LORIEN Me levanté de prisa, jalando a Soren a mi lado y parándome frente a Gregory. Temía que soltara una de sus perlas. —Señor, él es… —Alfa, es el mate perdido de la hija de Hilda. Eso dice ella —la voz del Beta respondió por mí. —¿De qué manada vienes? ¿Qué tipo de lobo tienes que no puedo sentirlo? —el líder comenzó a interrogarlo, con todas las miradas curiosas de la manada clavadas en nosotros. Ya se escuchaban murmullos solapados a nuestro alrededor. —Mi manada es lejana y sufrí un accidente que lesionó a mi lobo. Me alejé de mi mate por asuntos personales. Soy un guerrero fuerte, puedo ser útil a su manada —antes de que abriera la boca para justificarnos, la voz grave de Gregory respondió. Ni complaciente, ni sumiso. Mentón en alto y hasta desafiante. Mi pobre corazón era un sube y baja de adrenalina. —Te ves muy seguro para no tener ni lobo —el Alfa le respondió con burla. Algunas risitas idiotas se escucharon entre los guerreros. Mis mejillas ardían de vergüenza.
LORIEN La Luna me había golpeado sin nada de misericordia. "¡NO, NO, GREGORY!" Tuve que sostenerlo, casi estrangulando su muñeca. Dio un paso adelante. Sentía con claridad sus intenciones asesinas, ahora dirigidas al Alfa. No lucharía con una hembra. Los guerreros a nuestro alrededor cerraban el cerco frente a la amenaza. —Lo lamento, señor —me disculpé, tapando mi mejilla, que pulsaba dolorosamente. Mi cuerpo servía como escudo frente al enojado lycan. Pude ver incluso la alarma en los ojos del Alfa. —¡Te acogimos y así nos pagas…! - esa estúpida mujer seguía sin medir las consecuencias. —Ya basta, Mérida, deja de buscar más problemas entre machos. —Pero, Alfa… —¡Pero nada! —le rugió molesto, con la celebración completamente arruinada—. Guerrero, si te quedas o no, depende de Orión. Él decidirá si la pelea fue justa. Sus palabras eran rudas. Obviamente, estaba jugando al honorable. Sabía muy bien que el Beta hizo trampa primero y aun así perdió. No podía tirar
LORIENSus labios ardientes dejaban besitos sobre la copa del vestido.Jadeos temblorosos de placer se me escaparon al sentir el tirón del escote hacia abajo, mis pechos alzados, desnudos, acariciados por la fría brisa de la noche.—Mmm… — me estremecí por la lujuriosa succión sobre el pezón.Ocultos en un callejón, a oscuras, con gemidos silenciosos, el príncipe se encorvaba sobre mi cuerpo pegado a la pared, devorando lascivamente mis senos.Los chupaba y amasaba, los llevaba a su boca y se los comía enteros.Sentía sus labios moviéndose apasionados, la respiración agitada, la saliva escurriendo, su lengua dentro, dibujando círculos y toques deliciosos.“Aaahh…” Los estiró en un chupón exquisito, una y otra vez, haciéndolos rebotar.Me avergonzaban los sonidos cachondos que vibraban en su garganta, sus gruñidos de bestia me ponían a mil.Junté mis muslos, buscando estimularme. Mi coño latía escurriendo fluidos.Quería que me tocara entre los pétalos. Que me lamiera bien rico, libera
NARRADORALorien entró en la habitación dando una larga inspiración; sabía que este encuentro no sería muy agradable.Encontró a la Luna corriendo hacia una pequeña palangana esmaltada, vomitando bien feo.Dejó la taza con prisas sobre la mesita de noche y se acercó a ayudarla. En ese momento, otra de las doncellas salía del baño.—¡Luna! —la chica gritó con nerviosismo, aguantando a la loba embarazada.Lorien puso la mano en su frente perlada de sudor y le sostuvo el cabello para que no se embarrara con la sustancia nauseabunda dentro del recipiente.—Estoy mejor… pásame un pañuelo —Mérida se incorporó con mareos; tanto coraje iba a afectar a su cachorro.Le había costado muchos sacrificios concebir, al fin el Alfa le prestaba un poco más de atención y hoy se había enojado con ella por culpa de ese altercado.—Grac… ¡¿Qué haces aquí?! —gritó al ver a la causante de sus problemas.—Luna, solo… estoy ayudando a recoger…—¡¿Estarás feliz ahora?! ¡¿No?! —comenzó a vociferarle con ira.Lo
