CAPITULO 79 DCEOATYa ni siquiera es dolor.Es incredulidad. Es conmoción. Es la misma daga qué la atravesó hace apenas un par de minutos, que la golpea brutal en el rostro. Es una cachetada de realidad, y apenas puede moverse Elena de su sitio.La tensión en ésta oficina incrementa, y ahora es peor cuando a solas con Gianluca. Esto le cobra un jadeo incrédulo. Un par de lágrimas descienden por sus mejillas, y cada momento que pasa puede sentir la dureza en la mirada de Gianluca.Elena abre los ojos.—¿Orlando? ¿Qué estás haciendo? ¿Qué…? —Elena trata de dar un paso hacia adelante. Sus manos abrazan su vientre, porque también siente una punzada en el lugar. El llanto silencioso y doloroso vuelve a oírse—, ¿Qué estás diciendo? Di la verdad. Di todo lo que me dijiste a mí, ¡Dilo! —exige Elena.El abogado Orlando parece resignado a seguir con las palabras qué están frívolas, que salieron sin ningún remordimiento y que para estos momentos nubla cualquier esperanza que Elena tenía. Era él
Gianluca vuelve a decirse a sí mismo que necesita apartarla cuánto antes. No puede verla como lo hace, no puede desear estar otro minuto junto a ella, tiene que vivir sin ella.Pero cuando Elena le dice éstas clases de palabras, es su mundo quien se parte en dos. Intentó controlar la rabia, y la impotencia. Su mente se llenó de posibilidades, en su mayoría malas y soberbias, y no puede ver otra cosa sino a ésta mujer quebrándole el corazón en mil pedazos. Ella repite algo que no quiere escuchar porque no está pensando con claridad.Se aparta de ella.—No quiero oír nada que venga de ti —espeta.En sus ojos puede ver más el dolor de Elena.—Tuviste el tiempo para decirme, para hablarme con la verdad. Lo tuviste —Gianluca sabe que debe dar un paso atrás, por más que esté muriéndose por dentro y no pueda mirar a otra parte, porque ella siempre estará allí—, pudiste hacerlo. No te importó pensar en eso.—Porque confíe en Orlando, y sí, me equivoqué en confiar en él. Perdóname, jamás pensé
—Llévala a la casa —Gianluca ordena todavía sin tranquilizarse de nada. No tiene ninguna intención de dejar ésta mujer en libertad ahora que se ha enterado de lo que ha hecho.Pero cuando Tito también mencionó lo que lo ha tenido también vela, gruñó de forma imperiosa. No era el momento, justo en ese momento.Sólo ha pasado un par de minutos desde que ordenó a un chófer y a Billy lo que debían hacer. Enojado, colérico, apretando los puños se encuentra Gianluca hacia el camino del hospital. No puede ver otra cosa, casi no puede mirar algo más. Está cara a cara con la oscuridad. Algo que jamás ha sentido en el pecho se apodera hasta de lo más mínimo en su cuerpo. No le queda nada más que respirar con dificultad, atento a la mínima cosa que pasa por su mente.¿Por qué lo ha hecho? ¿Cómo se atrevió?¿Por qué cayó de esa manera hasta el punto de no pensar con claridad en las demás cosas?Su vida vuelve a pagarle la factura cuando se da cuenta que parte de la familia de Renata está en la cl
El cuerpo tenso de Gianluca pierde un tanto el equilibrio al oír las palabras de Billy. Acrecienta el enervar que se apodera de cada rincón, y que no hay como apaciguarlo.Ahora se consume por completo, y de pies a cabeza, en su mente, no se salva de ver algo que lo está consumiendo peor que antes.—¿Dónde —comienza Gianluca, perdiendo la cordura—, está mi esposa?—La señora Elena se marchó con una de sus amigas-Gianluca no lo deja termina porque no quiere ni mirar la carpeta que Billy está mostrando. Su desesperación lo lleva directo a una sola salida, donde no tiene escapatoria, donde no puede ver con una buena percepción ya que no existe lo suyo, lo de ellos. Para Gianluca la simple idea de escuchar “Se fue” está arrastrándolo al abismo. Esto es una completa locura.Enojado, eufórico. ¿Dónde está y ha dónde ha ido? Es irónico que tan sólo ésta mañana la tuvo entre sus brazos, y para ésta madrugada, donde sus cuerpos no se juntan ni para darse calor el uno al otro, abrazados
