—¿Qué Terry te ha ofrecido una oportunidad en una de las discográficas más famosas de San Francisco y tú te estás pensando en aceptar? ¿Qué tienes que pensar!? —dijo Kat agitando su vaso de Frapuccino de Starbucks
Doy un sorbo a mi vaso de té hibiscus, no sé por qué me costaba tanto pensar en un lado bueno, podría traerme soluciones tanto malas como buenas.—Si, no sé que me podría pasar. —Dije pensativa—¿Fama? ¿Dinero? ¿Una vida lejos de tu madre? ¿Una vida de lujos junto a tu mejor amiga? Se me ocurren tantas cosas buenas que podría estar así todo el día. —Dijo Kat fantaseando mirandoHabían pasado semanas desde firme el contrato con RedStudios, Terry me convenció de unirme al grupo que tenían allí, iban pasando las semanas y todos nos llevábamos bien, salvo por Novelda que me odiaba a muerte, Nadie sabía por qué.Yo me olía que era por algo de James, siempre que tenía un hueco libre pasaba por aquí para traerme churros y cuando él tenía que estar aquí yo se los traía a él, era increíble como los dos disfrutábamos tanto de nuestra compañía.Ahí estaba, en el estudio hablando con Terry yHugh, el técnico de sonido de Red.Fiel a su camisa desabrochada, a sus conversé negras debajo de sus pantalones de traje y su camisa remangada hasta el codo, su pelo despeinado que hacía que yo perdiera todo m
Quedaban cinco minutos para salir a mí primer concierto y yo me encontraba enredada a la cintura de James intentando bajar de la posición que teníamos en la pared.Un silencio salido de una película de drama apareció en la sala ¿Había dicho que me quería?Bajé de su cintura para poder prepararme en el poco tiempo que me quedaba, me guíe el baño para poder lavarme y limpiarme mis partes íntimas, cuando salí James estaba colocando el botón de su pantalón y subiéndose la bragueta, aún estaba a simple vista su bulto queriendo llamar la atención.—Jericho, oye… —Dijo viniendo hacia mí rascandose el pelo despeinado con una mano—¿Me quieres? ¿Sientes eso por mí? —Pregunté—Te quiero, te deseo, te necesito. —Dijo el alterado—Esas palabras no
La angustia y dolor salen de mi piel sin miedo alguno, no sabía que me iba a encontrar una vez que entrara por esa maldita puerta a la que denomino; la puerta del infierno.Obligué a James a quedarse en el coche con Kat, sabía que ella no quería ver a mi madre de esa manera y menos una situación como la que me ha descrito Maxi, nos disponemos a salir del coche para ir hacia lo que ahora me parecía el matadero que antes llamaba hogar.—Entro yo primero, por si acaso nos encontramos algo que no queremos ver.—mencionó Maxi con un nudo en la garganta—No sabía que tenías sentimientos.—Dije yo sin tener contacto con el—Sabes
Abrí las puertas de la casa de James haciendo ruidos para que supiera que era yo, entré y dejé las llaves encima del pequeño cuenco que tenía en la entrada para dejar las llaves.—¿Hola?—dije altoUna cabeza con expresión de asombro asoma divertida y vuelve a esconderse como si no me esperara tan temprano, yo reí y seguí hacia delante—Que miedo das con esa cara. ¿A ver, que has hecho? Cuando giré mi cuerpo hacia la cocina estaba nervioso en la puerta y con sus manos me dejó ver que quería que viera lo que había en la mesa, una tarta de chucherías que parecía que la había hecho un niño de 2 años—¿Y esto? —reí sincera—He pensado que te gustaría una tarta de chuches…cogí todas chuches rojas por qué… ¿a quien no le gusta l
Quería morirme del dolor de cabeza que tenía, llevaban días tocando a la puerta y dando voces y flashes. Tenía la almohada en la cabeza intentando tapar el ruido pero no había manera, dando un pequeño grito gutural de odio hacia la existencia humana me levanté de la cama.Bajé silenciosamente las escaleras por si acaso James seguía durmiendo, y por las voces que voy escuchando no lo estaba.—No, si, lo sé, de verdad que lo siento. —da una pausa mirando al cielo y cerrando y apretando los ojos— Sé que fue importante pero Terry solo hacia su trabajo, por eso me he puesto en contacto personalmente con ustedes.Deja de hablar otra vez seguramente por qué le habrán interrumpido. Me quedé en una esquina con mi camiseta larga y en bragas—Si, entendido. —Giró sobre su cuerpo y acabó mirándome a mí— Le p
Entramos los dos a la clínica esperando a que llamaban a la paciente para poder salir a saludar, nos tenían aquí ya como unos 20 minutos sin decirnos nada.Yo estoy dando pequeños empujones a Ian mirándolo para ver su reacción, él es un edificio comparado conmigo así que puedo jugar con el juego de mirarle con ojitos de cordero degollado mientras él me pide que esté quieta con una sonrisa en su cara—¿Jericho Mills?—dijo un enfermero—Si, soy yo.—me acerqué a él—Por protocolo de seguridad la paciente Marie Drove no puede salir hasta aquí pero usted si
Han pasado tres años desde que papá y yo nos mudamos a Sausalito es una ciudad del Área de la Bahía de San Francisco en el condado de Marin, California. Estábamos de vuelta en coche después de ver el Monte Tamalpais, mejor dicho intentar verlo, ya que mi querida fobia a las alturas es bastante fuerte, bajo la ventanilla de mi lado de coche para que coger un poco de aire.—Quieres que paremos a tomar un helado? ¿A cenar? —papá hace una pausa y sonríe—Cena y helado?—Bueno.-Jeri, no te preocupes por lo del monte vale?—lo miro— poco a poco irás consiguiendo ir un poco más arriba, sé que lo harás.Se me humedecen los ojos al escuchar esas palabras viniendo de él, mamá nunca decía cosas así de motivadoras, siempre e
Papá y yo esperamos a que Elisa terminara de guardar la caja y de recoger lo que queda por limpiar del restaurante, después de un ansiolítico y media hora para que le hiciera efecto la pastilla pudimos empezar a ayudarla a recoger, estaba malditamente nerviosa por ese hombre, al ver y notar su miedo me recordó a mí tres años atrás y me hierve la sangre solo de pensarlo.Saco las llaves del coche de mi bandolera mientras Elisa está apagando las luces para cerrar.—Podemos hablar un momento de lo que ha pasado ahí dentro? —dejo mostrar mi confusión—Ehm... -Elisa busca a mi padre con mirada cómplice, sus ojos color avellana seguían brillantes— No ha sido gran cosa.—No me digas que no ha sido gran cosa Elisa, eso lo decía yo todos los días de mi vida hasta que me vine aquí.Doy una