DEBBY—¡Esto es genial! Sonrío cuando Alan, el chico con el que llevo saliendo en secreto desde hace más de dos semanas, me arrastra hasta la barra del club nocturno que eligió solo porque estaba demasiado aburrido hoy. Es mi día libre, después de haberme tomado unas horas para respirar, mientras América intenta arreglar su vida con su falso marido, Bryce Henderson. —Tienes que probar este mojito —argumenta, sacándome de mi ensimismamiento. Desliza un trago delante de mí y lo bebo. —¿Qué tal? Reprimo el impulso de salir corriendo, ya que es un idiota ebrio. —Delicioso —miento; la verdad es que no sabe nada bien—. Lo mejor es que nos vayamos. —No, nena —responde, borrando la sonrisa que adornaba su rostro hace cinco segundos—. Vamos a bailar. Tira de mi mano con más fuerza de la debida, una señal de alerta que no pienso dejar pasar por alto. No somos algo serio; eso lo dejamos claro desde el principio. Sin embargo, quise creer que me iba a tomar en serio. Al menos una parte de
DEBBY¡Feliz cumpleaños! Sonrío cada vez que me felicitan de nuevo. Juro que si me recuerdan de nuevo que soy mortal y que cada día estoy más cerca de morir, envenenaré el maldito pastel; el cianuro no sería una mala idea. Bebo una nueva copa de champán, permitiendo que mi cuerpo se relaje poco a poco. La música de fondo es suave y delicada.—¡Ahí estás! —exclama América.—Me encontraste —sonrío.—¿Acaso te estabas escondiendo de mí? —frunce el ceño, con las manos en jarras.—Jamás —niego con la cabeza, ensanchando aún más mi sonrisa. Miento; no es por ella, es por todo. Odio las fiestas de cumpleaños por una razón que jamás pienso revelar. Sin embargo, cuando América investigó y descubrió la fecha de mi cumpleaños real, hizo todo lo posible para organizar esta fiesta. Creo que en el fondo solo buscaba una distracción, utilizando esto como excusa para que Bryce ya no la folle. Por eso, rentó un piso en el hotel más lujoso de San Francisco y aquí estamos.—Vamos, tienes mala cara —co
DEBBYObservo mi reflejo en el espejo del cuarto de baño. Nunca he sido una persona vanidosa; sin embargo, no puedo evitar pensar que esta vez me gusta el resultado que veo. Han pasado dos meses desde mi cumpleaños, dos meses en los que he estado haciendo todo lo posible por evitar al innombrable. Solo de pensar en lo desafortunada que fui esa noche me da escalofríos.—¿Estás lista? —La voz de América, del otro lado de la puerta, me saca de mi ensimismamiento.—¡Claro que sí! —exclamo.Echo un último vistazo y apruebo lo que veo.—Tardas demasiado —refunfuña mi amiga.—No hagas tanto drama; mejor dime, ¿te has encargado de Madeline? Porque si quieres, puedes ir sola en representación de ambas y yo me quedo a cuidar de ella —propongo con un atisbo de esperanza.—Ni lo pienses —frunce el ceño—. ¿Qué ocurre? Últimamente llevas un tiempo buscando excusas para no asistir a los eventos de nuestra empresa de maquillaje.Tenso el cuerpo.—No es cierto —miento, evitando su mirada.América no s
DEBBY—La mesa cinco necesita más café. —Enseguida. Muevo el cuello con estrés. Llevo más café para los comensales, un matrimonio joven con un bebé en brazos. La chica le lanza una mirada de desprecio al chico, que no deja de fijarse en mis tetas. Maldición. —Debby, ¿verdad? —él se inclina hacia adelante, con la falsa intención de mirar y leer mi nombre en la placa que llevo a un costado del pecho. —¿Gustan ordenar otra cosa? —inquiero, mostrando la sonrisa falsa que suelo usar en estos casos. —Sí, la verdad es que sí —responde, lamiéndose los labios. Mis ojos se enfocan en la chica que carga al bebé; ella baja la mirada, tragando grueso. Por un segundo, pensé que le diría algo a su marido; me dio la impresión de que quería arrancarme los ojos, pero ahora parece todo lo contrario. —¿Qué desean ordenar? —insisto. No es mi asunto. He sobrevivido porque trato de no meterme en problemas. —Quisiera tu número —expresa el chico, poniéndose de pie. Me congelo al ver que re
