Ignazio estaba revisando las historias de sus pacientes cuando su celular empezó a sonar. Era pasada la media noche y apenas se había acomodado para revisar la historia del paciente que había atendido minutos atrás. Estaba acostumbrado a recibir a llamadas a esas horas, en especial cuando algún paciente se complicaba, pero cuando miró la pantalla de su celular no leyó el nombre alguna de las enfermeras. Era Luciana quien le estaba llamando. Se preocupó al pensar que algo podía haberle pasado para que lo llamara a esas horas y contestó de inmediato. —Hola, mariposa. ¿Qué sucede? —preguntó tratando de no dejarse llevar por el pánico. En la mayoría de caos podía mantener sus emociones bajo raya, pero cuando se trataba de Luciana le costaba más esfuerzo. Durante un instante lo único que escuchó fue su respiración y eso no lo ayudó a tranquilizarse. —¿Preciosa? —insistió. —¿Ignazio? —preguntó Luciana confundida. —Sí, hermosa. ¿Está todo bien? —Sí. No. ¿Por qué todo da vueltas? —refu
Luciana tardó un instante en darse cuenta que no estaba teniendo un sueño. Ignazio en realidad estaba en su habitación, aunque no lo había escuchado entrar. Entrecerró los ojos, la luz del día hacía que su dolor de cabeza se sintiera peor. Era como si alguien le estuviera taladrando la cabeza y solo quería que se detuviera. —Buenos días, preciosa. —La voz de Ignazio sonaba ronca y más profunda de lo normal. Él se hizo hacia atrás y se aclaró la garganta. —¿Qué haces aquí? —preguntó dándose la vuelta. Lo menos que había esperado es que él la viera en aquel estado. Seguro se veía hecha un desastre. Ignazio desvió la mirada hacia abajo y luego se giró de espaldas a ella. Frunció el ceño sin entender a que se debía su actitud. Abrió los ojos y sus mejillas se calentaron. Estaba desnuda e Ignazio se había ganado un buen vistazo. —Maldición —musitó y agarró con prisa la sábana para cubrirse. ¿Dónde estaba la camisola de su pijama? En cuanto intentó recordar la noche anterior el
Ignazio siguió a Luciana al interior de la casa después de que vieron partir el último auto. Ahora que su hermana y el resto se habían marchado, la casa estaba en silencio. Amaba a su familia, pero no iba a negar que estaba demasiado deseoso de quedarse a solas con Luciana. Tenían cosas de las que hablar. —¿Cómo está tu cabeza? —preguntó Ignazio. Trataba de romper el silencio, pero también estaba preocupado por ella. —Mejor, gracias por las pastillas que me dejaste. —Un rubor se extendió por el rostro de Luciana apenas terminó de hablar. Se preguntó si ella estaba pensando en lo que había pasado en su habitación. Era lo único en lo que él podía pensar. Había pasado el desayuno distraído recordando una y otra vez lo mismo. Ella recostada en la cama como una ninfa del bosque, apenas cubierta. Si cerraba los ojos todavía podía verlo con claridad. Desvió el rumbo de sus pensamientos de lo contrario iba a necesitar otra ducha helada. —¿En serio llamé? —preguntó Luciana devolviéndo
Luciana tenía los ojos cerrados y el rostro oculto en el cuello de Ignazio. Su cuerpo había entrado en un estado de relajación placentero. No habría podido moverse incluso si habría querido hacerlo, pero no quería. Se sentía bien justo donde estaba. No había lugar que la hiciera sentir mejor que cuando estaba rodeada de los brazos de Ignazio.Sabía que había muchas razones por las que aquello era un error; sin embargo, no podía pensar en una sola en ese momento. Sus neuronas estaban adormecidas por las corrientes de placer que aun recorrían su cuerpo y sus preocupaciones habían sido silenciadas. Era seguro que volverían a aparecer más tarde, pero se preocuparía de ello más tarde. Por el momento solo quería disfrutar de lo bien que se sentía.Presionó sus labios contra el cuello de Ignazio y sonrió al sentir como él apretaba su agarre en su cintura.—Preciosa —advirtió en un sonido torturado.—¿Qué sucede? —preguntó con inocencia y clavó los dientes en cuello.—Mi cordura pende de un h
