Eres mía

Después de desayunar, Antón llevó a Ana a su casa, fue muy difícil para los dos tener que despedirse, aunque no lo dijeron, los dos deseaban dejar todo para poder estar juntos.

Cada uno pensaba que no debía decir nada sobre eso para no verse tan intenso.

—¿Podré verte después?

—Llámame para ponernos de acuerdo.

Se despidieron con un beso, cuando Antón se marchó, ella sintió que le faltaba algo, quizá era que una parte de su corazón y su alma se habían ido con él.

Al llegar a su casa, Antón lo primero que vio fue a Eva, estaba parada a un lado de la puerta, con los brazos cruzados en señal de molestia.

—Buenos días, Eva. —Le dijo al pasar por su lado sin detenerse.

—¿Con quién has pasado la noche?

—Me he quedado en la oficina, ¿Algún problema? —Se dio la vuelta para enfrentarla.

—Ya sabré yo lo que has hecho y ese día me vas a conocer.

—Lo siento Eva, no tengo tiempo para esto, deberías ir a tu casa.

—Mi madre está haciendo los arreglos para nuestra boda, quiere que le demos una fecha.
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