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II. El reencuentro con el tío Martín

El tío Martín había conocido a los abuelos hacia muchísimo tiempo ya, por lo que yo sabía que sus palabras venían cargadas de dudas y saturadas de mensajes que no eran del todo comprensibles para mí en ese instante. 

No obstante, en mi caso conociéndole tan bien como de por si lo hago a pesar de los años que teníamos ya distanciados ante todo sabía que en Lombardi sus palabras acarreaban una razón, así mismo como lo incluso supone su presencia en nuestras vidas.

Aunque la verdad pensándolo bien la historia de como los abuelos y él se conocieron es un poco parecida a una película de acción, se me hace incluso imposible no contarla tal y cómo mismo se me dio a conocer por sus personas.  

Un día los abuelos se encontraban merodeando a las afueras de la ciudad en su forma animal escondiéndose entre la niebla y la escasa luz que la maña proveía, cuando a lo lejos mientras se desplazaban por el bosque llegaron a observar como una jauría de lobos perseguía a un muchacho humano que con miedo luchaba por su vida. 

Aquellos tras ver tan desastroso evento se lanzaron en su ayuda logrando así salvarle, las heridas que habían sido infringidas en su cuerpo eran preocupantes, pero a pesar de ello aquel chico sobrevivió pese a su pésimo pronostico y desde entonces a pesar de romper los acuerdos la relación entre un humano y lobos se formó.

Sorprendentemente ese fue uno de los últimos casos de avistamiento que se escuchó en Belcier, uno de los últimos casos en los cuales tanto lobos como humanos terminaban sumergidos en el mismo mundo antes de que esta extraña era de paz entre ambas especies surgiera.  

Lo que más curioso se me hace de toda aquella situación es pensar que cuando este los conoció ya de por si los abuelos eran algo mayores por lo que no evito aun hoy el preguntarme qué edad realmente aquellos tenían pues es algo que completamente desconozco.

Martín a diferencia de aquellos para aquel momento solo era un jovenzuelo de apenas algunos quizás treinta años así que escuchar de aquel aquellas palabras provenientes de su persona le daba un nuevo sentido a tal objeto llenándolo aún más de importancia.     

Tras escucharle no pude evitar repetir en mi cabeza — ¿Cómo o porque esto puede afectar mi futuro? — pero simplemente no podía comprenderle. 

Por un buen tiempo las constantes preguntas estuvieron rondando por mi cabeza, por lo mismo al estar rodeada por tantas cuestionantes se me hacía difícil el creer que tal y simple objeto llegara a ser el causante de tal futura variación en mi vida.    

— Ahora más que nunca estoy casi convencida de que tú sabes algo, pero no sé qué es lo que te detiene tío Martín, porque simplemente no lo dices.    

— Porque aún no es tiempo, solo los acontecimientos me permitirán a fin de cuentas poder expresar que es lo que guardo, pues más que nada no quiero tener que exponerte a un mal innecesario. 

Algo raro sin dudas estaba ocurriendo, algo que en gran medida me producía un mal presentimiento, pero, aunque quisiera averiguar algo más al respecto sabía que por más que insistiera, de la boca de aquel hombre no saldría ni una sola palabra más.   

Por un buen rato más ambos estuvimos conversando, rememorando aquellas viejas historias de los momentos con los cuales tanto aquel, la tía Susan su esposa y los abuelos llenaron el resto de mi niñez, hasta que, llegado el momento justo, aquel replico.    

— Bueno Emma lo último que tengo para decir es que el trabajo es tuyo.   

— Lo dice enserio.    

— Claro que sí, oficialmente eres una empleada más del ´´Gran Atlante´´.   

Con gran emoción me puse de pie abandonando en el acto aquella silla, mientras era impulsada por la explosión de alegría que tomo mi ser y guiada por este mismo sentimiento no dude tampoco en acercarme hasta aquel tras rodea aquel escritorio con velocidad buscando obtener un nuevo abrazo. 

— Tío mil gracias, realmente lo necesitaba, de verdad no te decepcionare.    

