AMÉRICAEn cuanto nos dicen que estamos en medio de una tormenta, siento que un escalofrío recorre mi espina dorsal, es decir, quiero tener a Madeline cerca de mí, pero esto, al momento de que comienza a moverse, me da un ataque de pánico. —Tengo miedo —le repito a Bryce. Tomando su brazo al tiempo que él me lleva hacia uno de los asientos traseros, donde no estamos a la vista de nadie, no me dice nada, levanto la mirada y observo que la suya está en algún punto fijo de la ventana, giro, con la intención de ver lo que a él le llama la atención, sin embargo, la cierra y me coloca el cinturón de seguridad como si fuera una niña pequeña. —No —le doy un manotazo ligero, con manos temblorosas. Frunce el ceño. —América —dice mi nombre en tono de sentencia. —No lo hagas, no me gusta —balbuceo sin sentido alguno. —Nada va a pasar —me asegura, y quisiera creerle, ya que él se ve tan tranquilo, tan… sereno, como si nada de esto estuviese pasando. —No puedes saberlo —replico.Levanta mi
BRYCEEn cuanto veo a América a punto de caer al suelo, corro en su dirección y logro sostenerla a tiempo, maldiciendo, la llevo hasta la cama, le hablo, trato de que reaccione, pero no me responde. Llamo a uno de los doctores de confianza que tengo en Texas, y espero paciente, le quito las flats, reviso su pulso, tengo la localización de Alene. Gracias a Rupert y a los investigadores, los hackers que contrató ese hijo de puta, fueron un punto clave en esta situación, por lo que le debo una. Observo con detenimiento a mi mujer, porque sea como hayan comenzado las cosas, es mía, mi esposa, la madre de mi hija, y eso es algo que nunca voy a poder borrar de mi mente. Vuelvo a revisar la hora que marca mi reloj de mano, quiero que el aire se colapse, comienzo a tener pensamientos nada buenos con respecto a Alene, si daña lo que es mío, juro que de esta no se salva. Al poco rato llega el doctor, quien pasa y bajo mi escrutinio revisa a América. Le toma un par de muestras de sangre, rev
AMÉRICAPoco a poco me remuevo inquieta, el cuerpo lo siento pesado, como si me hubiera caído un gran peso encima, abro los ojos y lo primero que diviso es el techo blanco, frunzo el ceño, la cabeza me dispara pequeñas punzadas de dolor y como puedo me incorporo. Observo el lugar, es el cuarto de hotel al que llegamos. —Maldición —susurro para mí misma. Recuerdo todo, lo sucedido en el avión, estoy en Texas, miro por todos lados tratando de encontrar a Bryce, no está, hago un nuevo intento por levantarme hasta que veo una nota al lado de la cama, la agarro, desdoblo y comienzo a leer. "América, fui a rescatar a nuestra hija, la traeré de vuelta" «No, no»Mi corazón palpita con desesperación, busco mi móvil, se lo ha llevado, agarro el teléfono del hotel y marco el número de Debby, quien me responde al instante. —América… —Rupert —la interrumpo—. ¿Está Rupert contigo? —Sí, ahora mismo te lo paso —se apresura a decir sin cuestionar o esperar una explicación. —América —dice una
BRYCEVeo la mirada de América y sé que algo anda mal, es fuerte, pero ver a su padre y hermana de nuevo, en esta situación, hace las cosas más difíciles de lo que imaginé, se supone que la policía no debería tardar tanto en llegar, Rupert los mandó, a menos, que el padre de América haya planeado algo para que eso no sucediera. Intento hacer contacto visual con ella, cualquier cosa para que esté tranquila y no entre en pánico, pero sus ojos están clavados en mi herida, una que no ha dejado de sangrar, el cuerpo me duele, la cabeza me estalla, hay ratos en los que quedo inconsciente, necesito un médico, pero más importante, necesito sacar a Madeline y a su madre de aquí. —La verdad —ríe Anelis—. Dejaré que papá maneje las cosas desde este punto, tal vez sea bueno que te enteres de lo que realmente sucedió. —¿Qué quieres decir? —pregunta ella, mirando de hito en hito a los dos. Su padre; Oliver Sullivan, le indica con la pistola que retroceda a tal punto de pararse frente a mí. —M
