El celular hizo un gran ruido cuando impactó contra la pared. Rodolfo lo había lanzado en un arranque de ira justo después de su última llamada. No sintió ninguna satisfacción cuando lo vio caer al suelo destrozado. Era un pobre sustituto de a quien quería dañar en realidad.—¡Maldita perr@! —Se pasó la mano por los cabellos y tiró de ellos hacia el final. Caminó hasta la ventana y miró la ciudad.Acababa de hablar con su contacto en la policía. Le había llamado porque tenía noticias nuevas para él. Al parecer la estúpida de su esposa por fin había dado la cara y estaba tratando de hundirlo. Había sentado una denuncia en su contra por violencia doméstica e intento de asesinato.—Debí acabar con ella cuando tuve oportunidad.Había cometido el error de creer que Luciana nunca tendría el valor de denunciarlo, no después de haberle dejado en claro lo que le pasaría si alguna vez se atrevía a ir con la policía otra vez. Al parecer la paliza que le había dado no había sido suficiente.Iba a
Luciana podía escuchar las voces de Lia y Matteo mientras se acercaba al comedor, aunque no podía entender muy bien lo que decían y tampoco quería hacerlo. Podría tratarse de un tema personal y lo menos que quería era ser una entrometida.Tan pronto entró al comedor ambos se quedaron en silencio y compartieron una mirada que levantó sus sospechas. No quería adelantarse a sacar conclusiones, pero su actitud era demasiado extraña.—Buenos días —saludó mientras se sentaba en el lugar de siempre.—Hola, cariño —respondió Lia.—Luciana. —Matteo inclinó la cabeza a manera de saludo. —¿Sucede algo?—Nada por lo que debas preocuparte ahora mismo —respondió Lia.—¿Eso es un sí?—Sí, pero creo que es mejor si te lo dice Ignazio —explicó Matteo.Detestaba que la trataran como si se fuera a romper, pero entendía que lo hacían porque se preocupaban por ella.—Escuché que la reunión de Isabella fue bastante bien —comentó cambiando de tema. Esperaría que Ignazio le contara lo que estaba pasando—.
Ignazio se sentó al borde de la cama y deslizó los pies en sus zapatos. Miró a Luciana que aún estaba en el mismo lugar. Era difícil leer sus expresiones con la poca iluminación de su habitación. Caminó hasta las ventas y abrió las cortinas. Parpadeó unas cuantas veces para acostumbrarse a la luz y se giró hacia Luciana. Estaba asustado de encontrar temor en sus ojos. Ella le había entregado su confianza y lo menos que quería era perderla porque no había podido distinguir un sueño de la realidad. Casi soltó un suspiro de alivio al ver que solo parecía confundida. —Te esperaré abajo —dijo ella rompiendo el silencio. —No, está bien. Preferiría que habláramos aquí. Solo dame un momento. Se encerró en el baño sin esperar su respuesta. Salpicó agua en su rostro para terminar de espabilarse y secó con prisa. Al salir encontró a Luciana acomodando las almohadas que estaban en su cama y ya había estirado el cobertor. —No tienes que hacer eso. Ella levantó la cabeza y le dio una sonrisa
Evitar a Ignazio estaba resultando más difícil de lo que Luciana había esperado, en especial desde que él había comenzado a pasar más tiempo allí. Para alguien que pasaba demasiadas horas trabajando en el hospital, todavía parecía tener mucho tiempo libre.Si no lo hubiera besado, no estaría en aquella incómoda situación. Su vida ya era un completo desastre y, como si no fuera suficiente, allí iba ella aumentando una más a su lista. No sabía de donde había sacado el valor para besarlo o si quiera el motivo de por qué lo había hecho.Cerró los ojos y se llevó la mano a los labios. Si se esforzaba un poco, casi podía sentir los labios de Ignazio sobre los suyos.Sacudió la cabeza. Se había repetido en repetidas ocasiones que debía dejar de pensar en aquel día, pero era como si no tuviera control sobre ello.Su vida ya era demasiado complicada sin tener que lidiar sobre sus sentimientos confusos sobre él.Dio un respingo al escuchar un golpe en la puerta.—Hola, hermosa. —dijo Ignazio en