Tal noticia era sinónimo de algarabía para mi pues con toda la conmoción de mi regreso, era consciente que ya era poco lo que aun sobrevivía de mis ahorros ya que una buena parte la tuve que invertir en el pasaje de avión más el transporte que hay que tomar una vez llegas a Venecia para dirigirte a Belcier.

Y porque sucede esto pensaras, pues sencillo, tal ciudad se encuentra limitada meramente a una carretera que las une, pues Belcier a diferencia de otras localidades no posee aeropuerto alguno por lo que se podría llegar a decir que esta parecía haberse quedado paralizada en el tiempo.

Ahora bien, sumado esto al pago por adelantado que tuve que proporcionar a Lina para mi estadía en la residencia han hecho caer significativamente mi economía más de lo que llegué en algún momento a pensar, por lo que recibir tal aprobación me proporcionaba un enorme respiró y suscitaba una mejoría en mi evidente y caótico presente.    

Así, el tiempo paso y llegado el momento justo en el cual finalmente tanto el tío como yo debíamos despedirnos tras aquel indicar con especial énfasis recalco.    

— Mañana debes de estar aquí temprano preferiblemente minutos antes de que sean marcada las tres en punto hora en la que aun el restaurante no se encuentra recibiendo comensales, para que puedan entregarte tu uniforme y se te informe de las labores que deberás de realizar, tenlo bien pendiente.   

— Perfecto, temprano aquí estaré.    

Aunque llenas de aceptación sus palabras eran bien dirigidas hacia mí, yo entendía de igual forma que aquellas contenían su toque de severidad puesto que conocía a la perfección su carácter junto a sus manías y sabiendo que lo que menos tolera aquel es la impuntualidad entendía perfectamente que debía de cumplir con aquellas indicaciones para que la armonía reinase, ante todo.

Con una enorme sonrisa que ocupaba casi por completo la comisura de mis labios tras despedirme salí de aquella oficina. 

Eran alrededor de las cinco y treinta de la tarde y ya había empezado a caer poco a poco la noche...

Eh de admitir ante nada que soy muy curiosa lo cual me lleva casi siempre a estar envuelta en uno que otro problema y por lo mismo guiada por tal sentimiento decidí que en vez de tomar un taxi hasta Vinchenzo caminaría tranquilamente pues ya sabía con claridad el sendero que debía de tomar para regresar a casa.  

Lina tiempo antes tras una de nuestras salidas se había encargado de hacerlo de mi entero conocimiento cosa que le agradezco, así pues, empecé mi travesía que calculando la distancia estimaba que no me llevaría más de veinte minutos máximo claro tomando el atajo.    

Así pues, empecé a andar tomando en primera instancia la calle principal que da la vuelta en toda la redonda a aquella ciudad y empecé a distinguir aquellos detalles que hacen de tal vista única en el mundo.    

Su figura y forma al detallarla podría llegar a compararla incluso con la vieja Transilvania.

Como la tal Belcier yace rodeada de viejos castillos creados desde sabrá Dios que siglo, enormes montañas, espesos bosques, casas de apariencias inusuales rodeadas en su máxima expresión por un sentimiento oscuro y tétrico donde abundan misteriosas historias de desapariciones de personas llevadas a cabo por seres lo más parecido a perros gigantes.

Aunque Belcier a diferencia de Transilvania es muchísimo más colorida y ruidosa, contrastes sumamente opuestos, claro sin quitarle belleza ni a una ni a la otra fue gracias a esto que me llevo a deducir en medio de aquellas palabras algo en lo que hasta el momento no me había puesto a pensar.   

— Y bien entonces ¿Dónde están?    

Aquella pregunta resonó con fuerza en mi cabeza, era la que con más peso quizás me había hecho en la vida, la cual a ciencia cierta se repetía una y otra vez tras darme cuenta de que durante los días que llevaba ya en tal ciudad no había sentido ni la más mínima presencia animal.  

Vamos ninguna esencia de lobo había sido detectada por mí en el aire cosa que era imposible pues para ser tan enorme, a más de uno hacia rato debía de haber ya descubierto pues somos como cual plaga habitando el mundo.   

Sumergida en tal dilema camine, inmersa completamente en mis ideas sumamente concentrada hasta el punto tal que inclusive el tiempo parecía haber transcurrió rápidamente ya que sin ser consciente de ello arribe justo a la zona a la cual me dirigía.

