión de voluntad muchas lo habían intentado a lo largo de su vida y siempre se encontraron con la misma negativa. El problema era la ausencia de interés o de ganas, no quería tener nada que ver con ninguna mujer ni en un plano sexual ni menos aún amoroso.Detestaba el genero femenino por culpa de su madre, la imagen de verla en los brazos de uno de los soldados de su padre, cuando él no terminaba ni levantar un metro del suelo, no se le iría jamás de la cabeza. Eso fue lo único que necesitó para tirar la toalla con l
La voz de Adriano suena tenue, como todas las palabras que salían de su boca, las mujeres no dudan incluso en momentos como ese en escanear al joven de a bajo a arriba.Paige Caruso se aleja finalmente del grupo de mujeres, todas de negro, con finos peinados y llorando como si les fuera la vida en ello. De nuevo la falsedad estaba a la orden del día en su hogar, torció una sonrisa amarga para sus adentros.—Has venido—no pudo evitar saltar a los brazos de su hijo, no se habían visto en los últimos diez años.Adriano no rechazó el abrazo de la mujer, tampoco lo correspondió, tan solo se quedó con la mirada fija en alguno de los árboles que adornaban ese fúnebre lugar esperando a que esta le dejase libre finalmente.Estático, indiferente al teatro de Paige.—¿Eso significa que aceptas tomar el relevo?—pregunta, sus ojos vuelven a dilatarse ante es