Con Savannah y Georgia instaladas en su cuarto, buscó una caja y la rellenó de arena para gatos, la puso en su baño con agua y alimento. Alex le había dado suficiente para dos días, así que en cuanto fuese al pueblo conseguiría más.
Los días en el rancho le permitían tener paz por primera vez en mucho tiempo. Tom se mantenía cerca de su madre casi todo el tiempo. Aunque tenían muchos trabajadores que realizaban el mantenimiento del rancho Abi amaba ayudar, el trabajo físico le hacía sentir viva por primera vez
Tras una mañana especialmente agotadora en compañía de Joe uno de los peones del rancho, regresó a su casa. Su madre estaba charlando con Tom, él se veía molesto y su madre bastante sonrojada.
Al verla llegar, dejaron de conversar, pero era obvio que la situación era tensa.
—Voy a ir a conseguir alimento para las gatas.
—Estas cansada Abi. Le decía a tu madre que trabajas como uno de los peones cuándo sabemos que es innecesario.
—Tom, agradezco tu preocupación, pero el trabajo físico me hace sentir viva.
—Mírate, estás llena de cardenales.
—Pero me gusta, Joe ha sido muy amable dejándome ayudarle a tensar uno de los alambres.
— ¿Tensar alambres? Maldita sea… ¿acaso se ha vuelto loco?
—Tom, algunas veces agradezco tu preocupación, pero otras veces actúas como mi padre. Nunca tuve uno ¿sabes? Y no me ha hecho falta.
—Pues necesitas una figura paterna, alguien que meta sensatez en esa cabeza dura que tienes. Estás haciendo cosas que son peligrosas.
— ¿Acaso te ofreces de voluntario? No necesito una figura paterna. El mío está ahí fuera, dando gracias a Dios que no se hizo cargo de mí. Mi padre no me quiso y yo no necesito uno. Vine a acompañar a mi madre, pero nada más, del hombre que la preñó y abandonó...no necesito nada.
Tom se puso pálido y antes de que dijera algo más, la madre de Abi se puso de pie, luego la sujetó de las manos. La mirada de seriedad en aquellos ojos tan cansados la hicieron frenar un poco su mal humor.
—Hija, no hables de tu padre de esa forma. Ya te dije una vez que él ignoraba tu nacimiento.
—Lo entiendo, pero Tom intenta protegerme mucho y no me gusta. En fin, me marcho, nos vemos más tarde.
Mientras conducía a la ciudad intentó relajarse. Alex era un amigo increíble, sabía que él estaba interesado en ella.
Pero, aunque se esforzaba no podía verlo de esa forma. Ya cuando estaba de camino se dio cuenta que su ropa estaba hecha un desastre, en su rostro había cardenales y algunos cortes. Ahora que estaba lejos del rancho comprendió la incomodidad de Tom, ella era toda una calamidad. Sin embargo, se mantenía firme en rechazar ese estúpido sentimiento paternalista.
Casualmente Alex estaba en la veterinaria cuando ella llegó, la ayudó a escoger el mejor alimento, tazones y camitas para las gatas. No comentó nada sobre su apariencia, quizás porque estaban en la veterinaria, pero Abi sabía que al salir la interrogaría.
—Ya hasta nombre les he puesto, Savannah y Georgia.
— ¿Y cómo se portan?
—Han estado despiertas toda la noche, arañaron un par de cortinas. Pero son adorables.
—Gracias por llevártelas.
—No hay problema, de todas formas, hubiese sido un error llevarme solo una, al menos así se acompañan.
—Abi, acompáñame a tomar un café a casa.
—No creo que pueda…
—Vamos ya, quiero que hablemos un momento.
El viaje a la casa fue hecho en silencio, Abi estaba muy nerviosa sin saber la causa. Tras conducirla a la sala, recogió la cafetera, colocó unas tazas y luego se sentó frente a ella.
— ¿Se puede saber que te pasó?
— ¿Porque piensas que me pasó algo?
