— Señor Oliver, ¿cuántos días de vida el bebé tiene?
— Dos.
— ¿Ya le hicieron la prueba del talón? — pregunté curiosa.
— ¿Qué? — respondió como si no supiera de qué se trataba.
— Es un examen esencial, que se realiza en los primeros días de vida del recién nacido; detecta de manera temprana algunas enfermedades.
— Haremos así: hoy compramos lo que necesitamos, y mañana haremos todos los exámenes médicos necesarios, ¿de acuerdo? — respondió, algo impaciente.
— De acuerdo.
El resto del camino fue en silencio. Cuando llegamos a la capital, la primera tienda que visitamos fue para comprar la silla de seguridad para el bebé y la cuna. Después fuimos al registro civil. Me senté cerca de la puerta de salida y miraba la calle mientras Oliver esperaba ser atendido. Por un momento, pensé que la madre del niño aparecería para registrarlo, pero ella no apareció. Había tres personas delante de Oliver, así que mientras esperaba, se me ocurrió una gran idea. Vi una tienda de ropa femenina al lado del registro civil y decidí ir allí a comprar algunas cosas para mí.
Con el bebé en brazos, entré y escogí algunas prendas íntimas y también: cinco blusas, tres pantalones y dos vestidos. No me los probé, solo di mi talla y los puse en una bolsa. Allí también vendían calzado, así que compré dos sandalias y un par de zapatillas. Además, compré un pequeño bolso de viaje y pedí que colocaran todo dentro. Al lado de la tienda había una farmacia, donde compré productos de higiene personal.
No tardé ni veinte minutos y ya tenía una bolsa llena con todo lo que necesitaba. Cuando regresé al registro, Oliver ya había salido.
Fuimos a la farmacia y compramos pañales, biberones, mordedores, un kit de higiene yla leche adecuada para el bebé. Luego pasamos por una tienda de ropa y compramos toda la ropa que el bebé necesitaba. Elegí la mayoría en tallas más grandes, sabiendo que el bebé crecería rápido. Oliver no se preocupaba por el precio; al contrario, me pidió que comprara lo mejor y de marcas reconocidas.Ya llevábamos más de dos horas fuera, y el bebé empezó a llorar.
— No lo puedo creer… ¿Este niño está llorando otra vez? — dijo Oliver, molesto.
— Es normal, señor. Los bebés a esta edad comen cada dos horas. ¿Podría parar en alguna cafetería? Pediré que desinfecten el biberón.
Paramos en un pequeño restaurante. Hablé con la camarera y le expliqué la situación. Ella, muy amable, no solo desinfectó el biberón, sino que también calentó el agua para preparar la leche. Después de alimentar al bebé, que volvió a dormirse, terminamos de comprar lo que faltaba.
— ¿Dónde vives? Vamos a buscar tus cosas — dijo Oliver.
— No hace falta, mi madre las trajo para mí. Le pedí que lo hiciera cuando estábamos en el registro — respondí.
Él me miró con desconfianza, pero no dijo nada. Regresamos a la hacienda. Al llegar, un empleado ya nos esperaba frente a la casa y enseguida cargó todas las bolsas hasta “mi” habitación.
Había muchas cosas que ordenar, pero tendría tiempo suficiente; lo bueno de los recién nacidos es que pasan la mayor parte del tiempo durmiendo.Tomé la ropa nueva del bebé y fui a buscar la lavandería. Como al día siguiente tendría que llevarlo a hacer exámenes, quería que usara ropa nueva. Lavé todo a mano y lo puse a secar.
Mientras tanto, fui a la cocina a calentar agua para llenar un termo y llevarlo al cuarto. Al entrar en la cocina, encontré a una mujer allí.
— ¡Buenas tardes! — saludé con educación.
— Buenas tardes — me respondió, mirándome curiosa —. Tú debes ser la niñera.
— Sí, soy yo. Me llamo Aurora.
— Soy Lucía, empleada de la casa. El patrón me dijo que estabas aquí, así que te preparé el almuerzo.
— Muchas gracias.
Después de servirme, Lucía salió de la cocina. No parecía ser muy conversadora. Me quedé sola, observando al bebé por el monitor que acababa de instalar. Al terminar de comer, subí a la habitación y comencé a organizar algunas cosas en el armario. Entre las bolsas, hasta había algunos juguetes. Mientras ordenaba, sentí un olor a humo que venía del exterior. Curiosa, miré por la ventana y vi a Oliver quemando ropa en un gran tonel. Temí que me descubriera espiando, así que cerré la ventana rápidamente.
