Sofía miraba fijamente el rostro inconsciente de su abuelo.La noche anterior, él le había hablado con los ojos inundados de una tristeza que le atravesó el corazón, así que ella le expresó su profundo arrepentimiento por haberlo traicionado al tomar decisiones a sus espaldas, después de eso, ella le había jurado que jamás repetiría esos errores. Ahora que su abuelo estaba en coma, esa podría ser su última oportunidad para enmendar las cosas.Pero su abuela, Amelia Lancaster, le echaba toda la culpa de la estafa de Chris, a pesar de haber orquestado el plan ella misma. Incluso llegó al extremo de tratar de forzar a Sofía a aceptar un matrimonio arreglado con Peter Smith, un hombre que tenía el doble de su edad, solo porque provenía de la adinerada familia Smith."Sofía". Interrumpió Amelia con voz fría y autoritaria, rompiendo el tenso silencio."Vas a pedirle el divorcio a Alexander. Tu abuelo te consintió demasiado, pero ahora yo estoy al frente de esta familia, así que harás lo que
Álex se abría paso entre las mesas repletas, sirviendo platos y rellenando bebidas mientras esquivaba hábilmente a clientes groseros por todos lados.La mayoría solo sabía gritar de forma impaciente, pero ¿qué más podía esperarse de aquellos mineros rudos que vivían más de su fuerza que de su inteligencia?Además, los precios bajos de la comida atraían un desfile constante de clientes que no paraban de entrar y salir.Álex observaba de reojo a Josefina, quien se movía con su destreza habitual mientras el cansancio marcaba cada uno de sus gestos, adhiriéndose a ella como el penetrante olor a grasa que flotaba en el ambiente. Cuando por fin disminuyó el ajetreo del almuerzo, Josefina apoyó el cuerpo contra el mostrador y se limpió el sudor de la frente con el dorso de la mano."Gracias por la ayuda". Le agradeció, con la voz más suave ahora."Me alegra poder ayudar". Respondió Álex.Ella lo examinó más de cerca, entrecerrando los ojos con curiosidad. "Me resultas familiar. ¿Nos hemos vis
Mientras Álex meditaba su próximo movimiento, Josefina apareció de golpe desde la cocina. Empuñaba una sartén como si fuera un arma y sus ojos resplandecían con furia."¡Estoy harta de estas tonterías!" Gritó.Uno de los matones se lanzó hacia ella, pero Josefina, con un movimiento veloz y certero, le estampó la sartén en plena cara. Se escuchó un crujido nauseabundo al quebrarse su nariz, y el hombre cayó desplomado al suelo.Álex la observó con un destello de admiración. Josefina seguía siendo tan feroz como siempre, nada de delicadeza; ella encarnaba una verdadera tormenta, y cuando atacaba, el mundo entero sentía su furia."¡Agárrenla!" Ordenó el hombre gordo a los dos matones.Josefina entrecerró los ojos con determinación. "¡Yo cocino, limpio, y lavo la ropa sola! ¡Todos los días me levanto temprano y regreso tarde en la noche... siempre sola!"Golpeó de nuevo, la sartén impactó contra la mejilla de otro matón con un sonoro crujido, tras lo cual, cayó derribado al piso.El último
"Quédense aquí". Les ordenó Álex a los niños con firmeza, luego corrió hacia la casa sin vacilar.Dentro, dos hombres se erguían amenazantes: uno apuntaba un arma hacia Josefina, mientras que el otro luchaba por levantarse del suelo, clara señal de que ella ya había presentado batalla.Una anciana permanecía sentada en silencio en su silla de ruedas, con miedo y desafío brillando en sus ojos."Suelta ese palo", le gritó el hombre armado a Josefina. "Esta vez no voy a fallar. ¡Te voy a disparar!"Josefina se mantuvo firme frente a la anciana, con el brazo sangrando por una herida de bala que le había rozado."No venderemos nuestra casa", declaró con fiereza. "¡Vete y dile a tu jefe que se puede ir al diablo!"El hombre disparó al suelo, cerca de sus pies a modo de advertencia, haciendo volar astillas."Parece que no entiendes con quién te estás metiendo", Se burló.Sujetándose la pierna herida, el otro hombre la miró con rabia, al tiempo que luchaba por ponerse de pie."Maldita perra",
