Mujer impredecible.

Judith observaba a Dylan aún perdida, no había comprendido nada, entonces preguntó:

—¿Cómo…?

—No hay luz en el segundo y en el tercer piso—respondió él al fin aclarando lo que trataba de informar, y ella se encogió de hombros a la vez que pensaba:

«Eso no es de mi incumbencia», se mordió la lengua para no largarlo, porque cuando se reciben piedras es justamente lo que devuelves.

—Llama a la empresa de electricidad— le aconsejó restándole importancia y continuó hacia la cocina.

—Ya lo hice y no podrán venir, porque están fuera de horario.

—Para iluminar tu espacio utilizas velas y listo— le recomendó burlona y Dylan la quería estrangular.

—No haré eso. Voy a quedarme en este piso hasta que vengan a arreglarla.

—Este es mi lado de la casa, si quieres quedarte aquí tendrás que pagar como si estuvieras en un hotel 5 estrellas.

—¿Se te olvida que esta es mi casa?, ¡chalada!

—Como no se me olvida que no puedo ir a tu lado de la casa, por lo tanto, tú no puedes venir al mío sin mi consentim
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