A veces en la vida hay que saber cuando hay que rendirse, cuando hay que tirar la toalla y dejar que el destino te lleve a donde tenga que ser hasta que componerse. O simplemente para morir y ser feliz en aquel mundo paralelo del que todos hablan. Pero no Zaira, ella iba a pelear, estaba segura de que si moría o dejaba su vida en manos del destino todo iba a ser malo y ella no iba a estar en en cielo....no, la luna no iba a ser buena con ella, lastimosamente tenía sangre licantropa asique la posibilidad de que fuera al infierno era muy probable.
La miró a los ojos, estiro su mano enfundada con la fina y cara tela cocida a mano que April había pedido para el, paso su brazo a través de los gruesos barrotes de más de dos metros de largo, y tomó el cuello de la camisa destruida que vestia el cuerpo flacucho de Zaira, esta asustada, se defendió con uñas y dientes, razguñando al alpha mientras era acercada hacia el. Un fuerte golpe se escucho, el cuerpo de la de pelo corto estaba estampado contra los barrotes, las lágrimas caían de sus ojos como las mismísimas cascadas, y el odio en ellos era puro y horrible.
El sudor corría por su piel aperlada, dandole una visión humeda a su cuerpo, Abdel sostenía con fuerza el cuello de su camisa, con sus ojos oscuros observándola con asco y odio, el cuál gran parte era devolvído por ella. April apretó el brazó del alpha en una leve señal, pidíendo en físico que pare de hacer lo que tenía planeado, solo había sido una pequeña confución por parte de Abdel quien pensó que Zaira estaba a punto de atacar a April cuando esta se acercó a los barrótes.—Abdel, calmate—Susurró en tono gentíl, no quería que el mal humor que tenía le hiciera mal, pues repentinamente tenía esos ataques como si el fuera un lobo adolescente el cual no puede controlar a su lobo interior recién encontrado.—Oh si, calma al cachorro ese. Sería bueno que le enseñaras algunos modales de vez en cuando. No seas mala dueña.—Se burlo la que estaba dentro de la celda, recibiendo por conciencia un gruñido por parte de abdel.—Es mejor que cierres la boca, tendríamos que tomar tu coonsejo y en
La detuvo, estaba claro que si ella hablaba de más iba a ser un gran problema, ya sabía que abdel no tenía ni un más mínimo de tranquilidad en esos momentos, por lo que tendría que hacer era controlar la situación lo mejor que le era posible, alejó a abdel de la jaula y ella misma se acercó con decisión hacia ella, no era tonta, tenía la guardia alta, pasó sus manos a través de los grandes barrotes tal como lo había hecho el alpha, suspiró y tomo el brazo de Zaira que estaba media aturdida por el golpe que le estaba por dar Abdel.
—Es mejor que cierres el picó si quieres seguir con vida.—Aclaró—Vinimos aquí para hablar de ti y de tu sentencia.—¿Y en que tengo que ver yo en esto?—Preguntó mordaz, recibiendo otro gruñido por parte de Abdel.—Es muy simple en realidad, solo quiero que estés informada sobre tu destino, que te aseguro...es mucho peor que estar deshonrada en esta cárcel.—¿Algo peor que esto? Dime más, estoy deseosa de saber.—Sonrió de mala gana, quitando bruscamente las manos de April de su cuerpo.—¿Sabes que por tus crímenes podrías ser sentenciada a morir de la peor forma que podrías haber escuchado?—¿Acaso tengo algún derecho en ese tipo de decisiones?—Preguntó desde la obscuridad que la rodeaba, escuchando un suspiro de April.—No, tu ya decidiste antes que esto, cuando estabas entre hacer o no el mal, ahí tenías algún tipo de derecho.
—Esa es la verdad.—El frío dentro de la prisión escapaba por los huesos de la única humana, la humedad estaba pegada a las paredes con moho, no era un lugar totalmente habitable para un ser humano, normal para un lobo pero muy mal para las cosas especiales que este tenía.—¿Entonces para que están aquí?—Preguntó alterada, el estar sola en un lugar como ese hacia perder la poca cordura que ella guardaba.—Para informarte, ya te lo hemos dicho. No es muy difícil de entender.—Acotó Abdel, dando un paso más a la jaula para abrazar por detrás a April.—Bien, entonces díganme, que es eso que tanto hablan ustedes.
Las esposas apretaban su piel dejándole un leve raspón en sus muñecas, el ardor era poco pero la ira de verse tan debil y expuesta a los demás hacía hervir su mala sangre, sus ojos iban y venían, observando cada paso y ruido que dirigía su mirada hacía el lugar en concreto. Ls personas la miraban con asco y odio, el lugar estaba poblado, y los olores distintibos de cada uno se mezclavan sin llegar a ser uno solo, su corzón dio un pequeño revuelco, un sentimiento de miedo se posicioo en su lugar y desesperada trató de escaparse de las garras de esos dos guardias que la mantenían guiandola por el camino medio enbarrado en dirección hacía los lideres de todas las manadas del continente. Esto era lo que se llamaba rejunte, los alphas o representantes de ellos venían a juzgar a la potencial amenaza y determinar su desyino, uno muy largo y penoso o uno corto que acabaría con su vida apenas terminase el dia. Sus caras serías ni le dirigian la mirada, staba en problemas y lo sabía, no tendría
Los líderes mantenían su gracia y seriedad a toda costa, mientras que la figura pequeña de la malvada melliza era casi ignorada por todos, como un ser sin ninguna importancia. Abdel estaba junto a Aoril, en medio de todos los alphas de otra manada charlando animadamente con sus aliados, que posiblemente eran más de la mitad de los que habían venido para el caso de la muchacha. Cassumiro seguía embobado con la muchacha de ojos verdes, de tal forma no se daba cuenta de la mirada de auxilio que le pedía su hermana, eso sí, estaba muy atento a la pareja, por si llegasen a necesitar de su servicio.