Pov Leina Me acurruqué contra el fuego, escuchando de nuevo aquellos espantosos chillidos, pero esta vez sonaban más lejanos. Quería pensar en algo que me distrajera del pequeño dolor que sentía en mi corazón; sin embargo, tenía la mente más en blanco que otra cosa. Solo me concentré en el fuego, que esparcía diminutas bolitas resplandecientes que luego se apagaban en el aire. El sonido de las ramitas crujiendo dentro de él me mantenía despierta. —Deberías comer algo; no has tocado nada de comida desde la mañana. Lo ignoré por completo y solo seguí allí, mirando lo más interesante del mundo, y ese no era él. Su suspiro invadió el pequeño espacio. Una casita vieja en medio de la nada, no tenía nada adentro, pero agradecía a quien quiera que la haya hecho para brindar algo de seguridad. Cerré los ojos cuando su presencia me envolvió, sus brazos arrastrando mi cuerpo al de él. —Déjame, es mejor si sigues pretendiendo que no existo. —No es así, amor —y hasta tiene el descaro de r
Pov Leina Cuando mis pies tocaron esa plataforma, todo el templo se iluminó. En lo alto, apareció una esfera blanca para iluminar la fuente debajo. Llegué a ella, tomando con mis manos un poco de agua y llevándola a mis labios. Su sabor estaba entre lo dulce y lo simple. No sentí nada extraño, ningún cambio, nada. Me sentí decepcionada y fue cuando supe que había vuelto de aquel trance. Levanté la mirada y ya no estaba sola; tampoco estaba en el mismo lugar de antes. Todo el bosque había sido reemplazado por un extenso mar que parecía no tener fin. —Hola, Leina, me alegra volver a verte. Al pie de las seis mujeres que también me observaban está la hija de la Luna; su sonrisa irradiaba felicidad y algo más que aún no logré descifrar. —Tienes preguntas, lo sé, pero yo solo tengo una: ¿Estás segura de que quieres conocer la verdad de nosotras? —¿Qué pasa si mi respuesta es sí?—pregunté, observando a todas con cautela. Sus vestiduras parecían trasparentarse en sus piernas
Pov Leina Mis lágrimas estaban allí, sin dejar de fluir. Ella solo me sonrió y tomó una pequeña botella escondida debajo de la cama, pasándola de un solo trago. Su cuerpo cayó hacia atrás, sus venas volviéndose azules y la sangre saliendo desde sus orejas, nariz y boca. —Por favor, no, debes parar —supliqué, cayendo de rodillas sin poderlo evitar más. Quería apartar la mirada, pero, al igual que mis pies, no podía. —Lo siento, Leina, de verdad. Regresé de nuevo al punto de inicio. Esta vez me limpié las lágrimas y me puse de pie. Tenía que ser fuerte; yo misma acepté esto. «Somos fuertes, Leina, y ahora lo seremos aún más por todas ellas». La misma historia se repetía, con la diferencia de que ella ya sabía qué hacer. Los recuerdos de sus antepasadas pasaban por su mente, guiándola por un camino más seguro. Aunque al final ella tomó la decisión de morir antes de ser atrapada. Se paró en lo alto de un risco, respirando profundo y luego se lanzó, sin mirar atrás, donde los aulli
Pov Leina No entendía dónde estaba, qué era este lugar; parecía la casa de una de esas curanderas que viven a mitad de la nada. Escucho voces acercarse, la de dos mujeres y un hombre. La puerta se abre y entra primero la curandera y más atrás… —¿Mamá…? Di un paso adelante sonriendo; esta es la primera vez que la conozco más allá de las pinturas. Las lágrimas se acumulan en mis ojos, amenazando con caer. Ella se sienta al frente de la curandera, que comienza a examinarla. Mi padre está justo detrás, acariciando sus hombros para darle tranquilidad. —¿Y bien? Por favor, dígame qué es— un toque de preocupación tiñe su voz; mi padre también se ve ansioso. —No tengo buenas noticias; su vientre es demasiado débil para concebir y, aunque lo hiciera, hay dos probabilidades: —Una posibilidad es que el cachorro no soporte más de cuatro meses, y lo segundo es que tanto usted como el cachorro podrían no sobrevivir al parto. Mi madre se veía abatida, como si le hubiesen quitado la vida con
