—Creo que tenemos una conversación pendiente ¿No? —recordó ella subiéndose los vaqueros, él ya estaba vestido, de pie, sin decir nada, solo mirándola.
—Ivana, dime que tú no sientes nada y me voy ahora mismo, dime que cuando estamos juntos no nos olvidamos de todo, que solo existimos nosotros.
—Hibrand, las mujeres como yo, no pueden vivir de ilusiones, no tenemos derecho a sentir, a enamorarnos, además tú estás casado—recordó ella mirándolo.
— ¿Y qué pasa cuando un hombre como yo encuentra una mujer como tú? ¿Dime que pasa? porque yo te encontré y…
— ¿Y qué Hibrand? yo soy lo que soy, esto es lo que soy, una mentira, lo único real eres tú—dijo ella pasando las manos por su cara.
—Ivana yo no dejo de pens
Hibrand se despertó temprano, como todos los días, porque a primera hora tenía que ir al campo, aunque después tuviera que trabajar el resto del día en la oficina. Eran las ocho y ya debería estar en las plantaciones mirando que hacía falta y que todo estuviera bajo control.Se quedó mirando la mujer que tenía a su lado. En algún momento las sábanas debieron de caer y ella dormía relajada, totalmente desnuda, igual como lo estaba él, de momento era solo suya, después, el después él no quería pensarlo.Agarró el teléfono de ella que estaba en la mesita, no tenía clave, quería echar un vistazo, pero se arrepintió, no quería que lo viera y pensara lo que no era, bueno… si, también podía pensar lo que era, por
Ivana se despertó de nuevo unas horas más tarde, no sabía que la había despertado, pero sintió ruido, era su móvil que estaba haciendo el característico pitido de que había entrado un mensaje, lo alcanzó, estaba en la mesita del lado donde durmió Hibrand. De repente le vino todo a la cabeza e incluso donde estaba, pero en ese momento lo fundamental era ver quien cojones le estaba llamando con tanta insistencia.La mensajería de WhatsApp solo lo identifica con el número, eso significa que no lo tenía en sus contactos, pero por la clase de mensaje sabía quién era.—Ya te extraño y aún no es medio día—ella sonrío, por supuesto que sabía quién era, alguien que durmió con ella y le había robado su número.—Lo siento,
—He traído de todo, como no sé lo que te gusta—informó Hibrand sacando la comida de las bolsas y dejándola encima de la mesa del comedor, se vistió solo con el vaquero, ella, también se puso el vaquero y el top que llevaba la noche anterior, era lo único que tenia de ropa, el abrigo estaba en algún lugar del salón.—No te preocupes, a mí me gusta todo —respondió ella sentándose, tenía mucha hambre, no comía nada desde el día anterior que lo hizo con las chicas.—Es difícil creerlo con ese cuerpo que tienes—refutó Hibrand mirándola con pasión.—No me mires así, que tengo que comer para seguir tu ritmo —Ivana río con un trozo de carne en las manos.— ¿Cómo te miro? —Hibrand se acercó, p
Hibrand salió detrás de Ivana, pero no la siguió, se dirigió a la empresa. Estaba desanimado, había pensado que todo sería más fácil, que ella dejaría esa vida para estar con él, se hizo ilusiones sin pensar que él menos que nadie tenía derecho a vivir de ilusiones, que su vida no le pertenecía y que por ello tenía que seguir con su cruz a cuesta. También se dio cuenta de que Ivana no era una puta más, que no estaba con él por dinero, que en ella había sentimientos.Tenía claro que en la vida dejar ir era una decisión muy difícil, tanto que no sabía si podrá dejarla ir, pero también sabía que había que analizar y aprender a dejar ir cuando se debe, aunque en esa ida se nos desgarre el alma.— ¡Hola Liz! —Hibrand l
Ivana llegó a su casa triste, no estaba enfadada, estaba perturbada porque no sabía si la historia con Hibrand continuará. Aceptar que estaba casado era una cosa siendo su cliente, pero se enfadó porque él no podía pedir lo que no estaba dispuesto a cumplir. Dijo que no estaba con su mujer; de acuerdo, pero vivían juntos, las puertas estaban abiertas para una reconciliación, las palabras estaban en la boca de cada uno, la oportunidad también y ella no será la que se interpusiera en una relación. —Por fin has llegado samaritana —saludó Malenka mirándola. Estaba a punto de salir para ir a su vitral. —–Ya estoy aquí, en cuanto me cambie de ropa también me iré a la cabina. —– ¿Qué te pasa? tienes una cara de tristeza que no puedes con ella Ivana. —No me pasa nada, solo que creo que ya no habrá más Hibrand —respondió con pesar. —– ¿Han dejado… bueno lo que sea que tenían? —Creo que sí, está casado, pero y
Hibrand llegó a su casa hacía más de una hora, una casa a la que ya no le hacía ilusión llegar. Cuando llegó tuvo otro enfrentamiento con Heleen, esa vez porque no hizo caso del llamado de Drika para que viniera a casa porque “ella no se sentía bien” Hibrand se quedó viéndola con ganas de decirle un par de cosas, pero si lo hacía delataba a Drika y eso era lo que menos quería, ya suficiente tenía la mujer por estar en medio de unas vidas que no era suya.—Eres un mal marido, no sé cómo puedes ser tan frío, Drika te dijo que me sentía mal y no viniste Hibrand, eso no te lo voy a perdonar.—Heleen cuando te sientas mal, hay que llamar al médico, no a mí, él sabrá que hacer, mi presencia solo te dejará más mal, recuerda, s
—Liz, reprograma todo lo que tenía pendiente para hoy, no voy a ir por la oficina en todo el día.— ¿Estás enfermo? en el tiempo que te conozco, jamás ha dejado de venir a trabajar, ni siquiera cuando pasó… bueno eso que pasó, recuerdo que venías con la pierna escayolada.—Lo sé, pero hoy me cojo el día, quiero estar con Ivana, creo que debemos dejar algunas cosas claras, ella me necesita Liz, ambos nos necesitamos—suspiró justificándose, sabía que ante Licelot no tenía que hacerlo, ella lo conocía mejor que nadie y sabía del infierno que estaba viviendo, no en vano ella y Heleen no se llevaban.—Hibrand, me alegro de que te lo hayas pensado yo quiero verte bien, solo ten el teléfono encendido por si se produce un incendio, te prometo que solo te llamo si eso su
(Samara, Rusia)Sergei Ivanov y su esposa salieron de casa, pensaban visitar a la madre de Yahsa, que vivia en Abashevo; era un pueblo que estaba a dos horas de Samara, después que Ivana se fue y de todo lo ocasionado con Petrov Vólkov casi no habían salido, pero el viaje de ese día era muy necesario, la madre de Yahsa estaba muy enferma y tenía que ir a visitarla. Sergei no estaba de acuerdo, pero no podía negarse al pedido de su mujer, era su madre y si no iban podían sospechar lo que estaba pasando, aunque quizá cuando llegaran y vieran que Ivana no estaba con ellos no había duda de que harán preguntas. Ivana sentía un enorme cariño por su abuela materna.— ¿Crees que nos están siguiendo? —preguntó Yahsa mirando por el espejo retrovisor del co