Cuando bajé a cenar, aproveché para recoger la ropa del bebé que ya estaba seca y la planché. Subí al cuarto y la guardé en el armario. Mi mente no dejaba de crear teorías, pero decidí no pensar demasiado en ese momento. Aún no había armado la cuna, y ya eran las nueve de la noche. Decidí dejarlo para el día siguiente y dormir con el bebé en la cama.
Me duché y me puse el pijama que había comprado. Me pareció extraño que Oliver no apareciera en todo el resto del día para ver a su hijo.
A las diez de la noche, me acosté al lado de esa pequeña criaturita y le di un beso en la frente, ya que sus padres no estaban allí para hacerlo.En ese momento, sentí algo especial por ese bebé.
A las seis de la mañana, me levanté y me vestí. Estaba arreglando algunos cajones cuando alguien tocó la puerta del dormitorio. Inmediatamente la abrí. Era el hombre que había descargado las cosas del coche ayer, cuando llegué de la capital con el bebé y Oliver.— Buenos días, señorita Aurora, me llamo Joaquín. Soy el conductor del señor Oliver y vengo a decirle que el coche está preparado para ir a la capital en cuanto usted desee. Estaré a cargo de llevarla al hospital para realizar todos los exámenes del bebé.— ¿Ah, el señor Oliver no irá? — pregunté curiosa.— No, hoy él salió muy temprano.— Está bien, voy a preparar al bebé y bajo enseguida para que nos vayamos.Cerré la puerta del dormitorio y fui a bañar al bebé, que parecía muy cómodo en la bañera.— Pareces tan cómodo ahora, pequeñito, si fueras mío, te llamaría Noah.Después de preparar a ese pedacito de gente, organicé su bolsa, bajé y tomé café mientras el bebé estaba en el carrito. Luego lo cogí en brazos y nos dirigimo
— ¿Despedida? — Mi corazón casi se detuvo. — ¿Qué pasó, señor? ¿Qué hice mal?— ¿De verdad pensaste que soy tonto, niña? — Él se levantó furioso y vino hacia mí. — Aurora, vive en la capital, tiene dieciocho años y un pinscher poseído por el demonio. — Sentí que me temblaban las piernas. — ¿De verdad pensaste que metería a alguien en mi casa sin saber de dónde viene?«Fui descubierta.»— Perdóneme, señor, mentí… debería haber dicho la verdad desde el principio.— ¡Demasiado tarde! — gritó. — ¿Sabes qué es lo que más me sorprende? ¡Tu habilidad y rapidez para producir mentiras!— Es que necesitaba mucho este trabajo y… — Intenté decir.— ¡Cállate! — él gritó de nuevo. — Si hay algo que odio en este mundo, es la mentira, ¿lo sabías? Quiero que hagas tus maletas y te vayas de mi casa ¡inmediatamente!— Pero… es de noche — yo dije.En ese momento él se acercó tanto a mí que sentí miedo de lo que podría hacer. Fue como un déjà vu.— ¿Y a mí qué me importa? — él bajó la voz. — ¿No eres tú l
Me desperté al día siguiente, sintiéndome molida, como si hubiera dormido sobre piedras. Noah se había despertado más de tres veces durante la noche, y en la última ocasión no quería volver a dormir. Como no había mucho que hacer y él aún dormía, decidí llamar a mi amiga Isa, que seguramente debía estar muriéndose de preocupación por mí.El día anterior había comprado un chip nuevo para el celular. Aunque sabía que mi madre no me llamaría, tenía miedo de que ese sinvergüenza de Sandro intentara buscarme o empezar con amenazas. Sandro era un hombre muy estricto en casa y también muy vanidoso. Ese plato de comida debió dejarle una buena cicatriz en el rostro, y conociéndolo, sabía que no dejaría pasar eso por alto. Además, no le había contado nada a mi madre; seguro planeaba vengarse por su cuenta, y quién sabe de qué manera. Por ser funcionario gubernamental, tenía acceso a mucha información y conocía a gente importante. Sería muy fácil para él encontrarme si me quedaba en la ciudad, a
En la habitación, comencé a pensar en la situación en la que me había metido. Estaba sola en el mundo, viviendo en la casa de un hombre completamente desconocido, lejos de la ciudad, cuidando de un bebé cuya madre no tenía idea de quién era. Ya no tendría un sueldo y mi patrón me veía como una mentirosa. No podía quedarme más allí, no había motivos. Comencé a guardar mis pocas cosas en la bolsa cuando Noah empezó a llorar. Lo tomé en brazos y vi que tenía fiebre. Saqué un medicamento del botiquín que había preparado, se lo di y luego le di un baño, esperando que la fiebre bajara.No había desayunado y mucho menos almorzado. Decidí que no comería nada en esa casa, para que Oliver no pensara que estaba allí solo por la comida y el techo. Ciertamente, quedarme en la casa, aunque sin recibir ni un centavo, era más seguro que salir por ahí sin rumbo y sin saber qué sería de mí. Pero ya me estaba encariñando con ese pequeño, y dejarlo partiría mi corazón.Sin embargo, a las cinco de la tard