Pov Leina Sus brazos me rodearon para calmarme; yo solo puedo llorar sin parar. Quería a Bastian conmigo, quería que fueran sus brazos y no los de ella. —Pronto estarás de regreso con él, no te preocupes. Perdona si te he decepcionado; después de todo, soy tu hermana mayor. Su risa se sintió como algo reconfortante que se vertía en mi corazón. Me calmé; trataba por todos los medios de mantener la mente abierta. Ahora entiendo mi cambio por completo en aquella sede; todas las señales estaban ahí y yo simplemente las ignoré. —Todo está bien, ahora continuemos. Prometo que lo próximo que verás te va a gustar. Ella se aleja emocionada y vuelve a agitar su mano. Allí estaba mi padre, feliz, acariciando el vientre abultadito donde estaba yo. Su felicidad me sacaba una enorme sonrisa que no pude evitar contener. Me sequé las lágrimas mirando la escena; de esa misma forma, mi padre siempre me trató, con ese mismo amor. Realmente lo amo, demasiado. Él se retiró para ir a buscar algo
Pov Bastian Tampoco es fácil dejar pistas falsas a las últimas cuatro razas que quedan. Mantenerla alejada de todos es mi prioridad hasta que logre tomar el control del Reino por completo. Una vez que la presente como Reina, dejarán de perseguirla, a menos que quieran ir a la guerra contra nosotros, y por mucho van a perder. —¿Por qué ella?— decidí preguntar. —¿Por qué, de todas, me entregaste a tu hija?— indagué, algo pensativo. Conozco a la Diosa y sé que a veces suele ser tramposa. Todo tiene un precio para ella. —Porque mereces más de lo que no crees merecer, Bastian. Ella fue creada solo para ti, así que ten cuidado, porque es un tesoro muy valioso el que te entregué. A menos que no la quieras. Sentí a Thorin agitarse de rabia; yo mismo sentí aquel fuego capaz de aniquilar todo por esas simples palabras. Thorin avanzaba al frente, abriéndose paso entre todas las restricciones. Mis garras se alargaron y mis brazos comenzaron a llenarse de pelaje negro. —Ella es mía,
Pov Leina No podía quedarme aquí y esperar a que Bastian hiciera todo el trabajo por mí. La estrecha cueva en la que me encontraba estaba completamente a oscuras. Allá afuera parecía librarse una batalla feroz entre dos bestias. Cada rugido y aullido, mezclado con el de esa cosa, me hacían querer correr hasta allá. Ahora que sabía quién era, entendía más el peso que recaía sobre mí. No era una simple loba elegida; era la maldit4 hija de la mismísima Diosa. Podrían llamarme terca, testaruda y loca, todo lo que quieran, pero no era una cobarde. No iba a quedarme aquí como toda una princesa a esperar a mi caballero de reluciente armadura. Sabía pelear; estuve practicando durante bastante tiempo. Con ese pensamiento, me fui arrastrando hacia la salida que estaba sellada. Traté de empujar la piedra con fuerza para que se moviera, y lo hizo, pero no como yo quería. Con el corazón casi en la boca, retrocedí al ver varias garras querer entrar. Allí estaban de nuevo esos horribles chi
Pov Leina No era fácil para nada alejarse mientras la pelea me caía constantemente encima. Mi vestido estaba hecho jirones por arrastrarme tratando de esquivar a las dos enormes bestias que luchaban a muerte. —Ahhh…— grité cuando vi pasar aquellas garras oscuras a centímetros de mi cuerpo, y no eran las del Lycan precisamente. No sé si estaba alucinando o si estaba perdiendo la cabeza, pero juraría que el Lycan trataba de alejarlo de mí. Aunque la respuesta a eso era obvia: él me quería atrapar primero. Logré deslizarme hasta la zona despejada de las casitas, me levanté y corrí con las fuerzas que tenía en ese momento. Más atrás, el poderoso desastre de los cuerpos chocando contra las casas, persiguiéndome. Allí estaba el pantano; sombras pasaban sobre mi cabeza, y la luz de la luna era interrumpida por unos grandes murciélagos que ahora reconozco: son los del inmenso bosque. Dejé el control a Ava; por mucho, era más rápida y no había alternativa. Cuando sus patas tocaron la