Desorientado, Dylan salió de casa, ya que necesitaba un respiro para no terminar cometiendo un gran error, puesto que todos sus demonios le apuntaban hacia Judith; incluso su subconsciente le jugaba una mala pasada al hacerle pensar que él tenía todo el derecho de exigirle intimidad, ya que es su esposo. Innumerables veces agarró el teléfono para llamar a Analía y acudir a ella pero se arrepentía porque no era en sí lo que le apetecía y sin encontrar qué hacer llamó a Alexis aunque era tarde le pidió que fueran a cenar, aún no había comido nada de todos modos.Minutos después Dylan y Alexis se encontraban en un restaurante, disfrutando de una cena juntos. —¿Qué te pasa?, nunca llamas a menos que necesites algo— inquirió Alexis después de haber comido su tercer bocado, ya no podía estar en silencio y más conociendo a Dylan.—¿Qué?, ¿no puedo invitar a mi amigo a cenar?— cuestionó Dylan con las cejas alzadas.Alexis observó su plato y dejó los cubiertos a un lado de manera dramática.
Analía se encontraba en su casa, abrumada porque notaba que Dylan está distante, incluso hace tres días cuando la llamó para preguntarle sobre el incidente en la degustación de vinos, espero que él le pidiera pasar la noche juntos; sin embargo, Dylan solo le puso una excusa tras otra para no verla y eso la hace sentir perdida. —Debo buscar algo para atraer a Dylan, parece que mi estrategia ya no está funcionando— musitaba pensativa con un dedo bajo el mentón.—¡Maldito Bryan!, ¿ahora a qué está jugando al contarle cosas a Dylan?, al menos antes era más discreto. No puedo permitir que Dylan suponga qué mientras él no está a mi lado yo estoy disfrutando de la vida yendo a eventos exclusivos— refunfuñaba por cada cosa que le estaba sucediendo, hasta que su teléfono timbró. Ring, ring. —Aló — contestó secamente al ver ese número desconocido.— Hola, ¿es usted la señorita Analía Rivas? —preguntó una voz desconocida.— Sí, soy yo —respondió, notando que la voz del otro lado sonaba seri
Judith sintió un nudo en la garganta y no sabía qué decir para negarse a cumplir con el pedido de su suegra, en cambio, Dylan disimulaba su emoción, era la primera vez que su madre lo estaba obligando a hacer algo que ansiaba, aunque al principio que Judith durmiera en su cama no le agradaba: sin embargo, en esta ocasión le parece muy bien.«Vamos, Judith, solo debes decirle a la señora Darla que no te agrada su pedido», internamente se animaba a llevarle la contraria a su suegra, pero por más que trataba las palabras no le salían.«Debo ser menos obediente», se exigió furiosa consigo misma y veía a Dylan, quien no hacía más que sonreír y encogerse de hombros como un tonto.— Darían, debemos llevar las cosas de Judith arriba, nos quedaremos en las habitaciones del primer piso— propuso Darla dirigiéndose a la habitación que ocupa Judith, quien se quedó con los ojos desorbitados porque Darla no le estaba pidiendo permiso.—Por favor dile algo y detén esta locura—, le exigió Judith a Dyl
A Judith no le salía el habla, puesto que estaba tan aturdida que no podía pensar en algo coherente, mientras que Dylan no respondía con palabras, sino que le pasó los dedos por los labios temblorosos antes de cubrirlos con los suyos, y aunque ella no le seguía el ritmo no se alejó hasta que torpemente Judith le respondió el beso. Dylan sonrió sin alejar su boca de la de ella y continuó besándola con suavidad, explorando cada rincón de su boca. Judith respondió con pasión, sintiendo cómo su cuerpo se derretía ante las caricias. Él se movió encima de ella, acariciando su cuerpo con suavidad mientras sus labios seguían besándola; sin embargo, antes de que Dylan lograra su cometido ella lo empujó y se apartó con respiración agitada y rostro sumamente rojo. Ese simple beso la hizo sentir tan acalorada que su entrepierna exigía ser tocada, pero sentía que ceder porque Dylan así lo necesita no es como debería ser, sí iba a pasar la línea de entregarse a un hombre que tiene una mujer será p