—¿Elena?Bañada en lágrimas, enrojecida por la falsedad de las palabras y sintiendo cómo su corazón se retuerce en mil pedazos, Elena está frente a frente a la puerta de Cristina en su hogar, al otro lado de la ciudad.No aceptó que Tito o Billy la llevaran a ninguna parte. tan sólo exigió por llamada a Orlando que le mandara a ese hombre documentos del divorcio y no lo dejó ni responder.Colgó, furiosa. Y desapareció de la casa, jurando nunca más volver. Manejó por si sola mientras apretaba los volantes, fija en la carretera mientras todos los recuerdos que habían hecho los dos se rompían como un papel.La mirada que había recibido de Gianluca estropeó lo que habían armado juntos, los sueños que habían querido formar. La familia que querían tener.Ahora se encuentra hecha un mar de lágrimas frente a Cristina, una vez más vulnerable, rígida, sin saber a dónde ir. Pérdida, lo mismo que ocurrió cuando salió de prisión.—¿Amiga? —Cristina la jala para abrazarla, asustada—, ¿Qué sucedió,
—¿Estás segura que quieres hacer algo así? Sería dejar…toda la vida que has tenido aquí.Cristina le ofrece una taza de té horas después de haberse calmado. Todo sucedió tan repentino, fuera de la nada, que incluso así le cuesta procesar lo que escuchó, cómo lo escuchó y las últimas palabras de Gianluca. “Por favor.” Sonó como una súplica en medio del pitido en sus oídos.No ha logrado calmarse, y pasará mucho tiempo para calmarse.Tampoco quiere verlo. Sabía que no podría con tanto, que no lograría aguantar otro momento lejos suyo.—Cuánto antes —ya ha amanecido. El color naranja del amanecer se encuentra con su rostro moribundo—, no puedo pasar otro día más aquí. Si él no quiere abrir ningún caso en mi contra, no me interesa. El abogado que estaba ayudándome con representarme para limpiar mi nombre del escandalo de A Lá Móde me acaba de traicionar y no confiaré en nadie. He labrado mi propio camino hasta ahora, y este matrimonio no me arruinará.Elena se pone de pie, quitándose el
Ha pasado una semana. Una jodida semana desde que Gianluca no sabe nada de ella.Está caminando de un lado al otro en su oficina. Son las 8 de la mañana, no ha dormido y tampoco fue a la casa. No quiero tocar esa casa, no quiere entrar a ese cuarto y no quiere tocar esa cama.Frustrado, enojado. Jamás se le había visto así antes. Desesperado.Renata ya fue dada de alta, y quiere que traigan a la niña a la oficina. De Renata no quiere saber nada. Es más, para Gianluca no existe otra mujer en el mundo que una sola.Su esposa.Sí, su esposa. Cada vez que llega un nuevo documento del divorcio lo rompe en dos. No firmará nada. Y ahora que lleva una semana buscándola sin parar su cuerpo pierde la cordura y así lo lleva a la desesperación.Ha tratado de localizarla por todas partes y no tiene respuesta. Cristina no sabe nada, pero en realidad no quiere decirle. También se dio cuenta que Gaby se marchó de la casa, y posiblemente con ella. Si encuentra a Gaby, la encuentra a ella.No come, no
Le recorre un escalofrío infernal a Elena cuando escucha ese nombre.Las coincidencias en ésta vida no pueden pasar desapercibidas. Tampoco la forma en la que Constanza lo dice, narra y deja en claro cómo fueron los acontecimientos de aquel accidente.Porque Constanza ha elegido contar todo lo que había investigado de aquel trágico accidente 20 años antes, y Elena simplemente se queda callada, con el nudo en la garganta. Es como si no oyera nada en realidad, y para su propia sorpresa, se encuentra en el limbo. Cree que ha dejado de ser ella, porque le quita la vida misma, lo hace.—Ese es el nombre de mi sobrina.Elena traga saliva, parpadeando. La mirada de consternación vuelve a Constanza, y pasa saliva cuando se da cuenta que tanto Gaby como Constanza la están observando.—Señora Moretti, lamento interrumpir. Usted no me conoce, lo sé y lamento mi imprudencia —Gaby menciona, con sus labios blancos por la impresión—, pero sus palabras coinciden con la misma historia que nos han con