Álex caminó sin miedo hacia el grupo de pandilleros, cada uno estaba armado con cuchillos, machetes, katanas y pistolas, todos listos para enfrentarlo."¿Cómo te atreves a meterte con nuestra gente? ¡Morirás aquí!" Gruñó un hombre con la cara tatuada mientras daba un paso adelante para desafiar a Álex.Sin detenerse, Álex le asestó un golpe certero en el rostro que lo dejó inconsciente en el suelo. Los cien pandilleros apretaron sus armas mientras observaban a Álex con ojos entrecerrados, pero ninguno se atrevió a atacar, había algo inexplicablemente perturbador en su presencia, que los hacía dudar.Cualquier otro habría mostrado al menos un destello de miedo al enfrentar semejante multitud de asesinos armados, pero los ojos de Álex permanecían impasibles, incluso caminaba como si recorriera tranquilamente un parque solitario. Además, la facilidad con que había dejado inconsciente a uno de los suyos los dejó atónitos, acostumbrados como estaban a intimidar a los débiles y alardear de s
Dentro de la bolsa se encontraban diez fajos de billetes nuevos de billetes de cien dólares, perfectamente organizados, sumando un total de cien mil dólares.Josefina miró el dinero con los ojos desorbitados."Vaya, es bastante dinero", dijo Álex sin inmutarse. "Parece que se sintieron culpables por lo que hicieron".Josefina cerró la bolsa de golpe y se la devolvió. "No podemos aceptar esto".Álex arqueó una ceja. "¿Por qué no?""¡Porque es dinero sucio!" Gritó ella. "Lo consiguieron traficando drogas, sacándole dinero a gente inocente y echando a la gente de sus casas. ¿Quién sabe qué otros horrores han hecho? No quiero involucrarme en eso".Álex observó con atención el rostro determinado de Josefina, aun necesitando claramente el dinero, ella no cedía en sus convicciones. "¿Y si le preguntamos a la señora Ruth? A lo mejor ella nos dice qué hacer".En la humilde vivienda, Ruth contempló desde su silla de ruedas el dinero desplegado sobre la mesa."Lo siento, Álex", dijo suavemente. "
El dueño del restaurante estaba furioso al descubrir que Josefina se había atrevido a renunciar.Cegado por la ira, entró violentamente a su modesta casa y cerró la puerta con un estruendo tras él."¡Grace!" Le gritó a su esposa, que en ese momento doblaba ropa tranquilamente en la sala. "¡Mañana abrirás tú el restaurante!"La mujer levantó la mirada, asustada por su repentino estallido de ira. "¿Qué pasó con Josefina?""¡Renunció! ¡No hagas más preguntas!" Le espetó mientras caminaba por la habitación como una fiera enjaulada.Grace palideció. "Pero... no sé cocinar"."¡Hazlo como siempre has sabido hacerlo!" Ladró el hombre."Brock", suplicó ella con lágrimas asomándose a sus ojos. "De verdad no sé cómo manejar el restaurante. ¿No puedes encontrar a alguien más?""¡No me contradigas!" Gritó él, empujándola a un lado.Grace perdió el equilibrio y tuvo que apoyarse en la pared."¡Haz lo que te diga y ya!"A la mañana siguiente, Grace atendía sola el mostrador del abarrotado restaurante
"¿Sabes qué? Tienes razón, sí pertenezco aquí", respondió Álex, mirando directamente a los ojos de Florence. "¿Necesitas algo más?"Florence torció los labios con desprecio. "Por si tu cabeza dura todavía no lo entiende, te estoy insultando, maldito muerto de hambre"."Estamos en un país libre, señora. Puede decir lo que quiera", Álex se encogió ligeramente de hombros. "Pero eso no significa que me tenga que sentir ofendido"."No eres más que un don nadie", escupió la mujer. "¿En serio piensas que haciéndote el indiferente mantienes tu dignidad?""Para mí, la pobre aquí es usted. ¿Por qué me voy a sentir ofendido por alguien que no vale la pena?""No tienes vergüenza", siseó Florence. "¡Ojalá desaparecieras!"Álex esbozó una sonrisa tan fría como el hielo. "Y yo le deseo muchos años de vida... para que tenga todo el tiempo del mundo para tragarse su propio veneno".A Florence se le encendió la cara de la rabia, se levantó bruscamente y gritó por todo el restaurante: "¡Gerente! ¿Permite