36. Un golpe de dolor

Sofía Martínez:

Mientras subía en el ascensor hacia la unidad de cuidados intensivos, una sensación de inquietud se apoderó de mí, como un presagio que no supe cómo interpretar. Mi corazón comenzó a latir desbocado, y un nudo en el estómago me hizo sentir la pesadez de la angustia. Era un tiempo tan limitado el que me permitían ver a Diego, mi prometido, aunque agradecía a Dios poder acceder a la unidad por ser doctora, ese consuelo no bastaba para calmar la ansiedad que sentía en cada fibra de mi ser. Algo no estaba bien, lo percibía en el aire.

Cuando el ascensor se detuvo, allí estaban los médicos que lo atendían, todos con sus rostros serios, evitando cualquier contacto visual, sumidos en una atmósfera de silencio pesado. El mal presentimiento que me recorría se hizo más fuerte, y con pasos temblorosos me acerqué, tratando de disimular el terror que me invadía. De alguna forma, sabía que algo no iba bien, y aunque mi razón intentaba negarlo, el miedo comenzó a tomar control.

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