—No lo pienso, lo sé.
—Son solo tonterías.
—Siempre puedes contar conmigo Abi, confía en mí.
—Te preocupas demasiado Alex. He estado participando activamente en las labores del rancho. Tom se ha estado adjudicando un papel casi de padre conmigo y me molesta. Normalmente me importaría poco, pero no sé por qué me siento tan enojada.
—Yo he conocido a Tom durante años, Abi. Siempre ha sido un hombre sensato, si se muestra tan preocupado es porque le importas.
—Tienes razón.
—Lo sé Abi, a veces es algo difícil tener siempre la razón, soy una especie de genio en relaciones personales.
—Lo que veo doctor, es que tienes un lado medio mordaz.
—Muy graciosa. Vamos que te llevo al pueblo.
Durante el recorrido al pueblo, Abi no podía desprenderse de esa sensación de ser observada.
— ¿Qué te pasa Abi?
—Nada serio, pero me parece que nos siguen. Ese auto ha venido con nosotros desde que abandonamos tu casa
—Cerca hay otras propiedades. ¿Por qué querrían seguirnos?
—Tienes razón.
Tras aquellas palabras, Abi se recostó en el asiento del carro y cerró los ojos. Estaba lejos de Boston, no había razón alguna para creer que la habían encontrado.
Al llegar al pueblo bajó del auto de Alex y cruzó la calle para subirse al suyo, de pronto las personas comenzaron a gritar. Un auto venía a gran velocidad hacia ella, pero no pudo moverse, estaba congelada. Alex observó todo con creciente terror, Abi había sentido que la seguían y ahora un coche iba a atropellarla. Sin pensarlo dos veces corrió hacia ella, llegando apenas a tiempo para quitarla del camino.
Abi veía todo como en trance, el asesino la había encontrado, poner tanta distancia no había servido.
El cuerpo de Alex la tumbó, la situación era como para llorar, si ella pudiese hacerlo. Cuando abrió los ojos se vio envuelta en los brazos de su amigo. Alex la observaba con mucha ansiedad, le acariciaba el rostro, aparentemente necesitaba tocarla para convencerse de que estaba a salvo.
— ¿Estás bien?
Abi quería contestarle, enserio que sí, pero las palabras no salían. Fue tras unas ligeras sacudidas que recuperó el habla.
—Abi, contéstame, cielo. ¿Estás bien?
—Yo… yo… Alex…
—Abi…
Alex la sacudió algo más fuerte, necesitaba asegurarse que estaba a salvo.
—Estoy bien, solo algo asustada.
Alex se puso de pie, luego la levantó con cuidado y pasó su brazo alrededor de su cintura. Las personas a su alrededor les daban espacio, pero a Abi la angustiaban tantas miradas curiosas.
—Sácame de aquí, por favor.
—En seguida, cielo.
Avanzando hacia ellos, un hombre de unos cincuenta años se acercó, estaba bastante pálido y nervioso.
—Yo… casi la atropellé, mi coche se quedó sin frenos.
— ¿No sufrió usted daños?
—No me sucedió nada señorita, logré poner mi coche en una marcha menor y luego utilicé el freno de emergencia. Pude gracias, Dios, dejar mi vehículo cerca de aquí. Luego me vine a ver si la había lastimado la caída.
—Solo fue el susto.
Alex por fin encontró palabras, había quedado paralizado por lo sucedido.
—Señor Mackenna, lleve su auto al taller. Me parece extraño que usted, quién ha sido siempre tan cuidadoso, haya tenido semejante problema.
—Si doctor.
—De acuerdo. Voy a llevar a Abi a mi consultorio.
—Pero estoy bien—intervino Abi—
—Igualmente preferiría revisarte.
La multitud se dispersó rápidamente. Ya en el hospital Alex le realizó una revisión exhaustiva.
—Ves doctor, no me pasó nada.