Ignazio rozó los labios de Luciana con suavidad. Eran tan dulces y perfectos como los recordaba. Profundizó el beso, siempre atento a cualquier señal de rechazo. Si ella lo empujaba, entonces la dejaría ir. Asustarla no estaba entre sus planes. Luciana lo sujetó por la camiseta y soltó un gemido. Él aprovechó aquello para invadir su boca. Necesitaba más, la quería por completo; pero sus aquello tendría que bastar por el momento. Deslizó las manos hasta sus nalgas y la levantó con un solo impulso mientras la pegaba a la pared detrás de ella. Luciana lo rodeó con las piernas. La nueva posición dejó su miembro presionando contra su sex0. Ignazio se separó para dejar salir un sonido torturado. Estaba perdiendo el control de sus acciones. Sería tan fácil llevarla hasta su cama y hacerle el amor. Se la imaginó tendida sobre la cama con sus cabellos desparramados sobre las sábanas y la besó con desesperación. «Detente», le ordenó una voz desde el fondo de su cabeza. Ignazio se sentía ta
Luciana estaba paralizada por el miedo mientras veía a Rodolfo acercarse a ella. Él se arremangó las mangas de su camisa sin dejar de caminar. Sus ojos brillaban con furia contenida.Sabía lo que él iba a suceder, aunque al igual que muchas veces no conocía el motivo, y de todas formas no hizo nada más que esperar lo inevitable.Correr no serviría de nada, no había un lugar dentro de la casa en la que él no la encontraría y cuando lo hiciera estaría aún más furioso. Suplicar tampoco era una opción, él disfrutaba de sus ruegos y llantos. Se había prometido que nunca más suplicaría sin importar cuanto la lastimara.Rodolfo la miró divertido y empezó a reír. Esa misma risa que antes le había parecido hermosa, se había convertido en el sonido que más odiaba.—Mira lo que hiciste —dijo él y señaló hacia abajo.Luciana no quería mirar, pero no pudo evitarlo. Siguió la dirección en la que él apuntaba y abrió los ojos con pánico al ver el charco de sangre a sus pies. No entendía lo que estaba
Luciana recorrió con la mirada el lugar en el que se encontraba. Algunas personas iban de un lado a otro apresurados. Un par de mujeres estaba detrás del recibidor atendiendo llamadas y escribiendo en sus computadoras. Había pasado algunas semanas desde la última vez que había estado en un lugar público y el ruido del lugar le resultó algo molesto.Nunca había disfrutado demasiado de las multitudes, pero saber el motivo por el cual estaba allí lo hacía peor. Cada vez que escuchaba pasos acercándose, se giraba en dirección a la puerta con el corazón latiendo a mil por hora para ver si se trataba de Rodolfo... Hasta ahora él no había llegado.—¿Estás lista? —preguntó Ignazio llamando su atención.«Ni un poco», pensó. Tenía tantas ganas de ponerse de pie y correr lejos de allí.—Eso creo. Ignazio la tomó del rostro y la miró directo a los ojos. Luciana se perdió en la profundidad de ellos.—Estaré justo aquí, esperándote. Si decides que no puedes más, no tienes que quedarte dentro.Igna
Luciana se veía afectada y, aunque Ignazio había estado preparado, debió suponer que lo afectaría demasiado verla en aquel estado.Hizo su mejor esfuerzo para no regresar en busca de Rodolfo. Como médico, su trabajo era salvar vidas, no quitarlas; pero no se sentiría nada avergonzado de admitir en voz alta que quería golpear al desgraciado hasta que ya no respirara.Rodolfo era un completo imbécil. Había dañado a una mujer inocente de maneras inconcebibles y ni siquiera se arrepentía de ello, lo había visto en sus ojos cuando se encontraron en el pasillo justo antes de la reunión.Él le había dado una sonrisa llena de arrogancia. Estaba tan seguro de que Luciana regresaría con él y, por un instante, Ignazio había temido que tuviera razón, que ella creyera sus mentiras o peor aún que cediera a sus amenazas.Sin embargo, no le había dado la satisfacción de verlo afectado y había disfrutado un poco —quizás bastante— al ver su sonrisa desaparecer en el instante que le dijo que se iba a en