38 Demasiado cerca

Cuando se levantó, estaba entumida de frío, se dio una ducha caliente y se abrigó lo mejor que pudo, se asomó por la ventana, el paisaje estaba más blanco que nunca, y fue cuando lo vio. Él estaba ahí, justo en el lugar en donde se terminaba el claro y comenzaba la hilera de pinos centenarios del bosque.

El lobo, su lobo, su salvador, esos grandes y expresivos ojos ambarinos con destellos dorados. Su pelaje plateado tenía rastros de nieve y estaba de pie junto a un árbol, bajo las ramas, en la sombra, esperando…

Helena se pegó al vidrio de la ventana y los recuerdos de aquella noche golpearon con fuerza su mente. Vasil inclinó la cabeza como haciendo una pequeña caravana y trató de mirar con los ojos de Helena, buscó la conexión entre ellos, como la que tuvieron él y Freya, que era tan natural como respirar, aún más fácil y natural

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