RUPERTEl mal genio no se me quita; de hecho, se me pudre más. Muevo el cuello con estrés; odio estar rodeado de gente en eventos que son una farsa como este. Han pasado seis meses desde que me comprometí y, ahora, hace dos horas que salí del maldito Ayuntamiento con documentos legales que me avalan como esposo de Débora Hill, la prima de Debby. Qué ironía.Cuando me presentaron a todas las posibles candidatas, ella era la última en mi lista; sin embargo, ninguna tenía lo que necesitaba: sangre fría y cabeza estable. Ambos sabemos que esto solo es un acuerdo común; no hay amor entre nosotros, nada. Tardé algunos días en descubrir el secreto que ocultaba Debby: es millonaria. Sin embargo, lo que aún no logro entender es por qué escapa de su familia y se hace pasar por pobre; incluso usó otro apellido por un tiempo.De cualquier manera, no me importa. Todo lo relacionado con ella es cosa del pasado, un simple juego de niños que terminó con mi polla bañada en su sangre en su cumpleaños n
DEBBYEl débil impacto de una bola de papel en mi nariz me saca de mi ensimismamiento y me regresa a la realidad.—Veo que estás distraída de nuevo.Levanto la mirada; el hombre de cabello castaño y ojos azules ladea una sonrisa de media luna que hace que todas las mujeres se derritan, menos a mí.—No es verdad —frunzo el ceño, bostezando—. Además, terminé antes; tengo tiempo de sobra.—¿Así es como le hablas a tu jefe? —ríe—. Debería pensar en despedirte.—Puede ser, pero no lo harás —me pongo de pie y estiro los brazos—. Me necesitas, Sebas.Han pasado dos años desde que mi vida dio un giro de ciento ochenta grados, desde que perdí lo que más añoraba y me rompí en mil pedazos, sin dejar espacio en mi vida para alguien más. Dos años desde que Sebastián Winston apareció en mi camino como un maldito ángel.No solo me ofreció su ayuda sin nada a cambio; además, me dio alojamiento, trabajo y comida. Es un buen amigo, el mejor, después de América, claro. Es un abogado reconocido y famoso
RUPERT—¡Ah!Odio escuchar los gemidos falsos de mi maldita esposa; su actuación comienza a fastidiarme. Hace dos años que me casé con la víbora más poderosa de todo San Francisco. La única razón por la cual me uní a esta farsa es porque necesitaba incrementar mi fortuna y obtener el apoyo social y prestigio de Alejandro Hill, el magistrado, político y millonario, tío de Débora.Jamás he tenido fallos en mis planes, solo uno que se me fue de las manos y en el que he estado trabajando durante dos años.—Ah —suelta un suave gemido cuando me derramo en su interior.Un hijo es todo lo que me falta para sellar mi alianza con los Hill; un jodido hijo. Puede que piense con la cabeza fría y sin corazón, pero cuando Débora salga embarazada, ese niño me dará lo que más quiero: poder, prestigio y las armas para derribar a mis rivales. ¿Qué puedo decir? Soy demasiado competitivo.Una vez que obtenga todo lo que deseo, me divorciaré y me haré cargo del niño, pero jamás perteneceré a sus vidas. Des
DEBBYVer el rostro de mi hijo es algo que me llena de paz; lo amo como nunca amaré a nadie. El problema radica en que, desde que acepté regresar al infierno del que he estado escapando, no puedo evitar ver al diablo en su mirada verde. Ana tiene razón: mi bebé tiene el mismo ceño fruncido que el innombrable.—Pareciera que sabe que no estarás a su lado —observa Ana, acercándose y mirando con admiración a mi bebé.—Insisto, su mirada a veces es un poco... —dice, mientras respiro hondo.—Promete que vas a cuidar de él como nunca —la interrumpo. Seguir pensando en a quién no deseo ver hace que me den aguijonazos en el estómago—. Es todo lo que tengo, mi mundo entero.Abrazo a Mateo, quien descansa su cabecita en la curvatura de mi cuello.—Lo juro, niña, no tienes nada de qué preocuparte. Verás cómo esas dos semanas se pasan rápido —me asegura, dibujando una suave sonrisa cálida que me deja un poco tranquila.Podría rechazar a Sebastián; de hecho, toda la noche he pensado en los pros y