Por Gonzalo
Estoy en mi consultorio, estoy realmente agotado, la cirugía anterior había sido larga y extenuante y luego lo de esta chica, que tendría que haber sido algo de una hora como máximo, llevó tres horas.
Pienso que podrían haber matado a la paciente.
Suena mi celular, era Ruth, reclamando mi presencia en no sé qué fiesta.
Lo que menos tenía ganas en ese momento era hacer sociales y todavía tenía que reunirme con los médicos de la segunda operación.
-Disculpá, estoy en medio de algo, se complicaron las dos operaciones de hoy, andá sola.
-No puede ser, estoy cansada de asistir sola a todos los eventos ¿Qué van a pensar mis amigas?
-Me importa una m****a lo que piensen tus amigas, estoy trabajando.
-Ya te perdoné unas cuantas ¿Cómo me asegurás que estás trabajando?
-Me estás hartando, estoy extenuado y lo que menos necesito son tus reclamos.
-Al final, tenés tantas clínicas, sos millonario y no dejás de trabajar, mi papá siempre asiste a…
-Tu papá vende comida para animales, yo soy médico, salvo vidas.
-No voy a permitir que menosprecies nuestra actividad.
-No menosprecio nada, por favor, aguantar tus estupideces es lo que menos necesito hoy.
Nunca había sido brusco, ni maleducado con Ruth, pero en ese momento me estaba hartando.
Golpean la puerta de mi consultorio.
-Te dejo, estoy ocupado.
-Tenés que cambiar, no puedo asistir siempre sola a todos los eventos.
-Nos hablamos.
Le corté la comunicación.
-Adelante.
Digo, mientras apago mi celular, no voy a discutir con mi novia delante de nadie.
Posiblemente me vuelva a llamar, ahora se va a encontrar con que su llamada va al buzón de voz.
-Doctor…permiso.
Me dice el cirujano a cargo.
-Que venga su asistente y el anestesista.
Unos minutos después, entran los otros dos profesionales.
-Señores, es inadmisible lo que hicieron hoy, casi pierden a una paciente, por una serie de equivocaciones evitables.
-Lo siento.
Me dice el cirujano principal.
-Con un lo siento no basta, no podría entregar el cuerpo de esa joven a sus padres, sin que haya una investigación profunda, ninguno de ustedes tres, están capacitados para estar operando en mi clínica ni en ninguna otra.
-¿Qué quiere decir?
Busco en mi computadora y veo que ninguno de los tres es personal efectivo.
-Desde este momento se les rescinde el contrato a los tres.
-Es injusto.
Dice el anestesista.
-Lo injusto es lo que hicieron con esa joven, la estaban matando.
-Pero ella...
-¿Ella qué? No son profesionales, no esperen volver a trabajar con nosotros y por supuesto, que en su currículum va a estar siempre lo que sucedió en el día de hoy, porque estas equivocaciones circulan rápido.
-Eso es despótico de su parte.
-Estuvieron a nada de matar a una paciente y no me lo contó nadie, la salvé yo, ahora, retírense, que pase el enfermero.
Ya sé que tenemos una oficina de personal, pero el tema es delicado, me desespera perder pacientes, a veces es inevitable, pero esta vez…
Estoy furioso.
Entra el enfermero.
A él, si lo podría haber mandado directamente a la oficina de personal, pero mi indignación no disminuye si no le digo lo que pienso.
-Permiso.
-Señor, lo que hizo es realmente asqueroso.
-Lo lamento, la joven…
-Estaba bajo el efecto de la anestesia y aunque haya estado despierta, no corresponde.
-Perdón, lo que sucede es que es la mujer más bella que vi en mi vida.
-¿Qué excusa de m****a es esa? Pase por la oficina personal, está despedido, no tolero ese comportamiento en mi clínica.
Se retiró y yo me fui a mi departamento, la verdad, había salido feliz de la primera operación, pero lo que sucedió luego, fue terrible.
En mi departamento estaba solo, no tenía ganas de ver a nadie.
Porque no iba a estar bien con ninguna mujer de paso y tampoco lo iba a estar con mi novia y todos sus prejuicios.
A veces ella me cansaba, era cuando me preguntaba si la aguantaría constantemente a mi lado, como mi esposa.
Sabía perfectamente la respuesta.
Luego me calmaba y pensaba que todo se debía a mi mal humor.
Al día siguiente, a las 8 de la mañana, ya estaba Ruth en mi departamento, revisando todo, por si había estado con otra mujer.
Me enfurecí.
-Ayer, tuve un día muy difícil, no estás a la altura de las circunstancias, no soporto tantas estupideces.