NARRADORA—¡Mérida! —se arrojó hacia ella, sosteniéndola en brazos—. ¡¿Qué hacen ahí parados?! ¡Llamen a la curandera, llámenla!—¡Aquí estoy, Alfa! —Maggi entró con prisas; ya habían ido a buscarla y se encontraba cerca.—Colóquenla en la cama, necesito agua caliente, busquen las hierbas en mi casa, despejen la habitación…Comenzó a dar órdenes aquí y allá. Todas las doncellas obedecieron, pero estaban nerviosas, perdidas.—¡Aahh! —una de las chicas se había herido con la taza de té dejada sobre la mesita.—Disculpen, ay, Diosa, disculpen —lloraba, pidiendo perdón—. Lo recogeré.Dijo atropelladamente, pero en su afán, sus dedos fueron cortados por la afilada porcelana.—¡Deja eso, vete a poner el agua, ve! —Nadia las organizó. Como su jefa, tomó el control y fue a recoger el desastre.—¡Espera! —Maggi la interrumpió.Habían acomodado a la loba preñada sobre la cama, intentaba parar el sangrado, pero las sábanas se iban tiñendo de carmín.—. Siga sosteniendo el trapo— le indicó al Alf
NARRADORADamon se precipitó hacia Soren con la daga aferrada a la mano.Vio el salto ágil del poderoso felino de casi dos metros de largo, negro, con manchas que cambiaban de color según el ambiente.Una Pantera Moteada, una criatura que no se metía con los hombres lobo, a menos que fuese provocada de alguna manera.—¡TÍRATE AL SUELO!Todo sucedió en un respiro.El horrorizado Soren se arrojó sobre la hierba, sintiendo el peligro soplándole en la nuca.Damon se lanzó sobre su cuerpo para protegerlo del feroz ataque.—¡Aaggrr! —rugió cuando las afiladas garras se hundieron hasta casi atravesar sus omóplatos, pero aprovechó la cercanía para contraatacar.La pantera había dejado vulnerable su vientre, su parte más débil, y, empuñando la daga, la hundió a lo largo de todo el oscuro pelaje.Las almohadillas de la pantera tocaron el suelo y su cuerpo se derrumbó por completo sobre la hierba, con estómago abierto, uniendo su sangre con la del Bisonte de las Nieves.—Cachorro, ¿estás bien? —
NARRADORAEn el claro imperó otro caos.Las panteras detectaron también el peligro inminente y se marcharon heridas, dejando atrás los cadáveres de sus compañeras caídas.Damon escuchó el rugido frenético de la estampida.Corrió hacia el pino donde estaba Soren, que ahora se bamboleaba con violencia.—¡Lánzate, Soren! —le gritó, y el chico no dudó un segundo en arrojarse a sus brazos.Damon lo agarró al vuelo, comenzando a correr como un demente entre la arboleda.Las bandadas de pájaros volaban asustadas sobre sus cabezas.Los pequeños zorros y comadrejas escapaban por los herbazales.Damon estaba herido, exhausto de la lucha y con un cachorro a cuestas. Pronto, los animales enfurecidos llegaron hasta él.Su mente frenéticamente buscaba una escapatoria. Ni siquiera los árboles eran seguros, podían resultar derribados por la fuerza de esos gigantes.Algo los había asustado. Algo… o alguien.Damon no tenía dudas de que estaban dispuestos a no dejarlos regresar a la manada.Miró hacia a
NARRADORA ¡CHAS, CHAS, CHAS! Los latigazos comenzaron a caer sin misericordia sobre la espalda de Lorien. Eran tan brutales que su cuerpo se inclinaba hacia delante, sus manos atadas atrás, las sogas enredadas en su torso como serpientes venenosas. Apretaba los dientes hasta casi hacérselos trizas. Las lágrimas rodaban por sus mejillas hinchadas, mezclándose con la sangre. Pero no profirió ni un grito de súplica o dolor. Sus ojos rojos miraban hacia una esquina sucia y fría… como estaba su alma. Las puntas de cuero y acero abrían su vestido y su piel. Jamás pensó sentirse así de nuevo. Era solo un pedazo de carne. Incapaz de defenderse de tanta injusticia. Más que dolor, sentía odio. Un odio profundo, arraigado en su pecho. —¡Alfa, cálmese! —la voz poderosa de repente interrumpió la paliza. —¡Suéltame, Orión, suéltame! ¡No vas a poder defender a esta puta! —¡La Luna lo necesita, Alfa! ¡Maggi lo mandó a buscar con urgencia! —le rugió, necesitando la ayuda de lo