Luciana había terminado de alistarse para ir a la cama cuando llamaron a su puerta. Era algo tarde, pero a veces —antes de dormir— Lia venía a verificar si estaba todo bien con ella. —Oh… hola —dijo sorprendida al darse cuenta que no se trataba de Lia sino de Ignazio. Después de que se había marchado con su novia, no creyó que el regresaría. Pasaban de las nueve de la noche. Él le dio una sonrisa que no llegó a sus ojos. Se veía agotado. Luciana se hacía una idea de quién lo había dejado así. —Quería hablar contigo —Él dio una mirada a su atuendo—, pero si estás cansada puede esperar hasta mañana. —Ya estás aquí y no tengo mucho sueño. Entra. —Se dio la vuelta y caminó hasta su cama. Se sentó al borde y esperó que Ignazio se acomodara en el sofá. Ninguno de los dos dijo nada durante un momento. —Tu novia es alguien… interesante —soltó de pronto. Una sonrisa ladina se extendió por el rostro de Ignazio. —Esa es una forma elegante de decirlo. —De pronto se puso serio—. Siento
Ignazio dudó unos segundos antes de envolver sus brazos en torno a Luciana. El aroma a caramelo de su champú lo envolvió y se encontró deseando sumergir la nariz en sus cabellos solo para conseguir más. Su cuerpo se sentía cálido. Todo en ella era delicado y suave. Disfrutó de aquel abrazo mientras duró y cuando ella intentó dar un paso hacia atrás, la dejó ir, aunque le habría gustado que durará un poco más. —Es tarde —susurró Luciana—. Debería regresar a mi habitación. Se reprochó en silencio. Ella necesitaba dormir y allí estaba él desvelándola. Se había emocionado demasiado cuando ella le dijo que le gustaba leer y la había sacado de la cama para poderle mostrar aquello. —Tienes razón, necesitas dormir. —Me encantó que me trajeras aquí —dijo ella como si tratara de aliviar sus preocupaciones—. Pasaré mucho tiempo en esta habitación. Sonrió. Era bueno ver sus ojos llenos de una emoción diferente al dolor. Luciana se llevó con ella el libro que había tomado al final. Él se
Luciana siguió a Ignazio más allá del jardín. Era un día soleado y una caminata sonaba bastante bien.Los demás habían regresado al interior de la casa para ponerse sus bañadores. Tenían planeado pasar el día en la piscina y los hijos de Isabella era los más emocionados. Sonrió al pensar en ellos, era difícil no encariñarse con Caeli y Matteo, ambos eran bastante tiernos.Luciana habría querido compartir su emoción, pero nunca había aprendido a nadar. En casa de Rodolfo —comenzaba a no ver más aquel lugar como su casa—, se había mantenido alejada de la piscina después de casi morir ahogada cuando él consideró que era una broma divertida lanzarla a la parte más profunda.Sacudió esos pensamientos. Era mejor dejar en el pasado esos recuerdos dolorosos.—¿Comenzaste a leer el libro que llevaste? —preguntó Ignazio.—Sí, leí un poco antes de dormir —dijo entusiasmada. Se había quedado leyendo hasta la media noche cuando no había podido luchar más contra el sueño. Por primera vez desde que
El celular hizo un gran ruido cuando impactó contra la pared. Rodolfo lo había lanzado en un arranque de ira justo después de su última llamada. No sintió ninguna satisfacción cuando lo vio caer al suelo destrozado. Era un pobre sustituto de a quien quería dañar en realidad.—¡Maldita perr@! —Se pasó la mano por los cabellos y tiró de ellos hacia el final. Caminó hasta la ventana y miró la ciudad.Acababa de hablar con su contacto en la policía. Le había llamado porque tenía noticias nuevas para él. Al parecer la estúpida de su esposa por fin había dado la cara y estaba tratando de hundirlo. Había sentado una denuncia en su contra por violencia doméstica e intento de asesinato.—Debí acabar con ella cuando tuve oportunidad.Había cometido el error de creer que Luciana nunca tendría el valor de denunciarlo, no después de haberle dejado en claro lo que le pasaría si alguna vez se atrevía a ir con la policía otra vez. Al parecer la paliza que le había dado no había sido suficiente.Iba a
Luciana podía escuchar las voces de Lia y Matteo mientras se acercaba al comedor, aunque no podía entender muy bien lo que decían y tampoco quería hacerlo. Podría tratarse de un tema personal y lo menos que quería era ser una entrometida.Tan pronto entró al comedor ambos se quedaron en silencio y compartieron una mirada que levantó sus sospechas. No quería adelantarse a sacar conclusiones, pero su actitud era demasiado extraña.—Buenos días —saludó mientras se sentaba en el lugar de siempre.—Hola, cariño —respondió Lia.—Luciana. —Matteo inclinó la cabeza a manera de saludo. —¿Sucede algo?—Nada por lo que debas preocuparte ahora mismo —respondió Lia.—¿Eso es un sí?—Sí, pero creo que es mejor si te lo dice Ignazio —explicó Matteo.Detestaba que la trataran como si se fuera a romper, pero entendía que lo hacían porque se preocupaban por ella.—Escuché que la reunión de Isabella fue bastante bien —comentó cambiando de tema. Esperaría que Ignazio le contara lo que estaba pasando—.
