Por Gonzalo.
Me desperté más relajado.
Desayuné tranquilo, estaba María sirviendo mi desayuno, no me gustaba que me sirviera cualquier mucama.
Me encerré en mi despacho y cuando estaba allí, el personal sabía que nadie me podía interrumpir.
Se pasó la mañana bastante rápido.
Almorcé algo de pasada, sin salir de mi oficina, estaba realmente atrapado en el caso que estaba estudiando.
Nuevamente había apagado mi celular, para que nadie me interrumpa.
Ví dos posibles formas de operar a ese paciente, estaba calculado las posibles consecuencias de cada operación.
Escucho que golpean en la puerta de mi despacho, estoy por echar a quién se haya atrevido a hacerlo.
Antes, digo que pase, no sé porque lo hice, entra Teresa, con lágrimas en sus ojos.
-Disculpe doctorcito.
Suele llamarme así y es la única que lo hace, se lo permito porque lo hace con mucho respeto y hasta con cariño y cuando estamos solos.
-¿Qué sucede?
-Mi hija…esta mañana le dieron el alta, la operaron de la vesícula, está casi desmayada y con mucha temperatura.
Recordé a la chica que terminé operando yo, también su operación fue de vesícula ¿Será la misma?
Sería mucha coincidencia si es ella.
El apellido de la chica que operé, era el mismo que el del marido de Teresa.
Tomo mi maletín médico, mientras le indico que me lleve con su hija.
Camino en silencio, detrás de Teresa, pienso en la chica de la operación, si es ella, debe tener alguna infección, cuando le estaban pasando la cánula con la cámara, la lastimaron, hasta le detuve un sangrado.
Nuevamente me indigno con los imbéciles que creen que salvar a alguién puede ser algo ocasional, cuando es al revés, solo se pierde un paciente cuando ya no hay nada que la medicina pueda hacer.
-Mi hija es la que lleva la administración de la mansión y se reúne todas las semanas con el señor White.
Me dice entre lágrimas.
Llegamos al sector en donde están las habitaciones del personal de servicio, nunca había estado en ese sector de la casa, a pesar que me crié allí.
Entré a una habitación, no muy grande, tenía una cama de una plaza, un pequeño sillón, un escritorio, pequeño, en el que había una computadora y varios libros, no miré demasiado, solo vi a la paciente.
Era ella, la chica que casi muere en manos de esos indeseables.
Me angustié pensando en su padre y en que ella sería el segundo miembro de su familia que iba a morir estando yo presente.
No comprendo el dolor que siento, soy médico y aunque no me guste perder pacientes, estoy preparado para hacerlo, claro que lo de esta chica hubiera sido totalmente injusto, por qué era evitable.
Estaba desvanecida.
Tenía la temperatura muy alta.
-La voy a revisar.
Teresa sale de la habitación, dándome el lugar para que revise a su hija.
Ella apenas reaccionaba, con su ayuda, le saqué la parte de arriba del pijama que tenía puesto, le tenía que revisar las heridas.
Eran pequeñas, pero a través de ellas, quería corroborar en donde estaba la infección, aunque lo sabía perfectamente.
Le bajé un poco los pantalones de pijama, arriba de la ingle, o mejor dicho, apenas abajo del ombligo, porque allí, había otra inquisición.
Esa herida estaba bien, la infección se produjo en la que estaba debajo de su pecho.
Al revisarla, recordé al infeliz que se estaba tocando mientras la miraba.
Le miré el pecho.
Me asombré de mí mismo, al pensar en lo perfecto que era.
Estaba con una paciente y nunca había dejado de ser profesional, pero en ese momento, me encontré casi deleitandome mientras la miraba.
No me gustó lo que me produjo verla, no supe por qué.
Busqué en mi maletín un antibiótico bastante potente, quería cortar la infección, para bajar la temperatura.
-Linda, te voy a dar una inyección para cortar una infección, pero antes te tengo que escuchar los pulmones ¿Te podés sentar?
Ella intentó sentarse, lo hizo a medias, la ayudé y al tener que tomarla en mis brazos para ayudarla a sentarse, de nuevo sentí un sobresalto, ahora más notorio que antes.
Más notorio para mí.
Mi cara era impasible.
La escuché con el estetoscopio, le medí la saturación, estaba en el límite, aunque sus valores pueden llamarse normales para los 40 grados centígrados de temperatura.
La ayudé a vestirse, lo hice con toda corrección.
Nunca ayudé a desvestirse y vestirse a un paciente.
Le di un antitérmico, también inyectable.
