44 Comienza la subasta

Helena inspiró hondo cuando el hombre comenzó a hablar por el micrófono, le pidió a cada una que diera una vuelta para mostrar, en parte, sus atributos. Ella no pudo dejar de pensar que en toda su fisionomía había dos cosas que llamarían mucho la atención, sus pechos y su melena de fuego imposible de disimular o domar.

En efecto, un buen grupo de pares de ojos se centraron en sus dos poderosas razones, pero no era del todo por su voluptuosidad, que no era para nada desdeñable, sino por el colgante que descansaba sobre sus pechos, con forma de ave con las alas abiertas e incrustaciones de piedras semi preciosas.

— ¿Estás viendo lo que yo? — Armin se había puesto las gafas para ver mejor — Trae puesto el colgante esta noche.

— Te dije que lo traería, por lo que entiendo, es un obsequio de su bisabuela.

— ¿De su bisabuela dices? Mmm

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