AMÉRICADecisiones, toda mi vida las he tomado a la fuerza, desde que tuve sentido de conciencia, Alene era la que las tomaba al principio por mí, ahora entiendo que es ella quien me empujaba a hacerlo, nadie más, y ahora estoy aquí, viendo mi firma al lado de la de Bryce, los documentos del divorcio están concluidos, oficialmente estamos divorciados. Es lo mejor, si de este modo puedo mantenerlos lejos de lo que me importa, lo haré. No importa qué, respiro hondo, volteo para enfrentar la cruda mirada de Bryce, y no me equivoco, una cosa es segura; él me odia. —Bien hecho, hija —dice mi padre. No le perdono la mentira, y aún me cuesta trabajo procesar sus palabras, en especial cuando todo el tiempo nos hizo odiar a Bryce y a su padre, cuando él mismo fue quien provocó la muerte de mamá. —Para que veas cuan bondadosa soy, les daremos tiempo para despedirse para siempre —mi hermana me lanza una mortífera mirada—. No tardes, América, hay cosas que hacer. Trago grueso, nada más teme
BRYCELa sangre aún me hierve, no puedo pensar bien, no cuando Madeline no deja de llorar, no cuando me han hecho una herida en el cuerpo que no se puede borrar, una qué sin duda, hace que el corazón se me salga del jodido pecho. América no solo se atrevió a firmar el divorcio, sino, que me ha dejado solo con nuestra hija, si piensa que puede escapar de mí, está equivocada. Madeline no deja de llorar, Rupert no atiende el maldito celular, la idea de llamar a la policía hace que me mueva rápido en busca del teléfono, pero justo cuando estoy por tomarlo, mi móvil suena. Se trata del Hospital, por lo que no dudo en responder. —Diga.—¿Señor Henderson? Le llamamos del hospital para informarle que ya tenemos los resultados de los análisis de sangre de su esposa, por si gusta pasar por ellos, de cualquier modo, también le hemos enviado un correo con el documento sellado —me informa la voz femenina al otro lado de la línea. —Gracias.—Que tenga un excelente día. Colgamos, veo la notifi
BRYCELa sangre se me pudre, Rupert maneja lo más rápido posible, el tráfico no ayuda, pero sus hombres nos informaron que la zona del desastre está hecha un caos, al parecer una de las vías estaba dañada, lo que ocasionó que este, al cruzar el puente, no soportara el peso y colapsara. El vagón que cayó primero explotó debido a la carga de petróleo que llevaba, es un alivio saber que Oliver y Alene están muertos, pero pensar en que América se encuentra grave en el hospital, y que está embarazada, me pone mal. —Ella va a estar bien —me dice Debby. Quien voltea a verme, de soslayo, observo como Rupert frunce el ceño hacia su dirección. —Claro —me agarro el puente de la nariz. —Ella es fuerte. —Lo es. Debby coloca su mano sobre la mía, la cual descansaba sobre mi rodilla y me da un ligero apretón de solidaridad, levanto la mirada, pero no para verla a ella, sino, a Rupert, quien tensa gira el volante a propósito, haciendo que el movimiento brusco haga que ella se mueva a su lado,
AMÉRICAMis ojos se quedan clavados en un par de esmeraldas brillantes, el hombre que permanece muy cerca de mi rostro, hace que la piel se me erice, tengo la sensación de que lo conozco, pero… al mismo tiempo me da miedo. —¿Quién eres tú? —repito.Siento la garganta algo ronca, me duele al momento de hablar, no sé dónde estoy, intento incorporarme, no puedo hacerlo, me veo conectada a un montón de máquinas y entro en pánico. —¿Qué hago aquí? —me altero—. ¿Qué es todo esto? Mi corazón late con demasiado frenesí, tanto, que es imposible no hiperventilar. El hombre de ojos verdes sale corriendo de la habitación y le grita a una enfermera, le observo, parece preocupado, actúa como si de verdad le importara. —¿Qué sucede? —insisto.Pero no me escucha, solo se aparta cuando un doctor se acerca y camina a paso veloz hacia mí. —Doctor… Mi voz tiende de un hilo, y quisiera decirle más, pero al parecer mis cuerdas vocales no sirven de mucho para cuando comienza a inspeccionar mi cuerpo.