Pov Mara Estuve dando vueltas en el mismo lugar, tratando de ver o encontrar a las demás, a quien sea. Xantea desapareció de un momento a otro, tan irreal que, si no hubiese visto tanta magia en la guerra contra Amre, estaría temblando de miedo. Oigo gruñidos, pasos, esas cosas correteando, así que, por mi propia cuenta, intentaré salir de aquí. Corro hacia algún lado sin saber exactamente dónde estoy; no sé si corro hacia atrás o hacia adelante para internarme más en este espeso bosque. Todo lo que sé es que saldré sí o sí. Me detengo por un momento al escuchar algo cerca; aprieto con fuerza la espada en mi mano, el miedo calando mis huesos por esa presencia que me acecha. De pronto, sale uno de los felinos de la niebla, logrando clavar sus garras en mi muslo. Caigo al suelo con él encima, desgarrando mi piel y clavando profundo sus garras en mi abdomen. Forcejeo con mis propias manos; la espada salió de mis manos en el momento en que aquel animal se estrelló contra mí. Trato
Pov Ethan No sabía lo que había pasado, pero algo claramente no estaba bien. Corrí desesperado; el peso de la decisión de haberla alejado de mí caía como una montaña pesada. Dejé de sentirla; hace mucho dejé de sentirla, y el miedo de perderla me abruma hasta un punto asfixiante. A mi lado va Kian; puedo ver por el rabillo del ojo que está tan tenso como yo. Sus nudillos están blancos de tanto apretar las correas de cuero que guían a su escorpión. Nos detenemos frente a una niebla extraña; parece un muro alto que se retiene como por una pared invisible. Anouk está desesperado por entrar, gruñendo bajo, tratando de calmar la respiración y el dolor de sus músculos por haber peleado con muchas de esas cosas y luego correr hacia aquí. —Ethan— la seriedad de Kian no me gusta; es como si fuera a decir algo malo—. Una vez que entremos, ya no hay vuelta atrás. No estoy seguro de cómo afecte tu mente, pero recuerda: nada allí adentro es real. Se metió en ella sin esperar, dejándome allí
Pov MaraSiento algo cálido cubriendo mi cuerpo, una manta delicada que acaricia la piel de mis brazos como el suave roce de una pluma.Abro los ojos lentamente, mirando el techo blanco con un bonito candelabro de cristal colgando de él.Me incorporo un poco, mirando toda la habitación; es grande, tres veces más que mi propia habitación.A mi lado derecho hay una mesa con dos sillas; una enorme cortina cubre toda la pared y supongo que detrás de ella hay un enorme ventanal.Recorro con la mirada lo demás: muebles de madera exquisitos, el suelo recubierto con piel de color negro y tres puertas al final con intrincados de oro.Miro también la enorme cama donde estoy, tomo una de las almohadas para olerla sintiendo un leve cosquilleo en mi nariz.¿Así es estar en el más allá? Si hubiese sabido que era tan cómodo y lujoso como el palacio de Bastian, hubiese dejado que una de esas cosas me matara sin tanto luchar.Aparte la sábana para verme con un vestido de color melocotón; al tacto, es
Pov Mara Cerré los ojos por unos segundos, tratando de calmarme, pero lo cierto es que tengo un mar de emociones a punto de crear una tempestad. Sus palabras aún rondan mi cabeza, rebotando en ella con fuerza. Soy su compañera y lo peor de todo es que no puedo decir si es verdad o no. Podría estar mintiéndome, pero ¿con qué propósito? No soy tan especial para que me mientan de esa forma; no soy bonita ni mucho menos femenina. Los recuerdos de mi vida me tienen al borde de un colapso mental, donde era tratada como un hombre más que como una mujer. Mi vida con Deiros también fue un desastre. Diosa, no sirvo para esto y él no será la excepción; se aburrirá de mí con el tiempo y luego encontrará a alguien más. ¿Acaso esto es lo que sentía Juliette todo ese tiempo? Abrí los ojos, respirando por la boca. Me ahogo, siento que no puedo respirar, necesito alejarme de él; esto no puede pasar, no puede. Me di la vuelta para verlo aún allí parado, con sus ojos en mí, la taza de esa