-Me estás tratando mal.
-Vos sos la que me tratás mal, desconfiando siempre, soy cirujano y no puedo dejar morir a un paciente, porque vos querés demostrar que tenés novio.
-Hace dos años que salimos, ya tendríamos que estar casados.
-No confías en mí, lo que hiciste recién, eso de revisar el departamento, es inadmisible, realmente no me quiero casar en estas circunstancias.
Me mira seria y estoy esperando el berrinche o sus juramentos de cambios, es una de las dos, no sé cuál le toca hoy.
-Perdón amor, te prometo que voy a cambiar, cuando nos casemos todo va a ser distinto.
Lo sabía, me juró cambiar.
-No podemos estar casados y que revises todo.
-Es que si estamos casados, todo va a ser distinto, vas a dormir todos los días conmigo, vamos a estar más unidos, vas a trabajar menos…
-Te equivocás, no voy a trabajar menos y necesito mi espacio.
-Si estás conmigo, no necesitas espacio.
-El espacio lo voy a necesitar siempre, me sirve como profesional.
-Podés dejar de operar.
-Operar es mi vida.
-Yo quiero ser tu vida.
Ya está, se puso a llorar y el juramento de cambiar, quedó en un rincón.
Me amenaza con decir que le fui infiel, que si no me caso con ella, me va a hacer la vida imposible.
Nunca me había dicho algo así.
Ante mi cara impasible, volvió a pedirme perdón.
Comenzó a besarme mientras se desnudaba y me desnudaba.
Teminamos teniendo sexo, era una mujer sumamente bella, pero creo que nunca tuve tan pocas ganas de tenerla en mis brazos.
Lo hicimos rápido, yo tenía una operación programada en una de las clínicas y quería estudiar la historia clínica del paciente.
Recordé que al final, no había visto la historia clínica de la chica de ayer.
Me despedí de Ruth en la puerta de mi departamento y me fui a la clínica.
Estoy cansado, no dormí demasiado y eso, como cirujano, no es bueno, me gusta estar al mil porciento en cada operación.
Desayuné en mi consultorio y estudié, con tranquilidad, la historia clínica del paciente al cuál tenía que operar.
Me quedaba un poco menos de una hora para la operación, decidí almorzar.
Cuando lo estaba haciendo, recordé nuevamente, el día en que falleció Jorge Soulé, el capataz.
Recordé los ojos de su pequeña hija y quise compararlos con la chica de ayer, fue imposible, la paciente de ayer tenía los ojos enrojecidos por la anestesia.
Todo lo que no se debía hacer como médicos, lo hicieron ayer y en una de mis clínicas.
Aún hoy me sigue molestando.
Recuerdo al enfermero.
Traté de pensar en el cuerpo de esa joven, era evidente que era atractiva, pero estaba a merced nuestro, anestesiada, nunca había visto a nadie hacer algo así.
Cada día tengo menos paciencia y soy más intransigente.
Me tomé un café, no suelo tomarlo antes de una operación, aunque hoy lo necesitaba.
Era una operación larga la que se debía llevar a cabo.
Me concentré en el paciente que tenía delante.
Era un hombre de mediana edad, tal vez eran los pacientes más difíciles, porque muchas veces fallaba, en forma inexplicable, el corazón, gracias a dios no fue lo que sucedió en el día de hoy.
Salió todo bien.
Ya estaba más relajado.
Aunque la operación fue larga, pero tardé la cantidad de horas estipuladas.
Preferí ir a la mansión, aunque mi padre no estaba.
Como no podía ser de otra manera, yo entré a las 8 de la noche y mi novia lo hizo media hora después.
Cenamos casi en silencio, no tenía demasiado para hablar con ella.
Tenía sueño y estaba agotado.
Luego de cenar, Ruth, pretendía ir a no sé qué pub, le dije que no podía moverme, de nuevo salió con que no tendría que operar más, luego de una breve discusión, se marchó.
Fue breve la discusión, porque yo estaba realmente extenuado.
Prácticamente me dormía en la mesa.
Suspiré aliviado cuando ella se fue.
No le dije que al día siguiente pensaba quedarme en la mansión estudiando algunos casos y que no tenía ninguna operación programada.
Últimamente me agotaba hasta tenerla cerca.
No es que pensara terminar la relación con Ruth, ella es hermosa, aunque a veces es caprichosa, es una mujer que veo conveniente para casarme.
Claro que no quisiera hacerlo inmediatamente, pero ella, cada día que pasa, me presiona más con ese tema.
