Pov Bastian Regresé al baño para darme una ducha rápido y luego llené un cubo de agua y tomé una toalla limpia. Entré a la habitación donde mi compañera aún dormía plácidamente sobre la enorme cama. Agarré la toalla y saqué el exceso de agua para luego pasarla por su cuerpo, cuidando de no despertarla. La marca de mis dientes aún se veía en sus pechos y cuello; sus labios hinchados y rojos parecían una tentación suculenta que me pedía a gritos que los volviera a chupar. Diosa, quería hacerle el amor a esta mujer de tantas formas, corromperla tan mal que no estaba seguro de si ella soportaría la intensidad con la que quiero follármela. «Te aseguro que si quiere, espero que algún día me deje montarla». Sonreí al ver que al menos Thorin se había animado un poco; aún seguía abatido por lo de hace rato, pero estoy seguro de que buscaremos una solución. Solo que esa no iba a llegar de la forma como pensábamos, sino en el peor de los escenarios. Limpié por último y con mucho cuidado
Pov Bastian Escucho la voz lejana de Deiros sobre algunos reportes que requieren mi atención. Parece que a Guillermo no le sentó nada bien encontrar la manada de su "amigo" vuelta nada y sin la loba lunar. Pobre infeliz, si supiera que ella está en mi cama ahora, durmiendo muy gustosa la desgraciada, después de tenerme toda la noche como su esclavo sexual. «¿Toda la noche? Creo que más bien los últimos días. Su próximo celo será mío y no me lo vas a negar». —¿Me estás escuchando, Bastian? Solo moví la cabeza sin decir nada; me masajeaba las sienes por el cansancio y el sueño que me estaban llevando al colapso. Esa mujer iba a ser mi perdición en todos los sentidos. Aunque no me quejo, ya de tan solo recordar todas las posiciones en las que la puse anoche se me vuelve a formar una gran carpa entre mis pantalones. —Bastian, deberías ir a dormir un poco. —Estoy bien, solo estoy pensando en el viaje que debo hacer con Leina. Ya las cosas están listas y no estoy seguro de a qué me
Pov Leina Las hojas secas se levantan en fuertes remolinos, golpeando entre los inmensos árboles. Me aferro a la ancha espalda de Bastian, solo escuchando las risas horribles y los gritos agudos y chillones. Mi pecho sube y baja rápido; trato de no dejar que el miedo me domine, pero es casi inevitable. Solo me aferro a mi compañero, que permanece alerta, como un escudo protector rodeándome. Ya no sé qué me da más miedo: la brisa que trae esos sonidos horribles o la calma con la que Bastian me protege. Bajo la mirada a la piedra de la sacerdotisa que até a la daga que me dio mi padre; brilla con intensidad, desprendiendo una energía que nunca había sentido. De pronto, todo lo que hace un momento parecía una pesadilla de terror se calma; el silencio reina de nuevo en medio de toda la quietud del bosque. —Vamos, mi Luna, debemos avanzar. No podemos dejar que nos agarre la noche en medio de la nada. Este bosque es tranquilo durante el día, pero no por las noches. Me toma de la man
Pov Leina Desperté de golpe, respirando con pesadez; mi pecho se contraía con cada exhalación y de nuevo mi piel ardía. Un tacto frío y reconfortante en mi cintura me calmó por completo todo el malestar. —Leina… —No sé quién es él, pero me quiere atrapar, Bastian. Por favor, no dejes que llegue a mí. Estoy harta, cansada de ser perseguida. Todos mis muros comenzaron a derribarse frente a él; ya no podía soportar todo lo que me estaba pasando, me estaba ahogando. —No quiero ser la loba lunar, no quiero ser esto. Solo quería una vida tranquila, pero en cambio tuve que ver cómo la sangre era derramada bajo mis pies; yo misma la saqué de todos aquellos que intentaron alcanzarme. Me aferré con fuerza a sus brazos, que no dudaron en rodearme mientras me desahogaba, contando todo lo que viví desde aquel estúpido baile hasta que llegué a él. Me arrepiento tanto de haber querido rechazarlo; fue lo más estúpido y cobarde que pude haber hecho. —No te vayas de mi lado, por favor