Emocionada a sabiendas de que probablemente estaba a punto de alcanzar mi independencia me acerque hasta la zona del atajo pensando que simplemente no había peligro, aunque era consciente de que Lina me había advertido de que no debía de atravesar sola aquel pasillo entre los edificios que conforman el atajo pues el riesgo de chocar contra algo de temer y de lo que no me pudiera defender estaba latente.  

— Si tomo el camino largo será muy tedioso y si le atravieso en poco menos de cinco minutos estaré frente a Vinchenzo.  

Replique pensando de forma ardua, así sin más me cuestioné buscando tomar cual decisión, debatiéndome entre una u otra opción buscando de igual manera convencerme de que la verdad nada me pasaría, estando más que nada confiada hasta que finalmente dentro de mi cabeza murmure. 

— Lina, temo que hoy te desobedeceré.   

La verdad no iba a pasar demasiado tiempo para que me arrepintiera de tal decisión pues la propia vida más tarde me reclamaría por mi imprudencia.   

Cuando ya me encontraba acercándome próxima al pasillo acepté en gran medida con mi poco de desconfianza que le recorrería con seguridad pues según yo no había nada que temer.    

Serenamente realizando cuales sutiles pasos me encontraba, cuando no muy bien llegando casi a la mitad de aquel pasillo un sentimiento de ante todo tensión se adueñó de mi ser, por un momento me detuve en seco tomada por el miedo y la preocupación tras observar a un lado en una de las paredes un nombre que me estremeció por completo.   

Las palabras ´´Grohbiet manda´´ en tinta roja se encontraban perfectamente escritas en aquella pared blanca. 

Más que palabras aquella representa un nombre y no uno cualquiera, sino el nombre de una de las manadas más sangrientas que alojan en los límites.

Aquello no podía ser y me negaba a aceptar que en verdad lo estaba contemplando ya que, aunque para los demás que lo observasen podía pasar como cual echo desapercibido en realidad tenía un significado y un valor bastante aterrador para mí.  

— ¿Como rayos llego esto aquí? 

Me cuestionaba una y otra vez mientras un incómodo sentimiento de miedo me recorría pues en más de una ocasión había realizado cual travesía a través de aquel lugar, pero aquello nunca había sido visto por mis ojos. 

Tal sentimiento me hizo voltear hacia todos lados la cabeza desesperada y ante todo desconfiada pues temía que alguien pudiera haberme visto eh intentase hacerme daño, por lo mismo temía eh incluso imaginaba que probablemente quien fuera se encontraría quizás observándome con malicia.

Pero no, encima de que no llegue a sentir ni a ver a nadie próximo ni oculto en aquel callejón los más justo que me hacía era salir pues no me iba a quedar a esperar a que algún acontecimiento tomara vida, así que tras dominar mis impulsos empecé a caminar nuevamente y con rapidez me alejarme de aquel lugar.    

— En que carajos me eh metido. 

No dejaba de replicar, de todas las formas posibles buscaba dar con alguna razón lógica, pero hasta el momento era algo que era completamente incierto para mí y a lo que no le veía significado ya que tal manada suele encontrase en lo más recóndito del bosque, las ciudades nunca fueron una opción para ellos por lo que no veía el porqué de tal nombre allí.   

Así fue que sin tener otra opción salí despedida corriendo a toda prisa buscando alejarme de todo aquello; tanto era mi incomodidad que incluso perdí el control ante mi exaltación.  

Corrí tanto como pude hasta llegar a la acerca donde me encorvé casi de inmediato tras colocar mis manos a nivel de mis rodillas buscando la forma de descansar de tal agonía.

Así que ya aliviada al encontrarme finalmente rodeada de personas respiré profundamente mientras los ojos de aquellos transeúntes eran clavados haciendo un evidente juicio contra mi persona.   

La conmoción que aquello provoco en mi fue enorme, tanto que ni siquiera me dio tiempo de razonar a un menos de cerciorarme antes de finalmente atravesar aquella carretera y así ante mi imprudencia estuve casi a punto de ser atropellada.

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