Ignazio se sentó al borde de la cama y deslizó los pies en sus zapatos. Miró a Luciana que aún estaba en el mismo lugar. Era difícil leer sus expresiones con la poca iluminación de su habitación. Caminó hasta las ventas y abrió las cortinas. Parpadeó unas cuantas veces para acostumbrarse a la luz y se giró hacia Luciana. Estaba asustado de encontrar temor en sus ojos. Ella le había entregado su confianza y lo menos que quería era perderla porque no había podido distinguir un sueño de la realidad. Casi soltó un suspiro de alivio al ver que solo parecía confundida. —Te esperaré abajo —dijo ella rompiendo el silencio. —No, está bien. Preferiría que habláramos aquí. Solo dame un momento. Se encerró en el baño sin esperar su respuesta. Salpicó agua en su rostro para terminar de espabilarse y secó con prisa. Al salir encontró a Luciana acomodando las almohadas que estaban en su cama y ya había estirado el cobertor. —No tienes que hacer eso. Ella levantó la cabeza y le dio una sonrisa
Evitar a Ignazio estaba resultando más difícil de lo que Luciana había esperado, en especial desde que él había comenzado a pasar más tiempo allí. Para alguien que pasaba demasiadas horas trabajando en el hospital, todavía parecía tener mucho tiempo libre.Si no lo hubiera besado, no estaría en aquella incómoda situación. Su vida ya era un completo desastre y, como si no fuera suficiente, allí iba ella aumentando una más a su lista. No sabía de donde había sacado el valor para besarlo o si quiera el motivo de por qué lo había hecho.Cerró los ojos y se llevó la mano a los labios. Si se esforzaba un poco, casi podía sentir los labios de Ignazio sobre los suyos.Sacudió la cabeza. Se había repetido en repetidas ocasiones que debía dejar de pensar en aquel día, pero era como si no tuviera control sobre ello.Su vida ya era demasiado complicada sin tener que lidiar sobre sus sentimientos confusos sobre él.Dio un respingo al escuchar un golpe en la puerta.—Hola, hermosa. —dijo Ignazio en
Ignazio rozó los labios de Luciana con suavidad. Eran tan dulces y perfectos como los recordaba. Profundizó el beso, siempre atento a cualquier señal de rechazo. Si ella lo empujaba, entonces la dejaría ir. Asustarla no estaba entre sus planes. Luciana lo sujetó por la camiseta y soltó un gemido. Él aprovechó aquello para invadir su boca. Necesitaba más, la quería por completo; pero sus aquello tendría que bastar por el momento. Deslizó las manos hasta sus nalgas y la levantó con un solo impulso mientras la pegaba a la pared detrás de ella. Luciana lo rodeó con las piernas. La nueva posición dejó su miembro presionando contra su sex0. Ignazio se separó para dejar salir un sonido torturado. Estaba perdiendo el control de sus acciones. Sería tan fácil llevarla hasta su cama y hacerle el amor. Se la imaginó tendida sobre la cama con sus cabellos desparramados sobre las sábanas y la besó con desesperación. «Detente», le ordenó una voz desde el fondo de su cabeza. Ignazio se sentía ta