— ¿Irte? ¿Cómo así? — preguntó Saulo, sin entender nada. Al parecer, Oliver no le había comentado a su amigo sobre la última conversación que habíamos tenido.— Soy menor de edad… el señor Oliver me dijo que tenía que irme — yo dije.— ¿Cuánto te falta para cumplir los dieciocho? — él preguntó.— Solo dos meses, pero no es solo eso… — seguía llorando.— ¿Y entonces qué es?— Aunque cumpla los dieciocho, no puedo quedarme aquí, porque no puedo trabajar empleada registrada. — Al final terminé soltando la preocupación que me rondaba en la cabeza. Sandro descubriría dónde estaba, vendría a buscarme y podría arruinar mi vida, o quién sabe qué sería capaz de hacer.— Aurora, ¿le debes algo a la justicia? ¿De qué estás huyendo? — preguntó Saulo, sin entender.— No es eso… déjalo, no lo entenderías.En ese momento me di cuenta de lo frágil que estaba, al punto de casi contarle mi historia a Saulo. Me recompuse, tomé el vaso de agua y me puse de pie.— Con permiso… necesito estar con Noah.—
Con ese ambiente tenso en la cocina, yo no sabía qué hacer.— Solo falta que se termine de asar el pernil, señor — respondió Denise.— Apúrate, que me muero de hambre. Ya sabes que me gusta todo a su hora. — Él respondió.Después de hablar con ella, dirigió su mirada hacia mí.— ¿El niño ya está mejor? — preguntó sin mostrar la más mínima expresión.No podía creer que ese hombre supiera que su hijo estaba enfermo y no mostrara ni un atisbo de preocupación. Salió temprano de casa y ahora preguntaba como si nada.— Sí, señor, su hijo está mejor — destaqué la palabra hijo, esperando que le tocara el corazón, aunque fuera un poco.Él me miró por unos segundos, como esperando que dijera algo más, pero simplemente me di la vuelta y me alejé con Noah en brazos.Fui a dar un paseo por el jardín. Era un día hermoso. Caminé cerca de los árboles; ya casi era mediodía y el sol estaba fuerte, pero las grandes copas brindaban una buena sombra. Noah estaba despierto, con los ojitos bien abiertos, a
Paseé un poco más con Noah, pues decidí que solo entraría a la casa cuando Oliver saliera de la cocina.Yo estaba entrando en la casa cuando sonó mi celular.Era un número privado. Me pareció extraño, porque solo Isa tenía mi nuevo número.— ¿Hola? — contesté.— Zorra, voy a encontrarte. Y antes de desfigurarte la cara por completo, terminaré lo que empecé.Colgó inmediatamente.Yo sabía perfectamente quién era. Reconocería esa voz asquerosa en cualquier lugar del mundo. ¡Era él…! ¡Sandro!Mi corazón falló un par de latidos. Por un segundo me mareé y casi me caigo con Noah en los brazos. Mi peor pesadilla se estaba volviendo real. Él me estaba buscando… ¿Cómo consiguió mi número? ¿Será que ya sabe dónde estoy?Mi cabeza empezó a dar vueltas. Por miedo a desmayarme fuera de la casa con el bebé, entré temblando tanto que ignoré a Oliver y a Saulo llamándome. Ni siquiera les respondí. Caminé directo hasta la habitación, puse a Noah sobre la cama y me dejé caer al suelo, desesperada, sin
Me despertó el resplandor de un rayo. Había dormido con Noah y me había olvidado de cerrar las cortinas de la ventana.Los relámpagos iluminaban la habitación de vez en cuando, pero no se escuchaba el estruendo del trueno. La ventana estaba bien sellada, a prueba de sonido. Miré a Noah, que seguía durmiendo como un angelito. Me levanté con cuidado, arrastré una de las butacas hasta la ventana, me senté y me puse a observar la lluvia caer.Me encantaba la lluvia. Amaba los rayos, me parecían hermosos. Aunque peligrosos, era lo que más admiraba de la naturaleza: tan imponentes, seguidos por su majestuosa voz de trueno. Miré el reloj: eran poco más de las dos de la madrugada. Afuera, todo se veía tenebroso. Recordé que llegué aquí una madrugada como esta: lluvia, rayos… y aquel hombre.Me vino a la mente el hombre del puente, el auto detenido, su cuerpo al borde del vacío y mi intervención. ¿Será que le salvé la vida? ¿Cómo estará ahora? ¿Quién era y qué lo llevó a pensar en termina