Pov Mara Me levanté de la cama después de un tiempo, tratando de alejar de mis pensamientos lo que había pasado más temprano. Me acerqué a la puerta de afuera, esperando que no estuviera con seguro. Tomé la perilla y la giré, dándome cuenta de que al menos no era exactamente una prisionera. La abrí por completo, mirando el largo pasillo con ventanales enormes a cada lado. Me aventuré hacia el exterior, dejando que la vista se perdiera en aquel paisaje con algunas nubes rodeándonos. ¿Qué tan alto estábamos? Llegué a una escalera enorme con grandes pilares blancos a cada lado, adornada por enredaderas que se extienden hasta el techo de madera. Bajé con algo de miedo porque, de cada lado, todo lo que se ve es vacío. La suave brisa que silba en mis oídos es todo lo que me acompaña. Llegué al final de la escalera, entrando por fin a lo que parece una estructura más sólida, con candelabros en las paredes y velas recién cambiadas iluminando por donde voy. La alfombra bajo mis pies es
Pov Leina —No, no quiero a esas lagartijas que escupen fuego en mis tierras; deben irse a otro lado. Que los reciban los ponzoñosos; aquí no se van a quedar. Las miradas de las familias son desoladoras; muchas madres abrazan a sus hijos, esperando tener una oportunidad que Bastian les está negando irremediablemente. Todo nuestro ejército está rodeando a los dragones más allá de nuestras murallas; no pueden entrar a las tierras de los Lycan, lo que tiene tensos a todos sus jinetes. —Bastian, amor— me acerqué a él para mediar por ellos. —Ven conmigo un momento. Mantiene su mirada fija en el hombre llamado Frederick, casi como si quisiera clavarle las garras con sus ojos. —Por favor. Suspira, poniendo ahora toda su atención en mí; sus ojos, antes duros, se vuelven suaves, pero en el fondo de esos hermosos ojos está la ira contenida. Me alejo con él unos pasos, tomando sus manos para que me mire con cada palabra. —Entiendo, Bastian, que estás molesto, que no quieres aceptarlo por
Pov Mara Ninguna de nosotras podía transformarse; Xantea tampoco podía invocar ningún hechizo. Estamos a merced de algo desconocido que se acerca rápido mientras nosotras corremos entre el bosque. Algo se mueve sobre nosotras entre los picos altos de los árboles. No puedo decir exactamente qué es porque ni siquiera puedo verlo. Nos detenemos al ver la niebla de nuevo alzarse, casi quitándonos el aliento por miedo a lo que pueda pasar dentro de ella. —No, no, yo no quiero entrar de nuevo ahí, no quiero, no quiero. Juliette cae al suelo de rodillas en un estado total de pánico, abrazándose a sí misma dejando caer sus lágrimas. —Ahí vienen. Alzo la mirada, esperando, escuchando cómo el golpeteo de la madera se enmudece de un momento a otro. Lo único que ahora se escucha son nuestras respiraciones agitadas y el constante latido de nuestros corazones. Una figura emerge de un tronco grueso y rasposo, caído a un costado. Sus patas delanteras terminan en manos como las nuestras; sus p
Pov Mara Miré a mi alrededor, sintiendo el peso de las decisiones equivocadas. Nada de esto hubiera pasado si me hubiese quedado. ¿En qué estaba pensando cuando permití que saliéramos de allá? Una vez más, traté de abrirme paso hacia Keira. No podía dejar que le pasara nada; no me lo perdonaría. Algo se clavó en mi brazo, rasgando mi piel y, aun así, seguí avanzando. La tenían; iban a acabar con ella. Solo un movimiento y eso era todo. Logré llegar, clavando la espada en el primero, dándole la ventaja a Juliette de acercarse. Ahora estábamos las tres rodeadas, con nuestras espadas apuntando a cada cosa a nuestro alrededor. Iban a atacarnos, lo sentía; sin embargo… Un rugido se elevó por encima de todo, unos pesados pasos resonando en nuestros oídos, su imponente presencia apareciendo de repente. Su pelaje platinado apareció frente a nosotras, sus garras incrustándose en los enemigos, abriéndolos a la mitad sin ningún esfuerzo. Los otros retrocedieron mientras el poderoso Lycan