Ignazio despertó desorientado, pero poco a poco lo recuerdos de lo sucedido llenaron su mente. Luciana se había entregado a él, había clamado por sus besos y caricias.Abrió los ojos y la buscó con la mirada. Un nudo se formó en su estómago cuando se dio cuenta que el espacio a su lado estaba vacío. Se le ocurrieron las peores posibilidades. ¿Y si Luciana se había arrepentido?Entró al baño y se dio la ducha más rápida de su vida y salió en busca de ella. Primero fue a su habitación, pero luego de llamar a la puerta y revisar el interior supo que ella no estaba allí.Entonces, un pensamiento lo paralizó. ¿Qué tal si ella se había sentido demasiado ofuscada luego de lo sucedido y había decidido marcharse?—Mald1ción. Corrió hacia el primer piso asustado. Ella estaría en peligro si ponía un pie fuera de la casa. Rodolfo la encontraría y le haría daño. E iba a ser su culpa por ponerla en aquella situación.Estaba en la sala cuando un sonido llamó su atención. Era la voz de Luciana —la
Luciana levantó la mirada al escuchar la puerta abrirse y sonrió al ver a Ignazio de pie allí. Él cerró la puerta con el seguro y se acercó a ella en unos cuantos pasos.Soltó un gritito cuando él la tomó de la cintura y, sin previo aviso, la levantó sobre la mesa. Su mente fue de inmediato a lo que había sucedido allí, una semana atrás, y se sonrojó.Ignazio le dio una traviesa, como si pudiera leer sus pensamientos. Luego se inclinó y la besó. Al igual que cada vez que pasaban algunas horas sin verse, el beso fue demandante y necesitado.—Hola, mi preciosa mariposa —saludó él con su frente unida a la suya.Luciana todavía estaba tratando de recuperar el aliento.—Te extrañé —musitó él.La levantó y se movió hasta el sofá.Ella intentó moverse para sentarse a su lado, pero él la sujetó en su lugar.—¿Vas a algún sitio? —preguntó divertido.—Solo creí que estarías más cómodo si no me estuviera encima tuyo.—Créeme disfruto tanto de tenerte encima como cuando te tengo debajo.—Ignazio
—Esas son todas las pruebas —dijo Giacomo desde el otro lado del teléfono—. Están los nombres de algunas de las mujeres con las que ha estado involucrado a lo largo de los años y también fotos con su actual secretaria.Ignazio revisó las fotos, eran más que suficiente para dar una idea de lo que estaba sucediendo.—Gracias.—Hay una cosa más. Es sobre tu ex novia.—¿Elise? —preguntó confundido. No entendía por qué Giacomo la mencionaba—. ¿Qué sucede con ella?—Te acabó de enviar una carpeta de fotos. Deberías verlas.Ignazio abrió el archivo y revisó las fotos. En cada una de ellas aparecía Elise junto a Rodolfo. Habían sido tomadas en dos fechas diferentes, las ultimas, un par de días antes de que ella lo buscara.—Estaban entre las fotos que el investigador me entregó —explicó Giacomo—. Al principio no les di demasiada importancia. No había nada sospechoso en ellas y no se podían usar como prueba de nada. Pero no podía sacarme de la cabeza el rostro de la mujer. Así que revisé la in
La sorpresa destelló en los ojos de Elise por una fracción de segundo antes de que lo ocultara detrás de una mirada ingenua. Era obvio que se trataba de una actuación, una muy buena.Ignazio se preguntó cómo no había sido capaz de ver su continua falta de sinceridad en el pasado.—No sé de quién hablas —dijo Elise con una sonrisa.Estiró la mano para tomar el sobre su escritorio y sacó las fotos que estaban en su interior, eran las mismas que Giacomo le había enviado. Las esparció todas y volvió a centrar su atención en Elise.—Te lo preguntaré de nuevo. —Ignazio se cruzó de brazos—. ¿Qué relación tienen tú y Rodolfo?Elise ya no se veía confiada, su mirada estaba clavada en las fotos sobre el escritorio.—¿Por qué te interesa? —peguntó con voz suave—. No es nadie importante —continuó levantando la mirada. —Responde a mi pregunta.Elise le dio una sonrisa enorme. Aquel gesto confiado irritó a Ignazio de sobremanera.—Ya veo de qué se trata esto. Tú estás celoso. —Ella estiró la mano