Pov Leina Me acurruqué contra el fuego, escuchando de nuevo aquellos espantosos chillidos, pero esta vez sonaban más lejanos. Quería pensar en algo que me distrajera del pequeño dolor que sentía en mi corazón; sin embargo, tenía la mente más en blanco que otra cosa. Solo me concentré en el fuego, que esparcía diminutas bolitas resplandecientes que luego se apagaban en el aire. El sonido de las ramitas crujiendo dentro de él me mantenía despierta. —Deberías comer algo; no has tocado nada de comida desde la mañana. Lo ignoré por completo y solo seguí allí, mirando lo más interesante del mundo, y ese no era él. Su suspiro invadió el pequeño espacio. Una casita vieja en medio de la nada, no tenía nada adentro, pero agradecía a quien quiera que la haya hecho para brindar algo de seguridad. Cerré los ojos cuando su presencia me envolvió, sus brazos arrastrando mi cuerpo al de él. —Déjame, es mejor si sigues pretendiendo que no existo. —No es así, amor —y hasta tiene el descaro de r
Pov Leina Cuando mis pies tocaron esa plataforma, todo el templo se iluminó. En lo alto, apareció una esfera blanca para iluminar la fuente debajo. Llegué a ella, tomando con mis manos un poco de agua y llevándola a mis labios. Su sabor estaba entre lo dulce y lo simple. No sentí nada extraño, ningún cambio, nada. Me sentí decepcionada y fue cuando supe que había vuelto de aquel trance. Levanté la mirada y ya no estaba sola; tampoco estaba en el mismo lugar de antes. Todo el bosque había sido reemplazado por un extenso mar que parecía no tener fin. —Hola, Leina, me alegra volver a verte. Al pie de las seis mujeres que también me observaban está la hija de la Luna; su sonrisa irradiaba felicidad y algo más que aún no logré descifrar. —Tienes preguntas, lo sé, pero yo solo tengo una: ¿Estás segura de que quieres conocer la verdad de nosotras? —¿Qué pasa si mi respuesta es sí?—pregunté, observando a todas con cautela. Sus vestiduras parecían trasparentarse en sus piernas
Pov Leina Mis lágrimas estaban allí, sin dejar de fluir. Ella solo me sonrió y tomó una pequeña botella escondida debajo de la cama, pasándola de un solo trago. Su cuerpo cayó hacia atrás, sus venas volviéndose azules y la sangre saliendo desde sus orejas, nariz y boca. —Por favor, no, debes parar —supliqué, cayendo de rodillas sin poderlo evitar más. Quería apartar la mirada, pero, al igual que mis pies, no podía. —Lo siento, Leina, de verdad. Regresé de nuevo al punto de inicio. Esta vez me limpié las lágrimas y me puse de pie. Tenía que ser fuerte; yo misma acepté esto. «Somos fuertes, Leina, y ahora lo seremos aún más por todas ellas». La misma historia se repetía, con la diferencia de que ella ya sabía qué hacer. Los recuerdos de sus antepasadas pasaban por su mente, guiándola por un camino más seguro. Aunque al final ella tomó la decisión de morir antes de ser atrapada. Se paró en lo alto de un risco, respirando profundo y luego se lanzó, sin mirar atrás, donde los aulli
Pov Leina No entendía dónde estaba, qué era este lugar; parecía la casa de una de esas curanderas que viven a mitad de la nada. Escucho voces acercarse, la de dos mujeres y un hombre. La puerta se abre y entra primero la curandera y más atrás… —¿Mamá…? Di un paso adelante sonriendo; esta es la primera vez que la conozco más allá de las pinturas. Las lágrimas se acumulan en mis ojos, amenazando con caer. Ella se sienta al frente de la curandera, que comienza a examinarla. Mi padre está justo detrás, acariciando sus hombros para darle tranquilidad. —¿Y bien? Por favor, dígame qué es— un toque de preocupación tiñe su voz; mi padre también se ve ansioso. —No tengo buenas noticias; su vientre es demasiado débil para concebir y, aunque lo hiciera, hay dos probabilidades: —Una posibilidad es que el cachorro no soporte más de cuatro meses, y lo segundo es que tanto usted como el cachorro podrían no sobrevivir al parto. Mi madre se veía abatida, como si le hubiesen quitado la vida con