Esta chica estaba casi desvanecida, tenía poca reacción y me sentía comprometido con su salud, por dos motivos, uno es a causa de los cirujanos que la atendieron en mi clínica y otro es por el recuerdo de su padre.
Con los medicamentos que le inyecté, se suponía que dentro de las próximas 12 horas ya tenía que comenzar a mejorar.
Eso en cuanto a la infección, con respecto a la temperatura, tendría que mejorar inmediatamente, claro que como la infección seguiría hasta que el antibiótico le surta efecto, la fiebre iba a volver.
Salí un poco más tranquilo que cuando entré a esa habitación.
Pero estaba turbado, porque nunca había mirado, como hombre, a una paciente, lo hice siempre como médico.
Todo es por culpa de ese enfermero que se tocó cuando la vio.
Hablé con Teresa y la tranquilicé.
Le dejé un antifebril, para que se lo suministre cada 6 horas.
-Mañana, cuando pase por acá, la vuelvo a ver.
-Muchas gracias doctorcito, tuve mucho miedo que le sucediera algo.
-Es normal que surjan infecciones luego de una operación, no se preocupe, es controlable y dentro de dos días, va a estar perfectamente.
Vuelvo a mi oficina, la que tenía dentro de la mansión.
Ya no me pude concentrar en el caso que estaba estudiando.
Solo podía pensar en esa chica, la hija de Teresa.
Soy responsable de lo que suceda dentro de cada una de las clínicas de la que mi padre y yo somos dueños.
Nunca había sucedido tantos errores humanos, unos tras otro y con las consecuencias, que estos acarrean.
El remate, aunque no influyó en la salud de la chica, fue ese imbécil tocandose.
Le dije al jefe de cirugía de esa clínica, que lo veía al día siguiente a primera hora, quería saber como teníamos a esos médicos trabajando con nosotros.
Es evidente que hay que ser más cuidadoso al contratar al personal médico, a todo el personal en realidad.
Esa noche, pasé por mi segundo departamento, no el que conoce Ruth, lo hice con una mujer que suelo ver a veces.
Necesitaba liberar tensión y esa mujer era una fiera en la cama, sin embargo, algo me seguía molestando, no la pasé tan bien como solía hacerlo.
Al día siguiente me reuní con el jefe de cirugía, que ya estaba al tanto de todo.
Le dije que nunca más quería tener personal mediocre en la clínica, que dependía de él y que su puesto no estaba comprado.
No fui demasiado agradable, pero no había lugar para ser simpático.
Realmente seguía furioso.
Le pedí que revisara todos los casos que ese equipo médico había atendido y que lo hiciera a conciencia.
No puedo estar en todo, de eso soy consciente y hay temas de los que se tendría que ocupar la gente que está contratada para ese fin, mi tiempo vale oro.
Al medio día ya me estaba llamando Ruth, quedé en verla a última hora, teníamos una cena con unos amigos.
Amigos de ella, por supuesto.
Con cierta ansiedad, llegué a la mansión.
Le atribuí a que era por la salud de la joven y la responsabilidad que sentía por su salud.
Apenas llegué, Maria ya me estaba sirviendo el almuerzo.
Cuando terminé de almorzar, le pregunté a Maria por Teresa, quien se presentó ante mí casi inmediatamente.
Le pregunté por su hija y le dije que la iba a revisar y que le iba a aplicar nuevamente otra inyección con antibiótico.
Nuevamente me acompañó hasta la puerta de la habitación de su hija.
Teresa golpeó la puerta y abrió inmediatamente.
Me dejó el paso y yo entré.
Me encontré con que Abigail, así se llama la hija de Teresa, tenía un mejor semblante y estaba incorporada entre almohadones, en su cama, leyendo un libro.
Se ruborizó cuando me vió.
-Buenos días doctor, lamento que tenga que venir a verme.
Me dice tímidamente y con bastante culpa.
Le sonrío.
Es evidente que no tiene idea que casi se muere en manos de esos infelices.
-No te preocupes, vine a auscultarte y a aplicarte una inyección que contiene antibiótico, es más rápido que si te lo suministro vía oral.
-Creo que tengo buena cicatrización.
Me comenta sin sostenerme la mirada.
-Permitime revisarte.
Ella deja sobre su mesita de noche, el libro, mis ojos siguen sus manos y me asombro al ver que el libro es de una materia de medicina.
Corre el acolchado.
Se baja apenas el pantalón del pijama.
Me siento en el borde de su cama.
Le saco las vendas y noto, como efectivamente, la herida ya está bastante mejor.
-Sacate la parte de arriba, así te reviso la herida que nos trae problemas.
