38. NADIE ESCLAVIZA A MI MUJER
NARRADORA

— Yo la salvaré, cachorro, te lo prometo — Damon tomó su carita sucia entre sus manos— Somos una familia.

Soren miró fijamente a esas pupilas color índigo, llenas de ira y poder.

Sabía que era pequeño, solo un estorbo, asintió a regañadientes, accediendo a esconderse entre las ramas altas de uno de los árboles cercano a la manada.

*****

Damon corrió como un desquiciado.

Pero por mucho que se apuró, los saqueadores atacaban rápido, se llevaban los esclavos, las pocas riquezas y corrían a su fortaleza en las montañas.

Eran como unos chacales, letales y escurridizos.

Cuando irrumpió en la casa de Lorien, solo encontró las brasas ardientes apagándose, las ruinas de su casita.

Entró llamándola, a pesar de que el fuego remanente quemó su ropaje y algunas partes de la piel.

Nada le dolía, solo vociferaba el nombre de Lorien, levantando la madera destrozada, ardiendo.

Temiendo lo que podía encontrar apresado debajo.

No la halló por ningún sitio, así que se apresuró al cen
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