30. CACERÍA NOCTURNA

NARRADORA

—¡Mérida! —se arrojó hacia ella, sosteniéndola en brazos—. ¡¿Qué hacen ahí parados?! ¡Llamen a la curandera, llámenla!

—¡Aquí estoy, Alfa! —Maggi entró con prisas; ya habían ido a buscarla y se encontraba cerca.

—Colóquenla en la cama, necesito agua caliente, busquen las hierbas en mi casa, despejen la habitación…

Comenzó a dar órdenes aquí y allá. Todas las doncellas obedecieron, pero estaban nerviosas, perdidas.

—¡Aahh! —una de las chicas se había herido con la taza de té dejada sobre la mesita.

—Disculpen, ay, Diosa, disculpen —lloraba, pidiendo perdón—. Lo recogeré.

Dijo atropelladamente, pero en su afán, sus dedos fueron cortados por la afilada porcelana.

—¡Deja eso, vete a poner el agua, ve! —Nadia las organizó. Como su jefa, tomó el control y fue a recoger el desastre.

—¡Espera! —Maggi la interrumpió.

Habían acomodado a la loba preñada sobre la cama, intentaba parar el sangrado, pero las sábanas se iban tiñendo de carmín.

—. Siga sosteniendo el trapo— le indicó al Alf
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