Tampoco es que me volviera loco por estar con ella, ni me sacaba el aliento.
Es que en algún momento me tenía que casar.
Yo tengo 32 años y ella tiene 28, ya no es una niña, ni yo soy un imberbe.
Por ahora estoy logrando mi objetivo, que es postergar el compromiso y evitar poner fecha de casamiento.
Me dormí de forma inmediata.
Por Gonzalo.Me desperté más relajado.Desayuné tranquilo, estaba María sirviendo mi desayuno, no me gustaba que me sirviera cualquier mucama.Me encerré en mi despacho y cuando estaba allí, el personal sabía que nadie me podía interrumpir.Se pasó la mañana bastante rápido.Almorcé algo de pasada, sin salir de mi oficina, estaba realmente atrapado en el caso que estaba estudiando.Nuevamente había apagado mi celular, para que nadie me interrumpa.Ví dos posibles formas de operar a ese paciente, estaba calculado las posibles consecuencias de cada operación.Escucho que golpean en la puerta de mi despacho, estoy por echar a quién se haya atrevido a hacerlo.Antes, digo que pase, no sé porque lo hice, entra Teresa, con lágrimas en sus ojos.-Disculpe doctorcito.Suele llamarme así y es la única que lo hace, se lo permito porque lo hace con mucho respeto y hasta con cariño y cuando estamos solos.-¿Qué sucede?-Mi hija…esta mañana le dieron el alta, la operaron de la vesícula, está casi
Pienso en Aby Por GonzaloSeguía estando de color roja la piel que estaba alrededor de la herida, la infección no había cedido, pero solo tenía una aplicación del antibiótico.-Seguís con infección, pero nunca se corta con una sola toma o aplicación del antibiótico, girá, por favor, que te aplico la segunda dosis.Ella giró y se bajó un poco más el pantalón, su bombacha era pequeña, negra y de algodón, realmente no precisaba de mucho más para volver loco a un hombre.Me asusté de mi pensamiento.Es una paciente, me dije.Le apliqué la inyección, ella no emitió ningún sonido, obviamente yo no aplico inyecciones, pero era demasiada mi responsabilidad sobre esta chica.-Sentate por favor, que te voy a escuchar.Me puse el estetoscopio mientras ella se sentaba y me daba la espalda, cubriéndose el pecho con su brazo.-Relajate y respira profundo.Así lo hizo.-¿Te podés parar?-Sí, estoy cansada y un poco mareada, pero es por los días que estuve en cama.-Parate, por favor.Yo no suelo pe
Por AbigailMe dieron el alta y sin embargo yo no me sentía bien.Al salir de una operación, por más simple que sea, nadie se puede sentir bien, pienso.También tengo en cuenta que los riesgos de virus intrahospitalarios son altos y si no es necesario que el paciente continúe internado, es exponerlo.Sin embargo, me sentía cada vez peor, noté que tenía temperatura, tomé un antifebril y me acosté.No supe muy bien qué sucedió, me pareció escuchar a mi madre llamarme, no le podía responder, no tenía fuerzas para hacerlo.Creo que estaba dormida, tal vez soñando, porque me pareció escuchar la voz del doctor Gonzalo.Sentí que alguien me sacaba la ropa, que me revisaban, y hasta que me giran, lo que estoy segura, es que sentí dos pinchazos en mi cola.Luego me vistieron, yo no tenía fuerzas, ni para abrir del todo mis ojos.No entiendo que me sucede.Debo haber dormido unas cuantas horas, me desperté con la ropa mojada por la transpiración, producto de la temperatura que tuve, no me sentí
Por AnyHabían pasado solo 15 minutos cuando lo vi entrar, con ese aire altanero, frío, distante.Lo miro ansiosa.Su mirada se clavó en mi cara.-Hola Aby.Me dijo y le sonreí como si fuera un dios.-Buenas tardes doctor.-Vení, acompañame.Yo me paro y lo sigo.-Que nadie me interrumpa.Le dice a su secretaria, al pasar por su lado, no la miró, ni siquiera la saludó.Abrió la puerta de su consultorio y esperó para que yo entrara primero.Me sorprendió mucho su actitud, no la esperaba.-Sentate.Me dice, mientras revisa su celular y luego lo apoyó en el escritorio.Mientras él revisaba su teléfono, yo miro, curiosa, su escritorio y veo un portaretrato, en él hay una fotografía en la que está abrazado a Ruth, están los dos muy sonrientes, se ven realmente muy bien los dos.Me duele, pero ella es su novia. Aparté la mirada de esa fotografía, tampoco quería que levante la vista y me vea mirando su fotografía.Quise ocultar mis emociones, mejor dicho, lo que me provocaba verlo tan sonri