Su cara pasó a ser un color rojo granate.
Ella no se sacó la remera del pijama, solo se la levantó, pero realmente era incómodo para mí, revisarla con la ropa puesta.
-Sacatela, por favor.
No tenía corpiño, porque le debía molestar en la herida.
Sin hacer otro comentario, la reviso.
Debo confesarme que traté de ignorar su timidez y también su desnudo.
Pienso en Aby Por GonzaloSeguía estando de color roja la piel que estaba alrededor de la herida, la infección no había cedido, pero solo tenía una aplicación del antibiótico.-Seguís con infección, pero nunca se corta con una sola toma o aplicación del antibiótico, girá, por favor, que te aplico la segunda dosis.Ella giró y se bajó un poco más el pantalón, su bombacha era pequeña, negra y de algodón, realmente no precisaba de mucho más para volver loco a un hombre.Me asusté de mi pensamiento.Es una paciente, me dije.Le apliqué la inyección, ella no emitió ningún sonido, obviamente yo no aplico inyecciones, pero era demasiada mi responsabilidad sobre esta chica.-Sentate por favor, que te voy a escuchar.Me puse el estetoscopio mientras ella se sentaba y me daba la espalda, cubriéndose el pecho con su brazo.-Relajate y respira profundo.Así lo hizo.-¿Te podés parar?-Sí, estoy cansada y un poco mareada, pero es por los días que estuve en cama.-Parate, por favor.Yo no suelo pe
Por AbigailMe dieron el alta y sin embargo yo no me sentía bien.Al salir de una operación, por más simple que sea, nadie se puede sentir bien, pienso.También tengo en cuenta que los riesgos de virus intrahospitalarios son altos y si no es necesario que el paciente continúe internado, es exponerlo.Sin embargo, me sentía cada vez peor, noté que tenía temperatura, tomé un antifebril y me acosté.No supe muy bien qué sucedió, me pareció escuchar a mi madre llamarme, no le podía responder, no tenía fuerzas para hacerlo.Creo que estaba dormida, tal vez soñando, porque me pareció escuchar la voz del doctor Gonzalo.Sentí que alguien me sacaba la ropa, que me revisaban, y hasta que me giran, lo que estoy segura, es que sentí dos pinchazos en mi cola.Luego me vistieron, yo no tenía fuerzas, ni para abrir del todo mis ojos.No entiendo que me sucede.Debo haber dormido unas cuantas horas, me desperté con la ropa mojada por la transpiración, producto de la temperatura que tuve, no me sentí
Por AnyHabían pasado solo 15 minutos cuando lo vi entrar, con ese aire altanero, frío, distante.Lo miro ansiosa.Su mirada se clavó en mi cara.-Hola Aby.Me dijo y le sonreí como si fuera un dios.-Buenas tardes doctor.-Vení, acompañame.Yo me paro y lo sigo.-Que nadie me interrumpa.Le dice a su secretaria, al pasar por su lado, no la miró, ni siquiera la saludó.Abrió la puerta de su consultorio y esperó para que yo entrara primero.Me sorprendió mucho su actitud, no la esperaba.-Sentate.Me dice, mientras revisa su celular y luego lo apoyó en el escritorio.Mientras él revisaba su teléfono, yo miro, curiosa, su escritorio y veo un portaretrato, en él hay una fotografía en la que está abrazado a Ruth, están los dos muy sonrientes, se ven realmente muy bien los dos.Me duele, pero ella es su novia. Aparté la mirada de esa fotografía, tampoco quería que levante la vista y me vea mirando su fotografía.Quise ocultar mis emociones, mejor dicho, lo que me provocaba verlo tan sonri
Por GonzaloSalgo de la operación y estaba realmente agotado, cuando recordé que tenía que ver a Abigail, ya no sentí más cansancio, apuré mis pasos, para llegar rápido a mi consultorio.Ella me estaba esperando en la sala de estar, cuando me vé, me sonrió para saludarme y yo disimulé esa calidez que sentí al mirarla.-Hola Aby.-Buenas tardes, doctor.La dejé pasar primero, poniendo una mano en su espalda, para cederle el paso.Me alejé inmediatamente, no sé qué me pasa cuando veo a Aby Revisé mi celular, porque es mi rutina cuando termino de operar.Noto que ella miraba todo, lo hacía disimuladamente.Se acostó en la camilla y le revisé las heridas en la zona baja y luego le indiqué que gire para aplicarle la inyección.Le bajé un poco más la falda y mis ojos miraron su tanguita, no veía lo suficiente de su piel, es verdad, pero adivinaba lo perfecta de su cola al desnudo.Me volví un degenerado, pensé.Cuando quedó con sus pechos al aire, me tuve que concentrar, más que nunca, en
