Después de aquella llamada, Jessica apenas podía enfocar los ojos a través de las lágrimas que brotaban sin control. Estaba en la sala de edición de la revista donde trabajaba como fotógrafa, pero todo lo que la rodeaba se desvaneció en un segundo cuando Alison dejó de responderle. Cuando la escuchó suplicar por ayuda.Sus manos temblaban al sacar el teléfono y buscar el número de Travis. Mientras intentaba controlar los sollozos que parecían cortarle la garganta, su mente repetía en un bucle el sonido de los gritos de su amiga. Alison había gritado pidiendo ayuda, su voz rota por el pánico, antes de que todo quedara en un inquietante silencio interrumpido solo por un ruido sordo: un celular cayendo al suelo y siendo destrozado.Sin que el temblor abandonara sus manos, Jessica marcó el número de Travis. Cuando escuchó su voz al otro lado de la línea, sus emociones desbordadas encontraron salida.—¡Travis! —exclamó, su voz entrecortada y casi inaudible.—¿Jessica? ¿Qué pasa? —respondió
El reloj marcaba las 7:15 p. m. cuando Zane atravesó las puertas de la firma con pasos firmes, el rostro marcado por el cansancio tras la reunión importante que acababa de concluir. Por primera vez en días, sentía que las cosas comenzaban a tomar un rumbo más estable. El tratamiento estaba funcionando, sus episodios de ansiedad se habían reducido, y la presencia de Alison en su vida le daba una razón para seguir adelante.Sin embargo, esa calma no duraría mucho.Travis lo esperaba en su oficina, sentado al borde del escritorio, su teléfono en la mano y el ceño profundamente fruncido. Cuando Zane entró, su amigo se levantó de inmediato, el rostro tenso, la mirada cargada de una urgencia que hizo que Zane se detuviera en seco.—¿Qué sucede? —preguntó, su tono grave y directo, percibiendo al instante que algo estaba terriblemente mal.Travis apretó los labios y se acercó.—Zane... Alison... Alison fue secuestrada —declaró Travis sin perder más tiempo.El mundo pareció detenerse. La respir
El ambiente dentro de la casa deshabitada era sofocante. Las ventanas cubiertas de polvo dejaban pasar solo tenues rayos de luz, proyectando sombras irregulares que parecían moverse con vida propia. Alison estaba sentada en una vieja silla de madera, sus muñecas atadas con fuerza tras el respaldo, y sus tobillos asegurados con aquellos grilletes metálicos. Su respiración era entrecortada; no sabía si era por el miedo, la incomodidad de la posición o la angustia por su bebé.El pánico la invadía como una marea incontrolable, pero se esforzaba por mantener la calma.«No puedo dejar que sepan... no puedo dejar que se enteren del bebé» Se decía mentalmente.Cada vez que su mente intentaba imaginar lo que podría pasar si Ophelia descubría su embarazo, se obligaba a alejar esos pensamientos. Su prioridad era protegerlo a toda costa.Los pasos resonaron en el suelo de madera. Se acercaban. Alison levantó la cabeza, su rostro pálido por el temor.Vestida con un traje impecable, la psiquiatra
El silencio en la habitación se hizo más opresivo que nunca. La única fuente de luz provenía de una pequeña lámpara en el rincón, cuyas sombras temblaban en las paredes descoloridas. Alison intentó relajarse en la silla, pero sus ataduras le cortaban la circulación, y su mente estaba en alerta máxima. Cada segundo junto a Ophelia parecía un paso más hacia el abismo.Ophelia se sentó frente a Alison, cruzando las piernas con una calma desconcertante, como si fueran dos amigas en una conversación casual. Pero la locura en sus ojos decía otra cosa.—¿Sabes, Alison? —comenzó, con un tono casi maternal—. Creo que no entiendes todo lo que he hecho por Zane. Y es una lástima, porque te ves tan convencida de que él te ama… cuando tú no tienes ni idea de lo que realmente necesita.Alison no respondió, manteniendo su mirada fija en Ophelia. No quería mostrarse débil ni darle la satisfacción de verla intimidada, pero la inquietud crecía en su interior.—Déjame contarte una historia —continuó Oph