— ¿Sabes algo, Abi? mientras veía el auto acercarse pensé en eso que dijiste, sobre alguien siguiéndonos.
—Pero ya vimos que no fue nada intencionado.
Él dudaba un poco, pero al final la abrazó, Abi se quedó rígida un momento, pero luego le rodeo la cintura con sus brazos. Alex estaba temblando, ella jamás imaginó que lo sucedido le afectaría tanto.
Luego la apartó un poco, colocó sus dedos en la barbilla de Abi y le obligó a verle a los ojos. Abi encontró en ellos calidez y otra emoción en la que prefirió no pensar. Alex no intentó besarla, no se movió en lo absoluto, situación que ella agradeció, en ese momento estaba demasiado asustada por lo sucedido.
Pero si dejaba que él se diera cuenta, entonces la mantendría encerrada para que nada le pasara. Alex parecía un hombre sensato, pero ella podía jurar que, si tenía que mantenerla a salvo de peligro alguno, haría lo que fuese necesario.
Él tenía todas las cosas que una mujer amaría en un hombre, ¿por qué entonces no sentía ella más que una leve atracción? ¿Tendría que ver con el taciturno médico que solamente le dirigía miradas de odio?
Un hombre que ni siquiera le había dirigido la palabra.
¿Qué estaba mal en Abi? ¿Cómo podía sentirse fascinada con un hombre que la detestaba e ignoraba a Alex que bien podría darle una vida llena de amor y felicidad? Las respuestas no existían, ella no podía hacer que su corazón cambiase sus sentimientos.
Alex estaba en silencio y entonces comprendió que esperaba una respuesta.
— ¿Estás segura de que te encuentras bien?
—Sí, solo que ha sido una mañana intensa, no debes preocuparte en exceso.
—Lo sé, pero estabas congelada y en tu rostro había resignación. ¿Por qué no te apartaste?
—Me asusté y no pude reaccionar. Gracias por salvarme Alex.
—No hay de que, te llevaré a tu casa. Mañana enviaré a mis peones para que te lleven el auto.
—Gracias.
Él observaba de lejos, casi había intervenido para salvarla, estaba más cerca que Alex, si su amigo no hubiese corrido tan rápido, el final hubiese sido otro. Sería en sus brazos en los que ella se encontraría, sería él quién le ofreciera el consuelo que necesitaba.
Ignoraba la causa de su interés por la joven, era obviamente una muchacha con poco dinero que necesitaba trabajar como un peón para ganarse su sustento. Ni él ni Alex eran clasistas, pero le sorprendía muchísimo que su amigo se interesara por aquella andrajosa. En el momento en que la palabra andrajosa pasó por su mente, se sintió enfermo consigo mismo, la muchacha no le había hecho nada.
Aunque a veces la vida le ponía enfrente víctimas potenciales para su odio y resentimiento, algo en su interior le decía que ella era distinta.
Despertaba en él cierta calidez que creyó extraviada, llevaba mucho tiempo solo, su corazón, el cual latió con amor algunos años atrás, estaba convertido prácticamente en piedra.
La joven representaba problemas, pues estaba emblandeciéndole y eso no podía ser posible, no iba a permitirlo. Las personas ya casi ni le miraban, durante mucho tiempo fue la comidilla de la ciudad, algunos le trataban con miedo otros con lástima, en definitiva, nada de lo que había vislumbrado para su futuro durante los años en que se permitía ser un soñador.
Por un segundo soltó una especie de gemido cargado de angustia, su vida distaba mucho de lo que anhelaba de verdad, pero cambiar el curso de las cosas era difícil por no decir imposible.
Ella más que otra cosa le traía complicaciones, estaba satisfecho con su duro corazón, podría volverle vulnerable y no podía ser. De ser necesario le haría odiarlo, temerle incluso, tenía que mantenerse lejos.
