Regina
-Una semana después-
Estaba mirando por la ventana de la oficina de presidencia, metí mis manos en los bolsillos del pantalón de vestir, no me había podido quitar el luto en mi ropa, no podía reponerme a la pérdida de mi padre.
—Mañana es la audiencia ante el juez, los abogados tienen poco para intentar defenderte—escuché a mi padrino decir a mi espalda, escuché un murmuro de mi madre, entonces me giré hacia a ellos, ambos estaban sentados en la sala de la oficina, seguía mirando mucha preocupación en su mirada. Me crucé de brazos y solté un largo suspiro.
—Lo sé, ¿Crees que puedan conseguir un amparo para evitar que toque la prisión? —mi padrino no pudo responderme, miró a mi madre quien tenía pánico en su mirada.
—Hija&
LiamLas puertas del elevador se abrieron, mi padre tenía su celular en su oído y gritaba algo que no entendí, al verme, dijo algo y colgó.— ¡Apareciste! —gritó mi padre, intenté decirle lo que me vine repitiendo en el camino.—Lo siento, me quedé dormido con un amigo, —me pasé una mano por mi cabello revuelto, el dolor de cabeza, seguía molestándome.Tiró de mi hombro y me rodeó con sus brazos, me quedé quieto, sorprendido por ese gesto.—Pensé lo peor, odio la inseguridad de México. —se separó y me revisó.—No tengo diez años, padre. —él negó.—Estuve a punto de llamar a los hospitales y averiguar si no estabas en uno, —me dio un golpe en mi brazo, me quejé del dolor.—Eso doli&o
ReginaFinalmente mi padrino había conseguido fabricar las pruebas para poder salir del mi arresto domiciliario, el juez había aceptado lo que los abogados le entregaron en mi siguiente cita ante él, después de un mes, de aquel día que empezó mi arresto, no había vuelto a ver a Liam, pasó un segundo mes ysolo sabía por parte de mi padrino cosas vagas de su vida, él pobreiba y venía para revisar que todo estuviese bien con su empresa y la próxima fusión, empezaría a trabajar arduamente para poder recuperar lo que se desfalcó, mi padrino había vendido la casa de mis padres, mi departamento y, otras propiedades para inyectar capital al proyecto, Adolfo, no lo había vuelto a ver desde entonces, pero leí un par de cartas, que por petición de su familia, necesitaba mantenerse al margen de mi situación.
LiamQuité el brazo alrededor de mimadrina para abrir la puerta de la camioneta, el chófer de mi padre, terminó de subir las maletas y rodeó el auto para subir a su lugar, cuando ayudé a mi madrina subir a la parte de atrás, me volví para ver si ya venían, pero, ellos se detuvieron y mi padre movió sus manos de un lado a otro, luego, retomaron su camino hacia nosotros.— ¿Todo bien? —pregunté a mi padre, quien asintió, arrugó su ceño.—Iré en la parte de atrás—lo detuve, Regina y él me miraron.—Yo traje mi auto, tengo que hacer unos pendientes antes de llegar al departamento, espero hayan tenido un buen viaje—miré a los dos.— ¿Seguro? Pensé que habías venido con el chófer...—hice un gesto de negativa con m
ReginaAbrí mis ojos, no sé por qué tenía la sensación de estar aún en mi departamento cumpliendo con el arresto domiciliario, al darme cuenta que no era así, qué realmente había salido fuera de ese encierro y que estaba en el nuevo departamento en New York, hizo que me corazón se tranquilizara, no dejé de sentir miedo por lo que venía, por lo que tenía que enfrentar ahora en adelante.—Regina, tu puedes, levántate…—cerré los ojos, no quería hacerlo, pero, tenía un motivo fuerte para hacerlo, al abrirlos, miré el techo de la habitación—Tienes que recuperar la textilería, por tus padres…—un extraño olor a panqueques llegó a mí, me levanté a toda prisa, pero al ponerme de pie, sentí un mareo, haciendo que me sentara en la orilla de
ReginaMi madre me miró de una manera que no pude explicar. Tenía sentimientos encontrados al escucharme decir esas palabras en voz alta.—Regina—intentó dar replica a las mis palabras, pero que realmente ella me había dicho años atrás.—Es la verdad, tus palabras siempre han sido sabias. —se escuchó el timbre a lo lejos, di un largo sorbo a mi bebida, mientras mirábamos cuando Elena iba a abrir la puerta, al abrir, -y era muy temprano- apareció mi padrino. Saludó a Elena y mientras se acercaban a nosotros se dijeron algo y ella soltó una risita.—Buenos días, ¿Llegué tarde al desayuno? —preguntó saludando a mi madre, luego a mí, se sentó a mi lado.—Llegas a tiempo—le digo, Elena sirve otro poco más de panqueques para él, más jugo,
ReginaNo podría soportar subir con él y su botella de loción, mi madre vio que no seguí su camino al interior del elevador.— ¿Tiene algún servicio cerca de aquí? —el hombre asintió, me señaló el letrero a lo lejos.— ¿Qué pasa? —negué hacia a mí madre.—Me voy a refrescar un momento, puedes adelantarte, en unos momentos te alcanzo. —ella dudó por un momento, asintió y luego el hombre presionó el botón para que las puertas del elevador se cerraran, cerré los ojos e intenté sacar el olor de esa loción, al abrirlos, me dirigí a los servicios, al entrar, había dos mujeres vestidas elegantemente frente a los espejos de los lavamanos, se estaban retocando el maquillaje, entré a un cubículo vacío, luego me sent&eacu
ReginaEstaba en shock. Rachel lucía bastante igual a mí. El cabello rubio. Corto. Y el conjunto ejecutivo el que solía usar cuando trabajaba, era una réplica. ¿Qué mierdas le estaba pasando? ¿Está loca? ¿Por qué…? Sentí mi estómago algo incómodo.—Algo me decía en mi interior que estabas con ella. —Rachel dijo en un tono cargado de ira, su rostro estaba enrojecido.—Rachel. Tranquilízate. —dijo fríamente, Liam.— ¿Cómo quieres que me tranquilice cuando estoy escuchando que te has encerrado con una mujer en tu oficina? ¡Dime! —Liam se pasó una mano por su rostro, estaba empezando a enfurecer, mi mano se fue a su brazo y miré a Rachel.—Te pido disculpas, pero no me sentía bien, así qué&hellip
LiamRegina regresó de nuevo al cubículo, de nuevo la veo de rodillas frente al váter, después de unos minutos, se le han calmado las arcadas, humedecí el pañuelo de nuevo y le limpié la frente.—Gracias—susurró tomando mi pañuelo para ella hacerlo, veo que mantiene su orgullo ante mí.—Ven—intenté ayudarle a levantarse, pero ella se negó.—Yo puedo hacerlo, gracias—pero flaqueó cuando intentó levantarse, extendí mi mano para ayudarle ignorando su renuencia.—Anda, ven, te voy a ayudar, no seas necia, Montenegro.Regina aceptó mi mano, le ayudé a levantarse, la acerqué con cuidado al lavamanos, ella se inclinó para enjuagarse la boca, mi mano se quedó en su cintura, se lavó la cara, quedando sin maquillaje.Habí