Por GonzaloSe estaba por vestir, pero yo, que me convertí en un depravado, quería verla unos minutos más.-Permíteme escucharte con el estetoscopio, así ya te doy el alta definitiva.La escuché por la espalda, mientras le recorría con mi mirada todo su cuerpo.Tenía razón cuando pensaba que su cola era perfecta, no quería que mis manos me traicionen enterrándose en su intimidad, la hice girar y le escuché el corazón, poniendo en su pecho, el estetoscopio. La rozé, inocentemente y con la mirada impasible.Sus pezones reaccionaron y ella, consciente de ello, se encorvó.-Aby, enderezate.Me mira, suplicante…No sé que me suplicaba, que le permita vestirse o que la tome en mis brazos…Es un juego peligroso, el que estoy jugando.-Vestite, estás…perfecta, tenés el alta.Me alejé, dándole la espalda, no era dueño de mi cuerpo, tenía una erección que no pude dominar.Jamás me había sucedido algo así con una paciente, es que ella era mucho más que una paciente.Últimamente es mi fantasía n
Por GonzaloPensé en esperar que Ruth llegue a la puerta de la calle para ir a pedirle perdón, nuevamente, a Abigail y me sentí un cobarde, por no haber ido antes.Al pensar eso, creo que ni siquiera esperé a que mi novia llegara a la puerta de la calle, salí detrás de Ruth.Debe haber pensado que iba detrás de ella, pero giré hacía el sector, que hasta hace poco, no conocía.Me encontré con Teresa.-¿Abigail está disponible?...Ruth…Teresa, sin reprocharme nada, sonrió amablemente.-Ya la llamo, está en su habitación.-Permítame ir.Le dije, solo por ser formal, en realidad no esperé su respuesta, me dirigí a la habitación de Abigail, conocía el camino.Golpeé la puerta.-Pasá, mamá.Escucho que contesta.Abrí la puerta y la encontré a medio vestir, con su cabello mojado, recién duchada.Me quedé mudo, observándola.-¡Doctor!Se apresuró para ponerse un vestido, corto, sencillo, parecía de algodón, era de color rosa.-Perdón…no pensé que fuera usted.Dijo.-Perdón…nuevamente, no pens
Por AbyLe dejé el jugo sobre el escritorio, ella sigue hablando con desprecio y Gonzalo estaba muy serio, parecía que quería decir algo, pero no abría la boca.Me agaché para limpiar una mancha inexistente en el zapato de la… señorita y ella me pisó la mano, lo hizo a propósito, no pude evitar gemir del dolor, ella me echó la culpa a mí y en ese momento, Gonzalo me sorprendió.-¡Aby!¿Estás bien?¿Te duele? Dejame ver.Dijo el doctor y tomando mi otra mano, me ayudó a pararme y me revisó la mano que su novia me había pisado.Se debe haber puesto celosa, aunque no lo entiendo, porque es realmente muy bella, el jugo me lo arrojó en mi cara, mientras gritaba que estaba horrible.Entonces, Gonzalo, muy enojado, le preguntó si estaba loca y él mismo me limpió el rostro con unas servilletas, mientras me pedía perdón.No veía el momento de salir de ahí, estaba incómoda, tenía ganas de llorar, aunque no le quise dar el gusto a esa arpía, de llorar delante de ella, hasta saqué fuerzas del fondo
Por GonzaloVoy a hablar seriamente con Ruth, no me siento cómodo con esa gente, menos para tenerla tantas horas en mi casa.Tampoco me gustó que disponga, sin consultarme, de mi casa.Entre las mucamas estaba Aby.Sentí vergüenza, no la había vuelto a ver desde el beso.Ahora la veía, sirviendo a esta manga de inservibles, cuando seguramente, ella tendría que estar estudiando, por la fecha en que estábamos, para algún final.Ruth le hizo una seña a Aby, para que se acerque con la bandeja.Yo no podía ni mirarla.Definitivamente esto se salió de mis manos, solo porque, para no aguantarla, dejé que Ruth hiciera lo que se le antoje.Nuevamente estaban las dos mujeres ante mí, mi novia y la mujer que me dejaba sin aliento.Aby tiene esa frescura, esa inocencia reflejada en su rostro, que me vuelve loco.Aunque no la miré a la cara, mi mirada se posó en el cuerpo maravilloso de la futura médica.Ruth lo notó, creo que por eso la llamó.Ya estaba preparado para hablar, en cuanto Ruth agrav