Al día siguiente dos vehículos se acercaban a casa de Abi, el de Alex, conducido por un trabajador del rancho de Alex, y el suyo. No negaba sentir cierta decepción al no verlo ahí, pero sabía que los médicos tenían horarios de trabajo muy intensos.—Gracias por traerme el auto, son muy amables.—Con gusto señorita.—Vengan para que les sirva un café.—No quisiéramos molestar.
Cuando Abi estuvo lo suficientemente lejos, Alex encaró a Edward.—Tu odio está yendo muy lejos, si por tu causa ella resulta herida nuevamente, vas a pagármela.—Yo no la atropellé.—Pero por tu culpa ella abandonó la tienda llorando. Estaba tan distraída que no vio la motocicleta.—Eso es lo que pasa en estos malditos pueblitos, no ha transcurrido nada de tiempo y ya te enteraste.—Deja a Abi en paz.
El examen fue hecho a una velocidad inquietantemente lenta, Amelia le observaba atentamente y no estaba habituado a dicho escrutinio. En las dos horas que estuvo allí, logró entablar una cómoda relación con su paciente, incluso se tuteaban.—No importa cuándo dures Edward, ella no va a haber regresado para entonces.—No sé de qué hablas.-Mierda-—Aunque no soy tan vieja como para ser tu madre, he vivido bastante más. Te gusta mi Abi, pero la diferencia de edad te hace pensar que es absurd
Pidieron una ensalada y pescado. Lo acompañaron con algo de vino blanco y para postre una copa de helado. Abi estaba pasándolo muy bien, Alex era un compañero formidable. Mientras tomaban un café, ella decidió compartir sus secretos.—Eso qué me cuentas es terrible, pero al menos ahora lo sé, si esos sujetos vienen por aquí, van a arrepentirse.—Me preocupa mamá, todo este asunto le genera estrés.—No pienses así. Voy a estar a tu lado mientras me lo permitas. Has sido honesta conmigo así que yo también he de serlo. Me gustas muchísimo Abi
Intentó hacer el viaje con la mayor delicadeza, Abi estaba muy pálida. Continuó hacia el hospital dónde tenían la máquina para realizar una tomografía computarizada de la cabeza, aunque ella le hablara con coherencia, no pensaba arriesgarse. Necesitaba descartar hemorragias y hematomas cerebrales.—Llame a Alex por favor.—Siempre Alex.—Sí. Con él estoy a salvo.Aquello no le gustó nada a Edward, pero no estaba en posición de reclamar. Menos agradable fue ver correr a Alex al
Había pasado un mes desde que Abi le dijo a Edward que iba a olvidarle. Él había hablado con Alex pues seguiría visitando a Amelia, no iba a renunciar a Abi tan fácilmente, le daría tiempo para sanar e intentaría ganarse su corazón.Abi se mantenía distante, saludándole cordialmente, pero nada más. A pesar de todas las cosas, había algo bueno pues Amelia estaba más estable. Por ello fue enviada de nuevo a Boston para que le practicaran unos exámenes rutinarios. Abi había conversado con el médico de su madre quién le había dicho que eran necesarios. Además, así revisaría el tratamiento y añadiría algo para el vómito.
Abi se despertó sobre un pecho musculoso, una mirada a su alrededor le indicó que ambos estaban sobre la alfombra, totalmente vestidos y bajo su manta afgana. Quizás fue doña María quién les cubrió. Su estómago rugía del hambre así que fue a la cocina.Edward estaba tan cansado que no se dio cuenta de su ausencia. La anciana estaba viendo su novela, pero apenas ella entró apagó el televisor.— ¿Cómo estás mi niña?—Cansada pero hambrienta, imagino que Edward tendrá hambre cuando se levante.
Una vez en la casa Abi se acostó a descansar, Doña María estaba en la cocina preparando la cena para todos.— la hija de Tom es toda una preciosidad.— ¿La hija de Tom? ¿Dé que hablas?—Pensé que…—Explícate.—Yo trabajaba para tus padres en la época en que Amelia venía aquí. Yo los vi a ambos juntos en varias ocasiones, su roma