Zane estaba desesperado, dispuesto incluso a hacer un trato con Vincent con tal de localizar a Alison, sin importar nada. Le dio una buena suma de dinero a cambio de información. Entonces el hombre, le dijo que Ophelia le había pagado, a cambio de que sus hombres se llevaran a Alison.—Es todo lo que diré —dijo Vincent guardando el fajo de billetes. El hombre era astuto, y no diría más.El corazón de Zane latía desesperadamente, cada minuto se sentía abrumador, y su mente no dejaba de correr en círculos, imaginando lo peor.Pasó horas revisando cada posible lugar donde Ophelia pudiera haber llevado a Alison, pero cuando recordó aquella vieja cabaña en el bosque que ambos habían visitado en su juventud, todo encajó. Era un lugar aislado, apartado del mundo, perfecto para alguien que buscaba esconderse.—Está ahí, lo sé —dijo Zane con la voz ronca, más para sí mismo que para los hombres que lo rodeaban. De inmediato, todos abordaron diferentes vehículos y se dirigieron a esa cabaña.La t
Una semana despuésEl sol comenzaba a ocultarse cuando Alison salió del taxi frente al hospital psiquiátrico. Su brazo aún dolía, envuelto en un cabestrillo para protegerlo, pero su embarazo de cinco semanas, la mantenía firme. No había dicho nada aún a Zane. Esta visita era algo que sentía que debía hacer sola.El hospital era un edificio frío, con paredes grises y ventanas protegidas con rejas. Alison respiró hondo antes de cruzar la puerta, su corazón latiendo con fuerza. Había movido cielo y tierra para obtener este permiso especial, utilizando cada contacto e influencia posible. No lo hacía por venganza, sino para cerrar un capítulo que había sido una pesadilla desde el día en que Ophelia apareció en su vida.Un guardia la escoltó por un pasillo largo y sombrío. El eco de sus pasos resonaba en las paredes.—La paciente está contenida, señorita —dijo el guardia—. No puede hacerle daño.—Eso no me preocupa —respondió Alison con calma.Cuando llegaron a la sala de visitas especial,
Dos meses despuésEl aroma a café recién hecho impregnaba la oficina de Alison mientras hojeaba los últimos documentos relacionados con el casino. Dos meses de largas reuniones, noches sin dormir y complicaciones legales finalmente habían llegado a su fin. Con una sonrisa triunfal, cerró la carpeta y se permitió un momento de orgullo. Lo había logrado.No perdió tiempo en tomar su teléfono y llamar a Zane.—¿Estás en la firma? —preguntó, conteniendo la emoción en su voz.—Acabo de salir de una reunión. ¿Qué sucede? —respondió él, con ese tono cálido que siempre lograba calmarla.—¡He terminado! El caso del casino está cerrado. ¡Todo está resuelto!Hubo un silencio breve antes de que la voz de Zane se llenara de entusiasmo.—Ali, eso es increíble. Estoy tan orgulloso de ti —mencionó Zane y aunque Alison no podía verlo, podía imaginar la enorme sonrisa que estaba en sus labios.—Gracias, Zane. Esto no habría sido posible sin tu apoyo —dijo ella, pues muchas de esas noches sin dormir, Za
El reloj marcaba las diez de la mañana cuando Zane Blackford salió del consultorio de su psiquiatra. Su porte seguía siendo imponente, como siempre, pero había algo más en su semblante: una calma que no había conocido en años. El doctor Russell, a quien había elegido al fin para atenderlo, un hombre de cabello entrecano y ojos cálidos, lo había recibido con su habitual profesionalismo, pero también con una sonrisa genuina.—Señor Blackford, me alegra decirle que todo está marchando bien —comenzó el psiquiatra, revisando las notas de las últimas sesiones mientras Zane se acomodaba en el sillón de cuero frente a él.Zane asintió, observándolo con atención.—Llevo meses sin que Zander se manifieste —dijo, con un tono de satisfacción que no intentaba ocultar.El doctor dejó las notas a un lado y se inclinó ligeramente hacia adelante.—Eso es un gran avance, pero quiero recordarle algo importante. Su trastorno de identidad disociativa no es algo que podamos considerar "curado". Sin embargo