Por GonzaloSalgo de la operación y estaba realmente agotado, cuando recordé que tenía que ver a Abigail, ya no sentí más cansancio, apuré mis pasos, para llegar rápido a mi consultorio.Ella me estaba esperando en la sala de estar, cuando me vé, me sonrió para saludarme y yo disimulé esa calidez que sentí al mirarla.-Hola Aby.-Buenas tardes, doctor.La dejé pasar primero, poniendo una mano en su espalda, para cederle el paso.Me alejé inmediatamente, no sé qué me pasa cuando veo a Aby Revisé mi celular, porque es mi rutina cuando termino de operar.Noto que ella miraba todo, lo hacía disimuladamente.Se acostó en la camilla y le revisé las heridas en la zona baja y luego le indiqué que gire para aplicarle la inyección.Le bajé un poco más la falda y mis ojos miraron su tanguita, no veía lo suficiente de su piel, es verdad, pero adivinaba lo perfecta de su cola al desnudo.Me volví un degenerado, pensé.Cuando quedó con sus pechos al aire, me tuve que concentrar, más que nunca, en
Por GonzaloSe estaba por vestir, pero yo, que me convertí en un depravado, quería verla unos minutos más.-Permíteme escucharte con el estetoscopio, así ya te doy el alta definitiva.La escuché por la espalda, mientras le recorría con mi mirada todo su cuerpo.Tenía razón cuando pensaba que su cola era perfecta, no quería que mis manos me traicionen enterrándose en su intimidad, la hice girar y le escuché el corazón, poniendo en su pecho, el estetoscopio. La rozé, inocentemente y con la mirada impasible.Sus pezones reaccionaron y ella, consciente de ello, se encorvó.-Aby, enderezate.Me mira, suplicante…No sé que me suplicaba, que le permita vestirse o que la tome en mis brazos…Es un juego peligroso, el que estoy jugando.-Vestite, estás…perfecta, tenés el alta.Me alejé, dándole la espalda, no era dueño de mi cuerpo, tenía una erección que no pude dominar.Jamás me había sucedido algo así con una paciente, es que ella era mucho más que una paciente.Últimamente es mi fantasía n
Por GonzaloPensé en esperar que Ruth llegue a la puerta de la calle para ir a pedirle perdón, nuevamente, a Abigail y me sentí un cobarde, por no haber ido antes.Al pensar eso, creo que ni siquiera esperé a que mi novia llegara a la puerta de la calle, salí detrás de Ruth.Debe haber pensado que iba detrás de ella, pero giré hacía el sector, que hasta hace poco, no conocía.Me encontré con Teresa.-¿Abigail está disponible?...Ruth…Teresa, sin reprocharme nada, sonrió amablemente.-Ya la llamo, está en su habitación.-Permítame ir.Le dije, solo por ser formal, en realidad no esperé su respuesta, me dirigí a la habitación de Abigail, conocía el camino.Golpeé la puerta.-Pasá, mamá.Escucho que contesta.Abrí la puerta y la encontré a medio vestir, con su cabello mojado, recién duchada.Me quedé mudo, observándola.-¡Doctor!Se apresuró para ponerse un vestido, corto, sencillo, parecía de algodón, era de color rosa.-Perdón…no pensé que fuera usted.Dijo.-Perdón…nuevamente, no pens
Por AbyLe dejé el jugo sobre el escritorio, ella sigue hablando con desprecio y Gonzalo estaba muy serio, parecía que quería decir algo, pero no abría la boca.Me agaché para limpiar una mancha inexistente en el zapato de la… señorita y ella me pisó la mano, lo hizo a propósito, no pude evitar gemir del dolor, ella me echó la culpa a mí y en ese momento, Gonzalo me sorprendió.-¡Aby!¿Estás bien?¿Te duele? Dejame ver.Dijo el doctor y tomando mi otra mano, me ayudó a pararme y me revisó la mano que su novia me había pisado.Se debe haber puesto celosa, aunque no lo entiendo, porque es realmente muy bella, el jugo me lo arrojó en mi cara, mientras gritaba que estaba horrible.Entonces, Gonzalo, muy enojado, le preguntó si estaba loca y él mismo me limpió el rostro con unas servilletas, mientras me pedía perdón.No veía el momento de salir de ahí, estaba incómoda, tenía ganas de llorar, aunque no le quise dar el gusto a esa arpía, de llorar delante de ella, hasta saqué fuerzas del fondo