Rin, rin, rin, la llamada iba por el tercer repique cuando Dylan observó a todos los presentes que igual lo veían expectantes y les anunció:—Disculpen, tengo que tomar esta llamada. Permiso.Dylan salió de la sala y contestó el teléfono.—¿Hola? Habla el Ing. Dylan Anderson, ¿en qué puedo ayudarle?— Ing. Anderson, soy el inspector Flores. Lamento decirle que hemos recibido una queja muy seria de uno de nuestros clientes. Parece que hay un problema importante en una de las obras en la que estuvo a cargo.Dylan arrugó el entrecejo y quiso contradecirlo al decirle que es imposible que una obra entregada por él tenga un error, sin embargo, hizo un esfuerzo y con actitud pasiva dijo:—Oh, lo siento mucho por eso. ¿Puede decirme cuál es la obra en cuestión?—Es la obra en la calle 12, la que está cerca del centro comercial. El cliente se queja de que hay un problema con el techo y que está filtrando agua.—Entiendo. Por favor, permítame investigar el asunto y encontrar una solución lo ant
Dylan estaba besando a Judith y ella de manera torpe le correspondía, pero él aún estaba a la espera de que ella lo empujara por el pecho. Apasionadamente, la tenía empotrada a la pared de su recámara, creando una llave sobre ella; ya que con una mano apresaba su nuca como si no fuera a dejarla y con la otra rodeaba su cintura de manera posesiva y mientras le comía los labios dándole chupetones y mordiscos, le preguntaba aún incrédulo:—¿No estás bromeando?Sus labios solo le daban tregua cuando hacía repetitivamente esta pregunta, pero sin dejar de besarla, con la lengua avasallaba la de Judith quien estaba embriagada por las sensaciones. Con sensualidad Dylan tomaba su labio inferior y lo deslizaba entre sus dientes con calma y sutileza.Eran unos besos muy apasionados que inmediatamente su parte se humedeció. Él comenzó a besarle la cara, la boca, el cuello, y ella, al sentir su aliento y su respiración, comenzó a llegar al borde del placer. Entre besos y caricias, él le quitó el v
Judith sintió como si le hubieran clavado una daga en el corazón al escuchar las palabras de Dylan. En silencio se fue de la habitación deprisa, sin poder soportar el dolor que sentía en su interior.Una vez en la calle, tomó un taxi a casa y lloró amargamente. No podía entender cómo se había enamorado de Dylan, un hombre que estaba prohibido para ella desde el principio. Recordó cómo él le había contado sobre su amor por Analía desde el inicio de su matrimonio, y cómo ella había ignorado sus sentimientos hasta ahora.Judith sabía que debía alejarse de Dylan, pero no podía evitar el dolor que sentía por dentro. ∆∆∆Al día siguiente, Carl llegó a la casa de su hijo y fue recibido por Judith.—¡Hola, señor Carl! ¡Qué sorpresa verlo por aquí! — lo saludó Judith con una sonrisa.—Hola, nuera— respondió Carl con una sonrisa forzada y Judith al escuchar cómo la había llamado se tensó —¿Dylan está en casa? —Sí, está en su estudio.—¿Quieres que lo llame? — propuso con cordialidad, aunque
Darla al otro lado se quedó estática y no sabía qué decir, buscaba en su mente una evasiva que la ayudara a calmar a Judith, pero estaba tan nerviosa que no podía pensar.—Pero mi niña, ¿qué tienes?, no entiendo por qué te expresas de ese modo—aunque no quiso que su tono sonara a reclamo lo hizo.—Deje de fingir conmigo, porque ya se le cayó la película. Mejor dígame, ¿qué clase de acuerdo tienen con mi padre?Darla intentó negar las acusaciones, pero Judith no estaba dispuesta a escuchar excusas. —¡¡No lo niegues!!— le exigió Judith con tono cortante. —Sé que esto no se trata del amor de una mujer que simplemente quiere ser abuela, sino por dinero. ¿Cuál es tu beneficio en todo esto? No me hagas pensar que lo hiciste por amor a mi madre, porque si ella estuviera viva no estaría de acuerdo con estas atrocidades.Darla titubeó, sin saber qué decir. Judith seguía hablando duramente, cada vez más enojada. —Al menos dime cuál es tu beneficio en todo esto. ¿Qué obtienes de utilizar la m