(Samara, Rusia)
— ¡No pudo habérsela tragado la tierra, quiero que la encuentren, buscad en casas de los familiares, tanto de su madre como de su padre y la quiero aquí, de lo contrario estáis despedidos! —Petrov estaba como loco gritando a sus secuaces porque no pudieron dar con el paradero de su prometida, porque sí, aunque no lleve su anillo aún, ella era su prometida, siempre lo había sido, incluso desde antes de nacer, él solo estaba esperando el tiempo justo, así como también divorciarse de la que, hasta hace poco fue su mujer, a quien despachó con una mano delante y otra detrás, porque no había nada que llevarse todo su dinero y bienes estaban a nombre de empresas fantasmas, así que ante la justicia y los divorcios él era un hombre insolvente, no tenía nada que ofrecer, ni co
Ivana se despertó tarde, la noche anterior en cuanto se fue Hibrand, se quedó en la cama pensando en todo lo que había pasado, hasta que después de mucho rato cayó rendida, ni siquiera se dio cuenta a qué hora llegaron las chicas. Se levantó decidida a ducharse. Aún respiraba el olor de Hibrand, pero necesitaba despejarse con agua fría porque en el piso casi nunca había agua caliente, esperaba que el agua fría le hiciera reaccionar ubicándola en su lugar, uno que nunca debía olvidar, que es el de puta.«Tienes un título muy difícil de quitar Ivana»—pensó triste, tampoco es que se arrepintiera, porque gracias a ese “trabajo” había podido sobrevivir y lo más importante había conocido a Hibrand, así que todo lo malo no había sido. Lo úni
Ivana estaba desde hacía más de dos horas en su cabina, eran las onces pasadas de un martes, pero en el barrio rojo todos los días eran de fiesta. La gente no dejaba de pasar y mirarla. Llevaba un vaquero desabotonado y un top de color fucsia brillante, ya había cambiado de posición no sabía cuántas veces, pero nadie entraba. Se estaba arrepintiendo de no haberse ido con las chicas, pero, aunque sabía que podía trabajar cuando quisiera, era responsable. Tenía algún dinerito ahorrado, pero no podía dejar de trabajar, porque no siempre pensaba estar detrás de un vitral, ella quería algún día poder salir de todo eso para no estar como Edurne. Llevaba toda la razón en todo lo que dijo, cinco años siendo objetos de miradas de deseo y de sexo tenía que ser mucho para cualquiera.E
—Creo que tenemos una conversación pendiente ¿No? —recordó ella subiéndose los vaqueros, él ya estaba vestido, de pie, sin decir nada, solo mirándola.—Ivana, dime que tú no sientes nada y me voy ahora mismo, dime que cuando estamos juntos no nos olvidamos de todo, que solo existimos nosotros.—Hibrand, las mujeres como yo, no pueden vivir de ilusiones, no tenemos derecho a sentir, a enamorarnos, además tú estás casado—recordó ella mirándolo.— ¿Y qué pasa cuando un hombre como yo encuentra una mujer como tú? ¿Dime que pasa? porque yo te encontré y…— ¿Y qué Hibrand? yo soy lo que soy, esto es lo que soy, una mentira, lo único real eres tú—dijo ella pasando las manos por su cara.—Ivana yo no dejo de pens
Hibrand se despertó temprano, como todos los días, porque a primera hora tenía que ir al campo, aunque después tuviera que trabajar el resto del día en la oficina. Eran las ocho y ya debería estar en las plantaciones mirando que hacía falta y que todo estuviera bajo control.Se quedó mirando la mujer que tenía a su lado. En algún momento las sábanas debieron de caer y ella dormía relajada, totalmente desnuda, igual como lo estaba él, de momento era solo suya, después, el después él no quería pensarlo.Agarró el teléfono de ella que estaba en la mesita, no tenía clave, quería echar un vistazo, pero se arrepintió, no quería que lo viera y pensara lo que no era, bueno… si, también podía pensar lo que era, por
Ivana se despertó de nuevo unas horas más tarde, no sabía que la había despertado, pero sintió ruido, era su móvil que estaba haciendo el característico pitido de que había entrado un mensaje, lo alcanzó, estaba en la mesita del lado donde durmió Hibrand. De repente le vino todo a la cabeza e incluso donde estaba, pero en ese momento lo fundamental era ver quien cojones le estaba llamando con tanta insistencia.La mensajería de WhatsApp solo lo identifica con el número, eso significa que no lo tenía en sus contactos, pero por la clase de mensaje sabía quién era.—Ya te extraño y aún no es medio día—ella sonrío, por supuesto que sabía quién era, alguien que durmió con ella y le había robado su número.—Lo siento,
—He traído de todo, como no sé lo que te gusta—informó Hibrand sacando la comida de las bolsas y dejándola encima de la mesa del comedor, se vistió solo con el vaquero, ella, también se puso el vaquero y el top que llevaba la noche anterior, era lo único que tenia de ropa, el abrigo estaba en algún lugar del salón.—No te preocupes, a mí me gusta todo —respondió ella sentándose, tenía mucha hambre, no comía nada desde el día anterior que lo hizo con las chicas.—Es difícil creerlo con ese cuerpo que tienes—refutó Hibrand mirándola con pasión.—No me mires así, que tengo que comer para seguir tu ritmo —Ivana río con un trozo de carne en las manos.— ¿Cómo te miro? —Hibrand se acercó, p
Hibrand salió detrás de Ivana, pero no la siguió, se dirigió a la empresa. Estaba desanimado, había pensado que todo sería más fácil, que ella dejaría esa vida para estar con él, se hizo ilusiones sin pensar que él menos que nadie tenía derecho a vivir de ilusiones, que su vida no le pertenecía y que por ello tenía que seguir con su cruz a cuesta. También se dio cuenta de que Ivana no era una puta más, que no estaba con él por dinero, que en ella había sentimientos.Tenía claro que en la vida dejar ir era una decisión muy difícil, tanto que no sabía si podrá dejarla ir, pero también sabía que había que analizar y aprender a dejar ir cuando se debe, aunque en esa ida se nos desgarre el alma.— ¡Hola Liz! —Hibrand l
Ivana llegó a su casa triste, no estaba enfadada, estaba perturbada porque no sabía si la historia con Hibrand continuará. Aceptar que estaba casado era una cosa siendo su cliente, pero se enfadó porque él no podía pedir lo que no estaba dispuesto a cumplir. Dijo que no estaba con su mujer; de acuerdo, pero vivían juntos, las puertas estaban abiertas para una reconciliación, las palabras estaban en la boca de cada uno, la oportunidad también y ella no será la que se interpusiera en una relación. —Por fin has llegado samaritana —saludó Malenka mirándola. Estaba a punto de salir para ir a su vitral. —–Ya estoy aquí, en cuanto me cambie de ropa también me iré a la cabina. —– ¿Qué te pasa? tienes una cara de tristeza que no puedes con ella Ivana. —No me pasa nada, solo que creo que ya no habrá más Hibrand —respondió con pesar. —– ¿Han dejado… bueno lo que sea que tenían? —Creo que sí, está casado, pero y